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Un logotipo te indicará las emisiones de los vuelos cuando vayas a reservarlos: ¿Útil o blanqueo?

La Comisión Europea cree que esto permitirá a los consumidores “tomar decisiones de compra más informada” y les protegerá “de las declaraciones de ecopostureo”, pero es una medida voluntaria

Juan Manuel Del Olmo

Un avión de Ryanair / UNSPLASH

Según los cálculos de la Comisión Europea, si la suma de toda la aviación mundial fuera un país, figuraría entre los 10 principales emisores de gases de efecto invernadero a nivel global. Hay quienes rebajan la cifra, pero es un hecho que cada vez son más las voces que denuncian el impacto climático de coger aviones. La industria ha tratado de poner parches, pero sigue dejando que la responsabilidad recaiga en los usuarios.

Aunque algunos se lo tomen a cachondeo: en 2022, Kylian Mbappé recibió muchas críticas por reaccionar entre risas a la pregunta de si sería posible que su club (el PSG en ese momento) usase el tren en vez del avión privado para sus desplazamientos cortos.

Aumento de las emisiones

Según un estudio de la Universidad Metropolitana de Manchester, el transporte aéreo representa el 3,5% del conjunto de todas las actividades humanas que impulsan el cambio climático global. Y la cosa ha ido a peor en los últimos tiempos: las estimaciones publicadas por Ecologistas en Acción reflejan que, en Unión Europea, el sector de la aviación aumentó sus emisiones un 30% entre 2013 y 2019 a raíz del aumento exponencial del tráfico aéreo.

Vista de un avión desde un interior / UNSPLASH - Red Dot

Los jets privados son los que más contaminan. Según un informe de Greenpeace, estos vehículos para ricos emitieron un total de 5,3 millones de toneladas de CO2 entre 2020 y 2023, una cantidad de dióxido de carbono, de acuerdo con Euronews, superior a la que Uganda produce en un año.

Cuánto contamina cada vuelo

Puede que saber quién lo hace peor influya a algunos ya convencidos, pero no está claro que vaya a ser así. El caso es que, dentro de unos meses, los consumidores podrán saber cuánto contaminan algunos de los vuelos que estén valorando coger en el momento de reservarlos.

La Comisión Europea adoptó el 18 de diciembre un Reglamento por el que establecía una etiqueta de emisiones de vuelo (FEL), una nueva medida que pretende “ofrecer una metodología clara y fiable para calcular las emisiones de vuelo”.  Es decir, que los indicadores estén unificados y no sea un guirigay: se mostrará un logotipo específico y único. El árbitro que estimará las emisiones será la Agencia de la Unión Europea para la Seguridad Aérea (AESA).

Una persona reserva un billete de avión / FREEPIK - rawpixel.com

Comparar las emisiones

De este modo, los pasajeros tendrán la posibilidad de ver y comparar las emisiones estimadas de gases de efecto invernadero (GEI) de sus vuelos, “lo que les permitirá tomar decisiones de compra más informadas”, celebra la Comisión.

Ahora bien, no es una medida obligatoria: las compañías aéreas que operen vuelos dentro de la UE o que salgan de la UE podrán adherirse voluntariamente a esta etiqueta, que estará plenamente operativa a partir de julio de 2025. 

Falta de criterios comunes

Desde Bruselas recalcaron que, hasta ahora, “la falta de una metodología y criterios comunes para estimar las emisiones de los vuelos lleva a las compañías aéreas y a los vendedores de billetes a notificar los niveles de emisión utilizando metodologías dispares que no son necesariamente comparables”.

Un pasajero observa unos paneles en el aeropuerto / UNSPLASH

El Centro Europeo del Consumidor en España cree, quizá con demasiado optimismo, que esta medida “fomenta la renovación de la flota y la transición del sector hacia un nuevo modelo de transporte aéreo que utilice combustible sostenible, con cero emisiones netas y que garantice la competencia leal entre las aerolíneas”.

Mejoras al comparador

Cristina Arjona es ingeniera civil y responsable de la campaña de Movilidad en Greenpeace España, y explica a este medio que el indicador que propone la UE solo permite comparar internamente cada viaje, de modo que quizá sería más interesante subir la apuesta y mostrar, en vuelos nacionales, un comparador que reflejase cuánto contamina el viaje si se elige el tren o el autobús.

Además, también señala que para el consumidor sería más útil contar con algún sistema de clasificación, tipo Nutriscore, que clasificase la cantidad de emisiones por colores. “Algo en formato semáforo porque, si no, puede que el cliente lea el dato y se quede así, en abstracto”, argumenta. Por eso, Arjona cree que publicar el número en frío sin dar contexto ni explicación podría ser “un poco de lavado de imagen”.

Decisiones más informadas

Por su parte, Isabel Sánchez, profesora de la Universidad Carlemany, cree que la medida es positiva. “Cada vez más consumidores están valorando la sostenibilidad y el impacto ambiental de sus decisiones de compra y el etiquetado de carbono es una iniciativa que fomenta el poder tomar decisiones más informadas”, afirma.

Varios viajeros de camino a sus destinos en la terminal 4 del Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas / EUROPA PRESS - ALEJANDRO FERNÁNDEZ

“La tendencia global hacia una mayor conciencia ambiental sugiere que la inclusión de una etiqueta de emisiones será valorada por un número significativo de consumidores”, agrega. La profesora relaciona esta medida con la nueva directiva de la UE contra el greenwashing, que se espera para 2026 y obligará a las empresas a “proporcionar información ambiental veraz y verificable”.

Dispuestos a pagar algo más

Aunque el precio y la duración de los vuelos seguirán siendo factores cruciales para muchos viajeros, reconoce Sánchez, “hay un segmento creciente de consumidores que están dispuestos a pagar más o a elegir opciones menos convenientes si eso significa reducir su impacto ambiental. Este grupo, aunque no mayoritario por falta de concienciación, está en aumento”.

Una consecuencia negativa de esta etiqueta, reconoce la experta de la Universidad Carlemany, podría ser “que algunas aerolíneas utilicen su adopción como una justificación para aumentar los precios, especialmente si pueden demostrar que están invirtiendo en tecnologías más limpias y sostenibles. Sin embargo, esto dependerá de la competencia en el mercado y de la disposición de los consumidores”, concluye.