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María Esteban, cantante y compositora de jazz: "Es muy difícil hacer conciertos y pagar el alquiler"

Entrevistamos a la artista malagueña, afincada en Barcelona desde hace años, que canta este domingo, 28 de septiembre, en la plaza de la Vila de Gràcia, dentro del Festival L'Hora del Jazz - Memorial Tete Montoliu

Teo Camino

María Esteban, cantante y compositora de jazz / SIMÓN SÁNCHEZ

María Esteban creció sobre las tablas de madera de los escenarios de su Málaga natal. Entre acordes. Con la palabra justa, y sentida, saliendo de entre sus labios. Como su idolatrada Sarah Vaughan en los clubes nocturnos de Newark a mediados de los años 30. 

Ahora, esta joven cantante, compositora y maestra de jazz ha sacado un nuevo disco, It's me, y lo presenta en la plaza de la Vila de Gràcia. Hablamos con ella. Con sinceridad. 

--¿Cuál es su primer recuerdo relacionado con la música?

--El primer recuerdo es en casa de mis padres, a los 7 u 8 años, escuchando la música que ellos me ponían: los Beatles, mi padre, y las Andrews Sisters, que era un grupo vocal que le encantaba a mi madre. Ese fue mi primer contacto con la música. Intentaba memorizar las canciones y cantarlas. Pero, como eran en inglés y yo era muy chica, imitaba la melodía. 

--¿Y la primera canción que escuchó y se le quedó grabada?

Rum and Coca-Cola, de las Andrews Sisters. 

--¿A qué se dedicaban sus padres?

--No son músicos. Mi abuelo sí que tocaba el piano. Simplemente eran melómanos. Mi madre es profesora de instituto, ahora ya jubilada, y mi padre es ingeniero. Mi madre tenía, de manera paralela, una carrera como artista plástica. Es cierto que en mi familia siempre se ha incentivado la cultura y el arte. Disfrutábamos de la pintura y de sus exposiciones. 

--Desde los 14 años ha estado subida a los escenarios… ¿Cómo fueron esas primeras veces?

--Empecé en Málaga con grupos locales. Mi primer grupo se llamaba Hidden, y con ellos empecé a componer temas. Normalmente, la gente empieza haciendo versiones, pero yo empecé haciendo mis canciones. Desde que tenía 10 u 11 años, por influencia de mi hermana que tocaba la guitarra, cogía y empezaba a componer. Esos fueron los inicios. 

--¿Y después?

--Años después, seguí en otros grupos de Málaga. Mi formación más larga ha sido tocar en el escenario. Luego, cuando cumplí los treinta, hice la prueba de acceso al Grado Superior en Canto Jazz y Música Moderna y entré en el Conservatorio del Liceu. Primero canté en el escenario, y luego le puse nombre a todas esas cosas que había aprendido haciendo música. Hice el recorrido inverso. 

--Se trasladó de Málaga a Barcelona para trabajar con la banda de Gerard Masses, ex contrabajista de Muchachito Bombo Inferno. ¿Qué la llevó, recién estrenada la treintena, a entrar en el Conservatorio del Liceu?

--La música es un proceso constante de aprendizaje, que es algo precioso y exigente a la vez, y yo creía que todavía tenía que dar un paso más. Sobre todo en lo que a la parte académica y formal se refiere. Tenía mucho bagaje sobre los escenarios, pero esa parte teórica me faltaba. Especialmente a la hora de comunicarme con los músicos. Sabía cómo sonaba la música en mi cabeza, pero, a veces, no sabía cómo trasladársela a ellos. Por eso, unos años antes, empecé a dar clases con Ernesto Aurignac, que es un saxofonista muy conocido de Málaga. Empecé a estudiar teoría y armonía de jazz con él y el Conservatorio fue la inmersión total. 

--¿En qué momento se sintió cantante y compositora de jazz?

--Siempre me he sentido cantante. Ha sido una cosa que tenía clara desde muy pequeña. No tuve que encontrar mi vocación, porque nunca he dudado de ella, pero el hecho de haber estudiado más tarde en el Conservatorio me hacía sentir insegura. Era un poco como el síndrome del impostor: ‘Sé que soy cantante, pero me falta algo que no tengo’. Supongo que por eso de haber hecho el camino contrario al que la gente suele seguir. 

--Le he oído decir que canta desde que tiene uso de razón, y escuchando su canción ‘Para ti’ se nota que canta desde el corazón…

--Soy una persona muy sincera en mi vida personal, y mi manera de hacer música es un reflejo de mi forma de ser. Hablo de cosas que me han pasado. Por eso las letras se sienten muy cercanas. En los conciertos lo explico y me abro. Habló del dolor, porque una manera de aprender de él es compartirlo. Y yo lo comparto en forma de canciones. Es una forma de canalizarlo y me siento muy privilegiada por ello. Esa sinceridad, esa ausencia de miedo a la hora de expresar los sentimientos, quizá hace que la gente capte esa sensación y vea que la canción me sale dentro. 

--¿Cómo definiría su estilo jazzístico en dos o tres palabras?

--He cantado rock, punk, rock español, americano, jazz, música latinoamericana, rithm and blues… No entiendo la música sin este bagaje, y me da igual no ser una persona que se define con un estilo, con una etiqueta. Yo soy mi experiencia. Quizás se puede apreciar que tengo un estilo y navego en otros. A la hora de componer, en las melodías, en la armonía, lo hago según me nace. No quiero aparentar algo que no soy porque ahora se tenga que poner una etiqueta para que mi proyecto se venda de una manera concreta. 

--¿Cuáles son sus referentes?

--Mi forma de cantar está muy marcada por cantantes a las que admiro. Eso se palpa.  Hay gente que me dice que sueno un poco lady crooner, porque me gustan mucho Sarah Vaughan, Judy Garland, Barbara Streisand, Ella Fitzgerald, Sinatra… Y los he estudiado mucho. A nivel vocal, han tenido mucha influencia. Pero, a la hora de componer, voy haciendo de lo que me nace.

--Beethoven se inspiraba con los sonidos de la naturaleza dando largos paseos. ¿Cómo se inspira María Esteban?

--Lo que es componer, sentarme a componer, se produce cuando ya se ha generado una idea, y esta idea se puede generar en cualquier sitio. En el metro, en un viaje a Italia, conduciendo he parado y me he puesto a cantar en un parking. Por la calle mismo. Cuando construyo esta idea, me siento con el piano a pensar sobre qué quiero hablar, cómo quiero que suene, cómo lo abordo armónicamente. Pero las melodías surgen en sitios de lo más diversos. 

--El Festival L’Hora del Jazz - Memorial Tete Montoliu es un buen escaparate para su quinteto…

--El hecho de tocar en un festival de una asociación que tiene un compromiso tan grande con los músicos me hace muy feliz. Son promotores culturales, y yo formo parte de la junta directiva y soy miembro de la Comisión de Dones, que lucha por la igualdad en la música. Estar ahí, en la programación, me hace muchísima ilusión. También porque va a ser el primer disco de temas propios que he publicado, It’s me, y tocar en una plaza como la de la Vila de Gràcia y mostrar mis temas y mostrar una parte de mí son buenas razones para la alegría.

--Los conciertos de los domingos de septiembre en la plaza de la Vila de Gràcia son gratuitos… ¿Les pagan bien?

--El mundo de la música está muy precarizado, pero hay que entender el contexto de cada concierto. No es lo mismo un festival que tiene un precio de entrada y no subsiste sólo de la venta de entradas, sino que tiene fondos privados y pagan más, que otros festivales como L’Hora del Jazz, que es de una asociación sin ánimo de lucro, y aún así está bien pagado. Está bien pagado entendiendo el contexto.

--Entendiendo la precarización del sector…

--Me gustaría hacer un llamamiento a salas y festivales para que piensen que quizás tenemos que equilibrar un poco los sueldos, porque para los músicos es muy difícil hacer conciertos y que representen un ingreso decente y suficiente para pagar el alquiler, la comida, etcétera. Todavía hay mucho que avanzar y reflexionar sobre esto. También incluyo a las instituciones públicas en este llamamiento. 

--¿Deberían darse más ayudas o repartirse mejor?

--Habría que invertir más y facilitar que haya más festivales, que no sea tan complicado montar eventos o adquirir una licencia en una sala para hacer música en directo. Y también, cuando los artistas queremos salir al extranjero, que es primordial para forjarse una carrera, necesitamos recibir ayudas de las instituciones, porque ir a tocar a Europa o Latinoamérica es complicado, a nivel de alojamiento y dietas. Es un paso que los artistas tenemos que dar, pero necesitamos más apoyo por parte de las instituciones. 

--Usted, además de componer y cantar, educa. ¿Se puede vivir del jazz en la Barcelona de 2025?

--La mayoría de mis compañeros dan clases. Somos un porcentaje muy elevado los que compaginamos los bolos con la parte educativa. Tengo la suerte de dar clases en la Escuela Municipal de Horta, donde disfruto y estoy contenta. Además, está bien pagado. Pero no puedo vivir solo de bolos. Si tuviera la oportunidad de solo hacer bolos, lo haría. Es agotador tener dos trabajos. Trabajamos entre semana y luego los fines de semana me convierto en músico. Es agotador a nivel psicológico. Incluso entre semana trabajo con Almudena Tomás, mi manager. No dejaría la educación porque no me guste, sino porque me exige un gran nivel de entrega. Y, a veces, echo de menos poder desconectar. Estar todo el día pensando en las clases y mi proyecto musical son muchas cosas.

--¿Por qué el jazz no es tan masivo como el reggaeton?

--El jazz tiene muy mala propaganda. Además, se ha considerado una música de élite. Es algo que hemos generado nosotros mismos, los músicos. En Barcelona hay locales que hacen jam sessions y un tema dura 20 minutos. A veces, hay que reflexionar e intentar hacerlo un poco más sencillo para acercarlo a la gente y que quieran volver a otro concierto. A día de hoy, tal y como está pensada la música, el jazz tiene unos elementos que van en contra de la música que hoy se consume, de la inmediatez. El jazz requiere escucha, espontaneidad. Va a contracorriente. En la música de hoy está todo muy enlatado. Tiene que ser superimpactamente. La sociedad de hoy paga por captar tu atención. Así están construidas las redes sociales. El jazz tiene otra filosofía. Eso hace que quizás no sea muy llamativo, porque no cumple los cánones de la música que se consume. 

--He visto que no tiene TikTok…

--Yo soy muy hater de las redes sociales en general Tengo una relación de amor-odio. Pero asumo que es parte de mi trabajo. Hace un año decidí publicar una publicación semanal. Eso es lo que yo puedo aportar con mi vida y mi tiempo. Entendí que las redes sociales son una herramienta de trabajo para interactuar con gente que me gusta, pero no para compararme, ni para pensar que lo que hago no me gusta, eso fuera. Hice ese cambio de chip y empecé a disfrutar un poco más. Subir fragmentos pequeños en Instagram y TikTok cantando. Pedacitos de temas míos con músicos como Dani Pérez, Josep Traver, Eddie Mejía, David Muñoz, etcétera. Todo lo que se escucha es en directo en el salón de mi casa. Yo voy haciendo sin esperar nada a cambio. Sin esperar que un video se haga viral. Son píldoras que voy lanzando y puede ser que construyas un público nuevo.

María Esteban en la redacción de Consumidor Global / SIMÓN SÁNCHEZ

--En 2021 publicó ‘Voces Veladas. Vol I’, un disco homenaje a las mujeres letristas e intérpretes del siglo XX…

--Cuando hice este proyecto investigué y había muchísimas mujeres. Hice una selección y en esta selección vi todas las que me dejaba atrás. Hemos dejado muchísimas intrumentistas y compositoras atrás. Era realmente difícil ser letrista y ser mujer. Me costó encontrar. Luego fueron saliendo. Tenía la necesidad de hablar de ellas y crear referentes. El siguiente fue mi proyecto de tema propios, y estas mujeres me han inspirado y han creado un modelo para sentir que yo también puedo crear y dirigir mi proyecto. Puedo ser la directora de mi proyecto. It's me. Soy yo.