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Las sociedades científicas lo dicen claro: cuanto menos alcohol, mejor

El vino no es salud, el "consumo moderado" es una entelequia, y el alcohol, aunque sea con burbujitas, sigue siendo una droga. Legal, pero droga. La sociedad científica ha creado un documento de consenso en contra de la tolerancia cultural al alcohol

Juan Revenga

El consultor dietista-nutricionista Juan Revenga escribe sobre el kiwi y su nueva autorización legal / Fotomontaje CONSUMIDOR GLOBAL

Cada año, más de 15.000 personas mueren en España por causas relacionadas con el consumo de bebidas alcohólicas. Lo repito: quince mil. Se deben al vino, la cerveza, al cubata, los vermús, los chupitos o —más probablemente— a todo junto. Lo peor del asunto es que buena parte de la sociedad mira hacia otra parte mientras esto sucede. Es más, incluso muchos profesionales sanitarios, instituciones públicas o medios de comunicación blanquean o promueven este consumo. Para que esto ocurra tal y como sucede delante de nuestros ojos solo hay que usar las palabras mágicas: “consume responsablemente” o “bebe con moderación”.

Por eso es tan importante que una alianza de 15 sociedades científicas y/o sanitarias haya publicado un posicionamiento tajante: el alcohol es perjudicial desde la primera gota, no hay cantidad segura y nadie debería recomendarlo, jamás, con fines “saludables”. Y mucho menos hacerlo con una bata blanca en ristre y un fonendo al cuello. Peor aún si se hace ante un auditorio, red social o medio de comunicación en donde nunca se sabe cómo es ni qué problemas puede tener su público.

¿Y qué pasa con el vino y la cerveza?

Nada. Me refiero a nada diferente de lo ya dicho. Lo que pasa es que durante décadas se han repetido estudios con enormes sesgos metodológicos y también con enormes intereses comerciales. Prácticamente nadie compra ya esa narrativa, salvo que el emisor del mensaje esté en el ajo o esté más desactualizado que una Blackberry en una reunión de influencers. Lo de que el vino es “protector” y que la cerveza es fuente de vitaminas, fibra y magnesio son mitos del siglo pasado. Aunque se reciclen.

Las sociedades firmantes lo expresan alto y claro: “No existe ningún nivel de consumo beneficioso para la salud” y “no son aceptables los términos ‘consumo moderado’ ni ‘consumo responsable’”. De hecho, recomiendan eliminar esos conceptos del discurso sanitario y político. O sea, que si alguien te dice que una copa al día es buena para el corazón… cambia de médico. O de cuñado.

Las bebidas alcohólicas son una droga que no parecen una droga

Pese a ser la segunda causa prevenible de muerte en España, las bebidas alcohólicas siguen siendo especialmente accesibles, tanto por su práctica ubicuidad como por su precio. En menores, el asunto es especialmente grave: más del 50 % ha consumido alcohol en el último mes, y más del 20 % se ha emborrachado. En adultos, un 10 % bebe a diario y un 16 % practica binge drinking (atracón etílico). Sin embargo, ante algunos de estos problemas hay quien pretende controlarlos con un “es que hay que saber beber” o un “todo vale mientras sea con moderación”.

El “consumo moderado” es el mejor disfraz para una mentira

El término “consumo moderado” (y afines) es como en su día la denominación “tabaco light” (hoy un reclamo o categoría ilegal). Siendo el alcohol una droga con un más que evidente y destacado carácter adictivo, ¿alguien tendría el valor de recomendar “consume cocaína de forma responsable”?

Porque, además, ¿qué significa “moderado”? ¿Una copa al día? ¿Tres a la semana? ¿Una botella si es vino bueno? El mensaje de la moderación tiene, al menos, dos variables: 1.ª La idea de moderación que tenga quien lo emite y 2.ª la que tenga quien la recibe. Y ya te aseguro que las probabilidades de que coincidan son muy remotas. Para algunos es una copa, para otros, una botella. Para algunos es un día, para otros una semana o incluso un mes.

Para la industria, por si fuera poco, el mensaje de la moderación le viene de maravilla: traslada la responsabilidad de los efectos al consumidor. Ya sean efectos inmediatos (un accidente, por ejemplo) como a más largo plazo (un cáncer de orofaringe, por ejemplo).

Por eso el documento es tajante: hay que desterrar ese término. No es serio. No es ético. Y no informa. Solo es complaciente.

¿Qué propone el manifiesto científico? Spoiler: muchas cosas lógicas que no se hacen

Las medidas que reclaman las sociedades científicas no son ninguna marcianada. Son de puro sentido común:

  • Subir los impuestos al alcohol y alinearlos con la media europea. En España son
  • particularmente bajos.
  • Prohibir su publicidad, en especial allá donde se concentren los menores de edad
  • (hola, influencers con una copa en la mano).
  • Regular su venta: sin ofertas de 2x1 ni promociones en horario nocturno.
  • Etiquetado completo, como con el resto de productos alimenticios, con calorías,
  • ingredientes y, además, las correspondientes advertencias de salud y riesgos
  • concretos, incluido el incremento del riesgo de cáncer.
  • Promoción de un ocio alternativo sin alcohol, para que la diversión no tenga que estar
  • asociada al consumo de bebidas alcohólicas.
  • Programas escolares preventivos sin el patrocinio, visible o encubierto, del sector.
  • Cribado y formación sanitaria para detectar y tratar el consumo problemático.

No se trata de prohibir el consumo generalizado. Se trata de dejar de normalizarlo, de erradicar cualquier asociación entre su consumo y algún beneficio sobre la salud, y de empezar a visibilizarlo como lo que es: un producto de riesgo.

Necesitamos menos brindis y más política valiente

Aunque se ha avanzado con la aprobación del Proyecto de Ley de Prevención del Alcohol en Menores, lo cierto es que muchas de las propuestas de este documento de consenso no quedaron reflejadas. ¿Por qué? Posiblemente porque el lobby del alcohol ha hecho bien su trabajo.

Este documento de consenso debería ser un faro al que dirigirse. No por decir nada nuevo —porque todo esto ya lo sabíamos— sino porque por primera vez se dice todo junto y sin dobleces. Lo firman quince sociedades científicas y sanitarias que intentan que el problema se deje de maquillar.

La pelota ahora está en el tejado de los políticos. Y también en el nuestro. Como consumidores, tenemos derecho a saber qué implica lo que tenemos en el vaso, más allá de que el vino sea Merlot, la cerveza esté sin filtrar o el whisky tenga 15 años de maduración en barricas de roble americano.