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Ventana al pasado: la Biblioteca Nacional exhibe el Papiro de Ezequiel, su joya más antigua

Se trata de diez folios del siglo II.d.C. que salieron a finales del XIX de las arenas de Egipto y se vendieron por separado en el mercado de antigüedades

Juan Manuel Del Olmo

Vista de la exposición de la Biblioteca Nacional / CONSUMIDOR GLOBAL

​​​​​​Existe un contraste hermoso y elocuente entre la solidez aparente de la Historia, rotunda y solemne, llena de lecciones y episodios, pero a la vez clara y transmisible, y la fragilidad de las vidas que la escriben. Esta delicadeza es aún más palpable en los papiros, ventanas al pasado que han sobrevivido al paso de los siglos de manera casi milagrosa y recogen ideas que, en ocasiones, han llegado a moldear el pensamiento humano a través de trazos con tinta sobre una fibra vegetal vulnerable al fuego, al agua y al azar.

Así, la Historia puede a veces revelarse como un conjunto de tramas, tejidas con hilos más o menos tenues, que a veces se rompen y otras veces persisten. La Biblioteca Nacional de España (BNE) muestra ahora un sensacional producto de este entrelazar: el Papiro de Ezequiel, el documento más antiguo conservado por la institución. Sus caracteres son legibles, la escritura es elegante y cuidada y la mano que la llevó a cabo no parece ahora tan remota.

Un códice excepcionalmente conservado

Se trata de un conjunto de diez folios de papiro escritos en el siglo II d.C., procedentes de un códice (P967) excepcionalmente conservado que contiene la traducción al griego de varios libros de la Biblia. Ahora es un tesoro, pero en su momento fue una prueba de la innovación tecnológica, puesto que está numerado y escrito por ambas caras. Está, por tanto, próximo a lo que hoy entendemos como un libro.

Imagen promocional de la exposición / BIBLIOTECA NACIONAL

Estos asombrosos folios (largos y estrechos, como los propios juncos) se pueden contemplar en una exposición gratuita que, hasta el 1 de noviembre, recorre la historia de este tesoro documental, desde su hallazgo hasta la actualidad.  

Avatares del papiro

La sala que acoge la muestra es pequeña y oscura: tiene algo de arca o de sanctasanctórum que atrapa al visitante (de hecho, la BNE habla de “exposición inmersiva”) y le hace sumergirse en los avatares de este papiro, pero también reflexionar sobre las complejidades que afrontan las instituciones que luchan por sacar estos tesoros a la luz buceando en archivos.

Tal y como han explicado a los medios las comisarias Raquel Martín y Sofía Torallas Tovar, el papiro tenía un total de 236 páginas. Hoy en día se conservan 200 diseminadas en distintas instituciones: la Biblioteca Chester Beatty de Dublín, la Colección John H. Scheide de Princeton, la Kölner Papyrussammlung (Colonia) y la Colección Roca-Puig de la Abadía de Montserrat, en Barcelona.

Sofía Torallas, una de las comisarias, durante la presentación de la exposición / BIBLIOTECA NACIONAL (X)

El papel del diseño

Gracias a la acertadísima propuesta de los responsables del diseño de la exposición (Rocamora Diseño y Arquitectura), el visitante puede recorrer la sala contemplando el anillo compuesto por las reproducciones digitales de cada una de las páginas que se conservan del manuscrito en los distintos lugares. De este modo, lo que un día se separó, hoy vuelve a estar unido gracias a la tecnología, y la Historia, fragmentaria y llena de susurros, habla con una voz más clara y brillante.

No está claro cómo el Papiro de Ezequiel “fue sacado de las arenas de Egipto”. Podría haber sido a finales del XIX, durante la exploración (¿La visita? ¿El saqueo?) de una necrópolis. Lo que sí es evidente es que, poco después, pasó por muchas manos: el manuscrito fue desarmado con el objetivo de obtener más dinero y las páginas se vendieron, por separado, en el mercado de antigüedades a diversos coleccionistas.

Ramon Roca-Puig

Y hablar de mercado de antigüedades implica hablar de zonas grises, de suponer, de sospechar. De algún modo, el sacerdote y helenista Ramon Roca-Puig, nacido en 1906 en una familia catalana muy cristiana, se hizo con uno de esos papiros. En 1939 se había especializado en papirología, y a partir de ahí comenzó su búsqueda, en la que habría de dar con piezas de este puzle milenario.

Aspecto de los papiros / JUANMA DEL OLMO

“Con el firme propósito de adquirir una colección de papiros y estudiar directamente los textos, ya en 1952 el Dr. Roca creó la «Fundación San Lucas Evangelista» con el fin de obtener fondos y promover la adquisición y el estudio de documentos antiguos. No queda muy claro cómo desarrolló este proyecto. En todo caso, él dedicó todos sus propios recursos a este fin y algunas personas de Barcelona le ayudaron económicamente”, puede leerse en Redes de Papiro. Montserrat y el coleccionismo en el s. XX.

Adquisición de las piezas

A lo largo de los años 50, el Dr. Roca realizó varios viajes al País del Nilo. “Ignoramos en muchos casos las circunstancias de hallazgo y adquisición de las piezas”, indican en el mencionado texto. Al fin y al cabo, éste es un relato sobre sacar a la luz algo que permanecía en la sombra y de contar con transparencia cómo ha logrado hacerse.

Ángel Rocamora, arquitecto y museógrafo, explica a preguntas de este medio que, en estos casos, el objetivo del diseño es trazar “discursos emotivos de la historia” con carácter científico, que deben funcionar tanto para el visitante más especializado como para el lego. Sobre las condiciones y las exigencias, indica que los conservadores de la BNE, como no podía ser de otro modo, son muy estrictos, ya que el material no puede estar expuesto más de tres meses y, además, debe estar en unas condiciones de luz y temperatura muy específicas.

Una vista de la exposición / BIBLIOTECA NACIONAL (X)

Fragmentos y resonancias

El edificio de la Biblioteca Nacional tiene muchas curiosidades. Una de ellas es que alberga, en la cara opuesta, el Museo Arqueológico Nacional (MAN). Estos días, en esta institución hermana, el visitante puede dar con una exposición temporal del artista Bernardí Roig, quien ha escrito que el MAN es el templo del fragmento.

“Todos los objetos que alberga están incompletos. Incluso si un objeto está completo -o se completa- nunca se le ha añadido nada que no pudiese formar parte de él. En este caso, un entramado de resonancias, desbordamientos, ecos y fricciones, que invita a mirar el Museo de otra manera: un susurro al pasado, tenue pero insistente”, escribe Roig. La voluntad de la BNE es antagónica: quiere ser lo más exhaustiva posible en la recopilación del patrimonio bibliográfico y documental, pero el Papiro de Ezequiel permite entrever que los ecos, aunque no siempre sean nítidos, pueden ser prodigiosos.