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El banco de alimentos para bebés que combate la pobreza infantil: “Mi hija usaba un pañal al día”

Baby Despensa, impulsado por la ONG EnriquezArte y la Fundación Meridional, ofrece cada miércoles en Barcelona un lote de leche, pañales y potitos comprados a precio de mercado

Ana Carrasco González

Noreen con su hija Rumaisa en el banco de alimentos para bebés / ANA CARRASCO

“En casa somos siete. Mis hijos mayores tienen 16, 14 y 12 años. Luego está Hassan de cinco” –dice Noreen, mirando al pequeño que se esconde entre sus piernas– “y esta es Rumaisa, que apenas tiene un año”.

La joven de 34 años sostiene a su bebé con un brazo, mientras que con el otro sujeta el carrito. “Mi marido gana 800 euros al mes y nos da para muy poco”, añade con voz trémula, pero aguantando la sonrisa.

Pañales, leche y potitos

Es miércoles y en el número 26 de la calle Teide, en el barrio de Turó de la Peira (Barcelona), se aúnan madres para recoger su cesta personalizada con productos para bebés de entre 0 y 3 años. Dentro, hay pañales, leche y potitos. “Si no fuera por esto, a veces tendría que dejar a la niña con un solo pañal al día. Así, al menos, puedo cambiarla. Antes mi hija usaba uno al día”, confiesa Noreen, quien llegó de Pakistán a Barcelona en 2002, porque “la vida era mejor que allá”.

Interior de una cesta de Baby Despensa / ANA CARRASCO

Entre ellas, no hay preguntas inquisitivas ni miradas de juicio. Aquí, la ayuda es directa, humana y sin burocracia innecesaria. Esto es Baby Despensa, el primer banco de alimentos para bebés en España. 

Un ahorro importante

El proyecto impulsado por la ONG EnriquezArte y la Fundación Meridional ya se ha convertido en un pilar fundamental para 30 familias en situación de vulnerabilidad. Cerca del 11% crece sin acceso a lo esencial para una vida digna, mientras que, según datos de UNICEF basados en el indicador AROPE, hasta un 34,5% de los menores de 18 años se encuentra en riesgo de pobreza o exclusión social. Detrás de estas cifras hay infancia truncada, familias que sobreviven con lo mínimo y un futuro incierto que pesa. 

La cesta de Noreen / ANA CARRASCO

Este banco de alimentos es exclusivo para bebés, cuya crianza supone un alto coste. Solo en pañales, leche y potitos, una familia puede gastar entre 40 y 70 euros semanales, una cantidad significativa para familias que deben decidir entre pagar el alquiler o alimentar a sus hijos. “Cada uno tiene su propia dieta y productos”, explica Mineudys Albornett, coordinadora de voluntarios internacionales. “Si el bebé es celíaco o intolerante a la lactosa, necesitamos un informe avalado por su pediatra para garantizar su bienestar”, añade.

El 90% es comprado a precio de mercado

El 90% de los productos que se reparten en Baby Despensa son comprados a precio de mercado. Solo una pequeña parte proviene de donaciones, pues los alimentos deben cumplir estrictas normativas de conservación. “Si alguien quiere donar, lo mejor es que sean productos no perecederos o ropa en buen estado”, explica Albornett.

Beneficiarias recogiendo sus cesta / ANA CARRASCO

Alrededor, otras madres entran con la misma rutina que Noreen. Recogen su cesta, revisan las donaciones de ropa, buscan lo que necesitan y se marchan con una sonrisa, siempre con un “gracias” sincero en los labios. “Ellas no abusan. Si no lo necesitan, no piden más”, comenta la joven de 33 años tras despedir a las dos mujeres que salen por la puerta con su carro de la compra lleno. 

De 0 a 3 años

“Las madres que reciben ayuda pasan por un proceso de selección a cargo de trabajadores sociales, quienes verifican su situación. Cada tres meses realizamos una rotación, porque solo podemos brindar apoyo hasta que los niños cumplen tres años. Ahora, cinco nuevas familias ingresarán al programa”, explica Jean Ben-Illouz, fundador de EnriquezArte. La organización tiene capacidad para atender hasta 70 familias, pero actualmente solo llega a 30. “En Barcelona queremos llegar a las 100 familias”, enfatiza. 

Dos voluntarias colocando los alimentos en las cestas / ANA CARRASCO

Con sedes en Madrid, Barcelona y Valencia, Baby Despensa aspira a llegar a más de 500 beneficiarios y convertirse en un apoyo estable para familias que se encuentran en situación de exclusión social. Hasta la fecha, ha repartido más de 16 toneladas de productos, entre ellos 365.856 paquetes de pañales, 65.521 potitos y 56.161 bricks y botes de leche. 

Atención psicológica

Ben-Illouz conoce bien la complejidad de esta labor. Hace nueve años que llegó a Barcelona desde Francia, dejando atrás una carrera en ingeniería financiera. “He tenido una buena vida, pero quería ir a un lugar donde me sintiera bien y donde pudiera ayudar”, cuenta. Encontró en Turó de la Peira un microcosmos de diversidad y necesidad. “El barrio tiene 97 nacionalidades distintas y más de la mitad de su población no ha nacido en Europa. Aquí otros ven un problema; yo veo una oportunidad increíble de crecimiento y cohesión social”, afirma.

Jean Ben-Illouz, fundador de EnriquezArte / ANA CARRASCO

“Muchas de estas mamás no tienen redes de apoyo. La mayoría son migrantes y, en muchos casos, madres solteras. Vienen no solo por la ayuda material, sino porque aquí encuentran un espacio seguro donde sentirse escuchadas”, cuenta Ben-Illouz. Baby Despensa también ofrece un acompañamiento integral que incluye atención psicológica. “Si notamos que alguien necesita apoyo emocional, le sugerimos ver a un psicólogo de nuestra ONG”, añade.

Ser madre en la soledad de la migración

Las historias que llegan a Baby Despensa son un reflejo de una realidad mucho más amplia. La mayoría de las beneficiarias están en situación irregular, otras comparten viviendas precarias con desconocidos. Algunas han escapado de la violencia de género y viven en centros de acogida con sus bebés.

Una madre firma su asistencia para recoger la cesta asignada / ANA CARRASCO

Jean Ben Illouz recuerda un caso que lo marcó. “Una madre joven, de 22 años, me llamó un viernes por la noche diciendo que no podía más, que iba a tirar a su bebé por la ventana y que se iba a tirar ella. Estaba al límite, sin trabajo, compartiendo piso con demasiada gente y en una situación de mucha vulnerabilidad. Esos momentos de crisis extrema son los que más nos duelen, pero también los que nos confirman la importancia de lo que hacemos”, comparte. Su hija tenía entonces apenas 14 meses.

La solidaridad

Son casi las 16.30 horas y las últimas cajas esperan ser recogidas. De repente, una señora mayor cruza la puerta con paso decidido. “Hola, vengo a recoger la leche de mi nieta”, informa a las voluntarias. “Entendemos perfectamente si surge algún contratiempo y no pueden venir –explica una de las voluntarias–, pero les pedimos que nos avisen. Si faltan más de dos veces sin previo aviso, tenemos que suspender la entrega y volver a incluirlos en la lista de espera. Podemos guardar la cesta, claro, pero no queremos que esto se convierta en una costumbre de vengo cuando me va bien”.

Una madre se lleva la comida para su hijo / ANA CARRASCO

En la sala aún quedan algunas prendas donadas y juguetes que, si no encuentran dueño hoy, serán llevados al punto verde para seguir su camino. La logística es un reto constante; cuando un niño cumple tres años, su familia deja de recibir apoyo y otra toma su lugar. Cada caso es evaluado minuciosamente por trabajadores sociales, garantizando que la ayuda llegue a quienes más la necesitan. Pero hay algo que no cambia; la tranquilidad de una madre al saber que, al menos por un tiempo, sus bebés tendrán lo esencial. Y así, con cada cesta entregada, la rueda de la solidaridad sigue girando una semana más.