Gaza se queda sin agua potable

Esta crisis humanitaria extrema amenaza la supervivencia de miles de personas ante el colapso total del sistema de distribución

Niños palestinos cargan bidones llenos de agua distribuida por un camión cisterna en Gaza / Omar Ashtawy - EP
Niños palestinos cargan bidones llenos de agua distribuida por un camión cisterna en Gaza / Omar Ashtawy - EP

La Franja de Gaza enfrenta una de las crisis humanitarias más severas de los últimos tiempos, con una emergencia hídrica que amenaza con dejar sin agua potable a decenas de miles de personas en los próximos días. La escasez crítica de combustible está a punto de paralizar los sistemas de abastecimiento de agua en varias zonas del sur, especialmente en Khan Younis, donde el 96% del agua distribuida a diario podría desaparecer.

Según datos recopilados por organizaciones humanitarias sobre el terreno, la distribución diaria de agua presenta un déficit alarmante: más del 61% en proveedores públicos y hasta un 85% entre proveedores privados. Esta grave situación podría dejar a al menos 78.000 personas sin acceso a agua segura solo en el sur del enclave palestino.

Una previsión devastadora

La situación se ha deteriorado dramáticamente desde el inicio de la actual guerra. El 89% de las infraestructuras de agua y saneamiento de Gaza han sido dañadas o destruidas, incluyendo 238 pozos y segmentos clave de la principal tubería que abastece la región, la Mekerot. Las plantas desalinizadoras, pozos y sistemas de bombeo operan a menos del 58% de su capacidad prebélica, lo que ha llevado a que el 90% de la población viva sin acceso regular a agua potable.

Un niño espera en la fila para buscar agua al norte de la Franja de Gaza   Rizek Abdeljawad   EP
Un niño espera en la fila para buscar agua al norte de la Franja de Gaza / Rizek Abdeljawad - EP

A medida que se agotan las reservas de combustible, la previsión es devastadora: 122 instalaciones municipales dejarán de funcionar a finales de junio, lo que podría afectar a más de un millón de personas en toda Gaza. Estas instalaciones incluyen pozos, estaciones de bombeo de aguas residuales y plantas de tratamiento, todos dependientes del combustible para operar.

La pieza clave: el combustible

Lejos de ser un recurso logístico más, el combustible se ha convertido en el pilar que sostiene lo que queda de la infraestructura humanitaria. Las plantas depuradoras requieren 10.000 litros diarios para seguir operativas. Una sola organización de distribución de agua necesita 260 litros cada día, mientras que una empresa local de suministro en las zonas central y sur requiere más de 440 litros diarios. Sin este suministro esencial, se colapsan los servicios más básicos como el agua, el saneamiento, la salud y la alimentación.

Un acceso humanitario urgente y sin restricciones –tanto a través de los pasos fronterizos como dentro del propio territorio– es imprescindible para evitar una catástrofe sanitaria aún mayor. La falta de agua potable puede desencadenar brotes epidémicos, agravar la desnutrición y multiplicar el riesgo de enfermedades transmitidas por el agua en una población ya profundamente vulnerable.

La respuesta de Acción contra el Hambre

Ante el colapso inminente, la ONG Acción contra el Hambre mantiene más de 100 puntos de suministro de agua mediante camiones cisterna en la ciudad de Gaza, Deir el Balah y otras zonas del sur. En el norte, sin embargo, las operaciones están completamente paralizadas por órdenes de desplazamiento y restricciones de movilidad impuestas por el conflicto.

La organización también apoya centros de salud y campamentos de personas desplazadas con acciones integrales: nutrición, higiene, distribución de alimentos en colaboración con cocinas comunitarias y ayudas económicas a hogares vulnerables.

Una catástrofe evitable

No obstante, los equipos humanitarios han observado otro indicio de la gravedad de la crisis: la reducción en la cantidad de residuos sólidos recolectados. Lejos de ser una buena noticia, esta disminución se debe a que muchas familias están quemando basura para usarla como combustible, una práctica insalubre y tóxica que revela la desesperación ante la escasez.

La comunidad internacional se enfrenta a una decisión urgente: permitir el acceso libre e inmediato de combustible y ayuda humanitaria a Gaza o ser testigo del colapso total de su sistema de agua potable. En medio de los escombros y el conflicto, lo que está en juego es la vida misma: sin agua, no hay supervivencia.