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Esta fue la primera tienda de la cadena Polvillo: 80 años de historia de Sevilla

Ocho décadas después de abrir su primer horno, la panadería sigue siendo un referente del comercio de barrio en la ciudad hispalense

Ana Carrasco González

La primera tienda de la cadena Polvillo / POLVILLO

En mi colegio, había recreos y recreos. Los había de bocadillo envuelto en papel de plata, y los había también con pan del Polvillo, envueltos en ese fino papel blanco con la caricatura del panadero sonriente, de los que solo quedaban migajas en las rodilleras del chándal. Además, si sacabas buenas notas –nada de sufi, sino de notable pa’arriba–, tu madre te llevaba al Polvillo al salir del cole para merendar un Bollycao de aquellos que antes venían rellenos de chocolate hasta los topes.

Muchos años después de terminar mi etapa escolar, todavía me encuentro con un bocata del Polvillo cada vez que cojo el AVE de camino a Barcelona. Y es que las costumbres que huelen a hogar no caducan nunca. Quizá muchos lectores no sepan de qué cadena hablo, pero no hay sevillano que no le haya pegado un buen mordisco a esta tradición. Aquí su historia, y cómo lucía su primera tienda hace 80 primaveras.

La historia del Polvillo empieza en Maestro Falla

En 1957, en la calle Maestro Falla del Cerro del Águila, abrió sus puertas una pequeña tienda de ultramarinos. Estaba situada a escasos metros de una fábrica de pan fundada 16 años antes por Fernando Polvillo García. La tienda, gestionada por su hijo Fernando Polvillo, vendía leche, huevos, café al peso y jamón al corte, además del pan que elaboraban cada día en el horno familiar. Así comenzaba la historia comercial de Polvillo, una de las panaderías más reconocidas de Sevilla.

Montaje de hornos termocares para el pan / POLVILLO

La apertura de esta tienda marcó un punto de inflexión en la trayectoria del negocio familiar. Hasta entonces, el pan se distribuía principalmente a domicilio, pero Polvillo optó por un modelo más cercano al autoservicio. El establecimiento funcionaba como tienda de barrio, atendido por las tías del joven empresario, Francisca y Fé, quienes se trasladaron desde Salteras para impulsar el proyecto. Pronto, la tienda se convirtió en punto habitual de compra para los vecinos, en una época en la que la cercanía y la confianza eran, más que valores añadidos, condiciones básicas para fidelizar clientes. 

Cercanía, trato directo y productos de uso diario

“El concepto era claro; una tienda de barrio que ofrecía algo más que pan. Cercanía, trato directo y productos de uso diario”, resume Lola Polvillo, actual responsable comercial de la marca, en declaraciones al diario ABC.

A partir de esa primera experiencia positiva, llegaron nuevas aperturas en barrios como Los Pajaritos, El Juncal o El Plantinar. La expansión se llevó a cabo de manera progresiva, sin perder la identidad original de la marca. 

Desde bollería y empanadas, hasta bocadillos y productos envasados

Sus tiendas ofrecen actualmente bollería, empanadas, bocadillos y todo tipo de productos envasados, en una oferta pensada para el consumidor urbano y de paso, pero sin renunciar al pan como producto central. Asimismo, han seguido funcionando con un modelo que prioriza el trato con el cliente, el conocimiento del barrio y la gestión directa. En muchos aspectos, su crecimiento ha sido más cualitativo que cuantitativo.

Dependientas en una tienda de Polvillo / POLVILLO

Frente a la presión de las grandes superficies, las cadenas de supermercados y el pan industrial, la permanencia del Polvillo ofrece una alternativa que no necesita enfatizar lo artesanal ni lo nostálgico; simplemente, funciona. “Mantenemos la esencia de tienda de barrio adaptada a los nuevos tiempos”, señala Lola Polvillo. Y en ese equilibrio se ha sostenido la marca, sin grandes campañas ni giros de identidad.

Un cliente que no quiere pan congelado

Ahora que todo cambia a la velocidad de los stories de Instagram, el Polvillo resiste. No por inercia, sino porque ha sabido adaptarse sin disfrazarse. Porque sigue existiendo un tipo de cliente que no quiere una macropanadería industrial, que no se conforma con pan congelado ni con bollería que parece de plástico. Y porque, en definitiva, sigue habiendo personas que valoran que el pan venga envuelto en un papel que te recuerda quién eres, de dónde vienes y por qué ese bocadillo sabe a casa.

Polvillo es un punto de encuentro, aroma a infancia, una forma de decir que Sevilla no olvida lo que le sale bien del horno.