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Las webcams eróticas: una alternativa a la que recurren cada vez más mujeres y clientes

La crisis económica y la reducción de movilidad por la pandemia impulsan las páginas porno con servicios en directo, cuyos controles para garantizar que no intervienen menores son muy laxos

Publicidad de webcams eróticas / BONGACAMS
Publicidad de webcams eróticas / BONGACAMS

El miedo al contagio por coronavirus ha limitado las interacciones físicas. Saludar con un abrazo o con dos besos en la mejilla se ha sustituido por un choque de codos, o se ha restringido a un simple ¡hola¡. La intimidad que ofrece la cercanía no la dan plataformas como Skype o Zoom, pero son muchos los que han encontrado en las videollamadas un placebo para saciar su necesidad de contacto. Las relaciones sexuales casuales también se han sustituido por opciones más seguras.

El tráfico de pornografía en internet creció durante la pandemia. Un estudio publicado en la revista Nature en noviembre de 2020 asegura que “las búsquedas de pornografía aumentaron significativamente en aquellos países donde se aplicaron confinamientos domiciliarios: China, Italia, España y Francia”. Según el mismo informe, "a finales de marzo de 2020 se observó un aumento del 25% en el tráfico de la página Pornhub en comparación con los últimos 4 años". Además, este fue un período difícil en el que algunos perdieron su puesto de trabajo o su empresa no tuvo más remedio que aplicar un expediente de regulación temporal de empleo (ERTE). Para salir adelante económicamente, algunas personas --en su mayoría mujeres-- vieron en las páginas de webcam erótico una salida.

Sobrevivir a la pandemia

Silvia (nombre ficticio) tiene 25 años y a los 22 decidió ejercer la prostitución. “Tenía todo tipo de clientes, desde directivos de equipos de fútbol hasta famosos que salen en programas de televisión”, afirma. Todo cambió durante la pandemia. Al no poder quedar en persona con sus clientes, decidió probar suerte en páginas especializadas en ofrecer servicios sexuales online como Pasion.com. En poco tiempo se hizo con una cartera de usuarios asiduos: “Tengo desde árabes que viven en Marbella con mucho dinero y que me quieren invitar a pasar el fin de semana en su casa, hasta gente de Galicia, Barcelona y de otros países”. Finalmente, el número de servicios se multiplicó y le generó una importante fuente de ingresos. “Tuve que hacerme autónoma. Fue un boom, aún hoy mantengo a estos clientes y no pienso volver a la prostitución”, explica.

La historia de Irene (también un nombre ficticio) es parecida. Tiene 33 años y antes de la pandemia nunca había realizado ningún servicio sexual. “Me quedé sin trabajo y me vi obligada por las circunstancias a ejercer la prostitución. No me gustó la experiencia y vi en las webcams una oportunidad”, relata a Consumidor Global. Para Irene, esta actividad es temporal. Su vocación es ser profesora de yoga y nutricionista. “Estoy estudiando para poder dejarlo pero, hasta que pueda trabajar de lo que me gusta, va a pasar un tiempo”, reconoce. Su caso es diferente. No gana tanto dinero como Silvia, aunque sí lo suficiente como para mantenerse. “Las chicas más famosas son las que más seguidores tienen, y suelen ser jovencitas”, asegura.

Evitar la explotación infantil

La juventud es una ventaja para ganar dinero en este tipo de páginas. Hay muchos hombres que prefieren un perfil que roza la adolescencia. Para evitar la explotación infantil, muchas webs como OnlyFans o  BongaCams obligan a las aspirantes a enviar una copia del Documento Nacional de Identidad (DNI) o del pasaporte para comprobar que efectivamente son mayores de edad. Sin embargo, en otros sitios, como Pasion.com o Mileroticos, con sólo registrarse ya es suficiente. Entonces, ¿cómo sabe el cliente si la persona que está al otro lado tiene más de 18 años? No puede estar seguro de ello. “Es un contrato con la página web en el que se acepta la edad que tiene. Las webs no tienen responsabilidad más allá de eso hasta que es conocedora de que una de las participantes es menor”, explica Adrián Jiménez, abogado de Legálitas.

Consumidor Global ha interpelado a la Policía Nacional sobre sus operaciones para evitar que las páginas webs eróticas incluyan a menores de edad, pero ha rehusado desvelar información sensible acerca de la lucha contra la pornografía infantil. En ocasiones, las trabajadoras también han aceptado servicios de menores de 18 años que han ocultado su edad, pero cuando se han dado cuenta, han cortado la emisión. “Tengo clientes jóvenes, pero cuando son menores les digo que no. Me han llegado a contactar por Instagram chicos de 16 o 17 años, pero les expulsé de mi canal”, asegura Irene.

Campaña contra la prostitución de la Policía Nacional / EUROPA PRESS
Campaña contra la prostitución de la Policía Nacional / EUROPA PRESS

Cero responsabilidades

Las páginas de contenido erótico están obligadas, como cualquier empresa, a cumplir la ley. Pero en este ámbito, a veces, los controles no son suficientes. Con rellenar un formulario, cualquiera puede crear un perfil en algunas páginas. Normalmente es suficiente con indicar en la casilla correspondiente que se tiene más de 18 años. En muchos casos, las medidas de seguridad pueden fallar. “Son bots (robots) los que detectan esto o usuarios que denuncian a otros. El castigo suele ser el cierre de la página, pero puedes abrir otra con otro nombre”, asegura Jiménez.

Las webcams eróticas funcionan con un sistema de pago por puntos. Las chicas se conectan e interactúan con los usuarios. Los animan a enviar puntos --parecidos a los like de Facebook-- en forma de pagos. Mientras más puntos obtengan, mayor es la recompensa, que puede ser desde quitarse la ropa o hasta donde la chica permita. Otras páginas, como Salir.com, se asemejan en su funcionamiento al de Milanuncios.com. Las chicas publican su anuncio y se citan con los chicos por Whatsapp o en Skype. El precio suele rondar los diez euros por diez minutos de sesión, y aumenta si el cliente reclama más tiempo. Según Silvia, esta opción impide que muchas menores accedan a publicar sus anuncios. “Antes de hacer la webcam me tienes que ingresar el dinero --el pago se suele realizar por Bizum-- y va a la cuenta del banco. Pero las menores no suelen tener acceso a no ser que tengan el permiso de la madre”, concluye.

 

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