Doce pueblos con encanto olvidados: ideales para hacer una escapada y enamorarse de la España vacía

Dormir en un monasterio cisterciense del siglo XII, visitar las 374 bodegas subterráneas de Baltanás o cruzar El puente colgante de Zuheros es algo que hay que hacer al menos una vez en la vida

Allo, en Navarra, uno de los pueblos con encanto olvidados que protagonizan el Calendario de la España Vacía / GRUPO DRIVEN
Allo, en Navarra, uno de los pueblos con encanto olvidados que protagonizan el Calendario de la España Vacía / GRUPO DRIVEN

Los hombres abandonaron este lugar de vida contemplativa para trasladarse a otros lares. La comunidad, exclusivamente femenina, se incorporó a la Orden del Císter, y así fue como el único monasterio habitado por mujeres desde hace más de 850 años se convirtió en un centro cultural y de plegaria encaminado al servicio divino. 

Parece la sinopsis de la última secuela de El Cuento de la criada, pero es la historia de Vallbona de les Monges, uno de los doce pueblos con encanto que protagonizan el Calendario de la España Vacía, una iniciativa que tiene el objetivo de visibilizar y reivindicar los pueblos olvidados de nuestro país, promover el patrimonio histórico que atesoran y, sobre todo, poner en el centro a las mujeres que los mantienen vivos.

Núria, el silencio y las noches estrelladas

“Aquí todavía se escucha el silencio”, describe Núria (62 años), una de las 90 personas que viven en Vallbona de les Monges, este pequeño municipio que se encuentra a caballo entre las tierras de Lérida y Tarragona. Núria, que tiene a su familia en Barcelona, conoció a un hombre que trabajaba en la cooperativa del pueblo y se mudó por amor.

Las protagonistas del Calendario de la España Vacía con el pueblo Vallbona de les Monges de fondo / GRUPO DRIVER
Cuatro protagonistas del Calendario de la España Vacía con el pueblo de Vallbona de les Monges de fondo / GRUPO DRIVER

“Quería vivir en contacto con la naturaleza y aquí te das cuenta de los cambios de estación en el paisaje, en los pequeños montes”, asegura Núria, que trabaja en El Rosal, un obrador de galletas artesanas de Tárrega, a 20 kilómetros de Vallbona. “¿Qué destacaría? La tranquilidad, los olivos, los almendros, los viñedos, las noches estrelladas y el monasterio, claro”, sentencia.

La ruta del Císter

El origen del pueblo se remonta al siglo XII, cuando se empezó a construir la abadía femenina de Santa Maria de Vallbona de les Monges. Este monasterio, que mezcla el estilo románico con la arquitectura gótica, fue declarado Monumento Nacional en 1931 y actualmente ofrece un servicio de hospedería y un refugio para grupos.

El claustro del Monestir de Santa Maria de Vallbona / MONESTIR VALLBONA
El claustro del Monestir de Santa Maria de Vallbona / MONESTIR VALLBONA

“Actualmente las monjas cuidan de una hospedería donde tanto jóvenes y chicas, estudiantes, religiosos, y matrimonios, como toda persona que desee pasar unos días de oración, de reflexión y tranquilidad, descubrirá un clima adecuado para encontrarse consigo mismo y con Dios”, destacan en la página web del monasterio. Los viajeros también disponen de un par de casas rurales que se anuncian en Airbnb a precios económicos.

Otros pueblos con encanto olvidados

Si el monasterio es el principal patrimonio histórico de Vallbona, los once pueblos restantes que figuran en el Calendario de la España Vacía “también han sabido reconvertir su patrimonio y son localidades espectaculares que la gente no conoce”, asegura a este medio Sergio Moreno, director de marketing de Grupo Driver, la red de centros especializados en neumáticos que promueve la iniciativa.

"A mí me genera una curiosidad especial Paredes de Nava, un pueblo de Castilla y León que destaca por tener un patrimonio histórico brutal. Sus edificios y el casco antiguo en general son una auténtica maravilla", apunta Moreno sobre una de las doce localidades elegidas para la quinta edición de este calendario inspirado en el de Pirelli, pero que es su antítesis.

Paredes de Nava
Paredes de Nava, en Palencia

El Calendario de la España Vacía

El humilladero y las casas solariegas de Allo (Navarra); el antiguo alcázar de la época árabe construido para defender la Barbitania, actual Barbastro, de Alquézar (Huesca); la recién estrenada Vía Verde de Nofuentes (Burgos); la ermita románica y el hotel rural que regentan Almudena y su hermana en Montejo de Tiermes (Soria); la antigua ferrería que pone de manifiesto el importante pasado económico de la Huerta de Abajo (Burgos); el Castillo de Yanguas (Soria), que ha sido catalogado como  uno de los pueblos más bonitos de España; las Ermitas de la Soledad y de Santa Bárbara de Rueda de la Sierra (Guadalajara); las 374 bodegas subterráneas, la gastronomía y los ocho apellidos baltanasiegos de Andrea en Baltanás (Palencia); el Parque de los Desvelados en Abárzuza (Navarra); los trazados medievales de las calles de Paredes de Nava (Palencia); y El puente colgante de Zuheros (Córdoba); conforman un elenco inigualable de rincones recónditos que hay que visitar al menos una vez en la vida.

Alquézar (Huesca)
Alquézar (Huesca)

Desde la empresa promotora explican que el calendario "ejemplifica el cambio de paradigma que supone pasar unos días de vacaciones o de escapada de fin de semana en un entorno rural o, incluso, instalarse en una de las poblaciones de la España vacía de forma definitiva".

Clara y otra forma de vivir

Clara nació el 12 de abril de 1999 en Barcelona. Cuando era pequeña, sus padres compraron una pequeña casa de piedra en Llorens de Rocafort, el pueblo vecino a Vallbona. En 2016 conoció a su pareja e iniciaron una relación a distancia hasta que llegó la pandemia. “Me quedé embarazada y me mudé a Vallbona”, relata.

Panorámica de Vallbona de les Monges, el pueblo en el que vive Clara
Panorámica de Vallbona de les Monges, el pueblo en el que vive Clara

Así fue como esta joven, graduada en Educación Social, dejó su vida en la ciudad y terminó cuidando a un rebaño de ovejas y vendiendo la carne de cordero a los restaurantes de la zona. “Cuando bajo a Barcelona a ver a mi familia y a mi grupo de amigos de toda la vida, me doy cuenta del ritmo frenético de la ciudad y de lo agobiante que es. Sales a la calle y no conoces a nadie, ni a los vecinos de tu edificio. Mientras que aquí, en Vallbona, rodeada de naturaleza, todo es más reposado. Es otra forma de vivir”.

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