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Málaga era una fiesta: así es la mansión donde Hemingway celebró su 60 cumpleaños
El Premio Nobel de Literatura escribió ‘El verano peligroso’ en La Cónsula, una villa ajardinada de arquitectura señorial que en la actualidad acoge una flamante Escuela de Hostelería
En la madrugada del 2 de julio de 1961, Ernest Hemingway bajó al sótano de su finca de Idaho, cogió su escopeta favorita, subió al vestíbulo, colocó dos balas del calibre doce, puso el extremo del cañón en su boca y apretó el gatillo. En su mesilla estaban las entradas para la Feria de San Fermín, en Pamplona, una fiesta de la que disfrutó en diez ocasiones. La vida y muerte del toro es una de sus pasiones que más ha trascendido, pero lo cierto es que el Premio Nobel de Literatura también conoció a fondo Madrid, ciudad en la que se instaló durante la Guerra Civil; bebió absenta en el bar Marsella de Barcelona; cató los mejores vinos en las bodegas de La Rioja; se bañó en la Malvarrosa; y pasó un verano, con fiesta incluida, en una mansión de Málaga.
Justo un par de años antes de quitarse la vida, en mayo de 1959, Hemingway aceptó la invitación de los Davis, un matrimonio californiano amigo del célebre escritor estadounidense, y se instaló en La Cónsula, una villa ajardinada de arquitectura señorial, ubicada en el distrito de Churriana, que en la actualidad acoge y da nombre al restaurante de la Escuela de Hostelería de Málaga. Describir el lugar, cuando el autor de El viejo y el mar ya lo hizo, carece de sentido.
Hemingway y su llegada a La Cónsula
“Tras desembarcar en Algeciras nos dirigimos a casa de la familia Davis, Bill, Annie y sus dos pequeños, en una villa llamada La Cónsula situada en las montañas que rodean a Málaga. Había una verja ante la que montaba guardia un hombre cuando no estaba cerrada. Luego venía un largo camino de grava rodeado de cipreses. Tenía un jardín tan precioso como el Botánico de Madrid. La casa era enorme, magnífica y fresca, de habitaciones espaciosas y alfombras de esparto en cada una de ellas y en los corredores; en todas partes se encontraban muchos libros, viejos mapas y buenos cuadros adornando las paredes”.
“Había una piscina que llenaban con agua proveniente de un manantial de la montaña y no tenían teléfono. Se podía ir descalzo pero en mayo hacía frío y los mocasines resultaban más apropiados para las escaleras de mármol. Comíamos estupendamente y bebíamos bien. Nos dejábamos en paz unos a otros y, cuando al levantarme por la mañana salía al balcón que recorría toda la fachada del segundo piso y miraba por encima de los pinos del jardín hacia las montañas y el mar al tiempo que se oía silbar al viento entre los árboles, entonces comprendía que nunca había estado en un sitio más hermoso. Era ideal para trabajar y comencé a escribir enseguida”.
‘El verano peligroso’
¿Por qué Málaga? Ernest Hemingway se alojó en La Cónsula para escribir una serie de artículos, encargados por Life Magazine, sobre la rivalidad taurina entre dos grandes del toreo de aquellos años: Antonio Ordóñez y Luis Miguel Dominguín, ambos amigos del escritor.
Una vez finalizado, el editor A. E. Hotchner ayudó al Nobel de Literatura a recortar el texto final, que se publicó por entregas en la citada revista y de forma íntegra en un libro titulado El verano peligroso.
Málaga era una fiesta
“Aquí celebró, con una fastuosa fiesta, su 60 cumpleaños”, se puede leer en la placa que el Ayuntamiento de Málaga colocó en honor al autor de Adiós a las armas en la entrada de La Cónsula.
Aquel 21 de julio, para celebrar los cumpleaños de Ernest Hemingway y Carmen Dominguín, mujer de Antonio Ordóñez, se sirvió un potaje de garbanzos con arroz que no convenció al público, mayoritariamente extranjero, más dado a los buenos brebajes. Entre ginebra y ginebra, dicen que un invitado entró en el interior de la vivienda montado en un burro, y, para rematar el jolgorio, lanzaron fuegos artificiales con tan mala puntería que se incendió una de las palmeras del jardín del edén y tuvieron que acudir los bomberos. Por suerte, si la fiesta se celebrase hoy, sesenta años después, los asistentes disfrutarían de mejores ágapes.
El restaurante
Desde 1973, La Cónsula pertenece al ayuntamiento, que la restauró para convertirla, de la mano de la Junta de Andalucía, en la sede de la Escuela de Hostelería de Málaga.
Así, cuando empiezan los cursos formativos, los que lo deseen pueden reservar en el aula-restaurante de la escuela y disfrutar de algunas de las creaciones de los futuros chefs, por entre 20 y 36 euros, antes de dejarse perder por un jardín tan precioso como el Botánico de Madrid, y escuchar, al fondo, detrás de los cipreses, Por quién doblan las campanas.
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