La tienda de marcos que perdura clavada en la Barcelona de 1939: "No se ha tocado ni un ápice"

El abuelo del actual propietario abrió El Marco de Oro en el corazón del Eixample recién acabada la Guerra Civil española, y el local permanece intacto

El escaparate de El Marco de Oro / SIMÓN SÁNCHEZ
El escaparate de El Marco de Oro / SIMÓN SÁNCHEZ

Es inevitable detenerse un momento, curiosear los antiguos carteles expuestos en el escaparate y recordar… La Harina Lacteada de Nestlé, el Cacaolat helado, la Exposición Internacional del 29, el circuito de carreras de Montjuïc, un brandy Veterano de Osborne, el limpiabotas abriendo la antigua caja metálica Nugget y ese olor a betún mezclado con el humo de los Tabacos y Cigarrillos canarios. Son anuncios cargados de reminiscencias. Un viaje al pasado. Como al cruzar el umbral de la puerta del número 145 de la calle Pau Claris y adentrarse en esta tienda de marcos a medida y elementos decorativos que perdura, impasible al paso del tiempo, clavada en la Barcelona de 1939.

"No se ha tocado nada, ni un ápice", asegura Carlos Puigsech, propietario de El Marco de Oro, el comercio que abrió su abuelo en el corazón del Eixample recién acabada la Guerra Civil española, cuando "predominaba el estraperlo y casi todo se pagaba a cambio de otra cosa". Ahora que de todo eso hace 85 años, El Marco de Oro es una fotografía velada de otra época. Una rara avis que permanece intacta entre supermercados 24 horas y cadenas de panaderías. Un lugar al que entrar. 

El Marco de Oro

“Hacemos lo mismo que hacía nuestro abuelo cuando se instaló aquí hace más de 80 años”, explica Carlos al tiempo que mira a su hermano y compañero de fatigas y le pregunta: “¿Oi que sí, Joan?”. Este asiente mientras pule y redondea las esquinas de un marco de madera. Y apunta, sin ironía: “Nos hemos mantenido clavados”.

Joan trabajando en El Marco de Oro / SIMÓN SÁNCHEZ
Joan trabajando en El Marco de Oro / SIMÓN SÁNCHEZ

Así, sobre los motivos florales del suelo hidráulico de finales del siglo XIX, se elevan un par de mesas repletas de herramientas de carpintería y cuatro imponentes torres con los marcos a escoger. “Nosotros solo gastamos madera, aunque ahora está protegida, y los marcos cuestan entre 50 y 200 euros, dependiendo del tamaño y del material”, cuenta Carlos, que se queda pensativo. Como recordando. Y sentencia: “La madera de antes era mucho más buena”.

Las torres con los marcos a elegir / SIMÓN SÁNCHEZ
Las torres con los marcos a elegir / SIMÓN SÁNCHEZ

Una clientela variopinta

Aún conservan algunos clientes de toda la vida, pero su público es, sobre todo, extranjero, asegura Carlos. “Vienen colombianos ricos que se mudan aquí buscando seguridad. Nos traen de todo: obras de su país, cosas de la familia... Y las enmarcan”.

Fundadas en 1915 en la Gran Via de les Corts Catalanes, las difuntas Galerías Layetanas, donde expusieron Pablo Picasso y Joan Miró, también acudían a El Marco de Oro a enmarcar algunas de las obras que exponían. “Ahora vienen los colombianos y algunas empresas. Ikea nos pidió enmarcar una serie de pinturas y se las enviamos a sus oficinas. Es curioso, porque lo que hacen ellos no son marcos. Ni siquiera utilizan vidrio. Es barniz con pasta prensada de papel y un sucedáneo del vidrio”, relata el dueño.

Un trabajo reposado

Cuando él empezó en el negocio familiar, en los años 80, esta zona del Eixample era “un barrio de condes y marqueses arruinados en el que solo quedaban los hijos de la aristocracia que construyó aquí sus palacios” a principios de siglo. Por eso “han cerrado tantas tiendas de marcos. Somos los únicos que quedamos en la zona. Nadie se atreve a abrir una. Esto no es como un bar”, prosigue su relato.

El Marco de Oro tiene una pequeña fábrica fuera de Barcelona y en el local de la calle Pau Claris “acabamos los trabajos sin estresarnos demasiado. Venimos, hacemos marquetería a mano y volvemos a casa, que la tenemos aquí al lado”.

Carteles vintage

Hasta los americanos les piden a Carlos y Joan que se hagan fotografías con ellos frente al escaparate de la tienda. “Si cobrase un euro por cada foto que se hacen…”. Sin duda, los carteles vintage son el anzuelo que atrae la mirada de los transeúntes y les invita a entrar en este singular comercio, casi centenario, del centro de la ciudad. 

“Hacemos reproducciones exactas de los originales, que los tenemos bien guardados y no están en venta, pero en España no se compran cosas antiguas. No es como en Estados Unidos”, lamenta Carlos. 

Un museo viviente

El Marco de Oro fue una vivienda en el siglo XIX y una ferretería a principios del XX. En el local vecino había un colmado modernista, de baldosas rosas y negras, que pasó a ser una cigarrería y ha acabado siendo un almacén cerrado al público. Por eso, aunque el limpiabotas ya no ocupa su lugar en la esquina y Carlos y Joan han abandonado las pequeñas exposiciones de pintura que hacían antaño en el altillo, El Marco de Oro, a diferencia del resto de comercios de la zona, conserva toda su esencia, que no es poca, y se ha convertido en una especie de museo viviente. 

La antigua zona de exposiciones en el altillo de El Marco de Oro / SIMÓN SÁNCHEZ
La antigua zona de exposiciones en el altillo de El Marco de Oro / SIMÓN SÁNCHEZ

“No nos matamos mucho poniéndolo mono. Está tal y como lo encontramos de pequeños”, apunta Carlos buscando la aprobación de su hermano. Con parsimonia, Joan Puigsech deja el marco sobre la mesa de restauración y sentencia: "La mejor parte está en el sótano, pero esa no la enseñamos. Allí no entra nadie. Ni el Papa de Roma. Es nuestro tesoro".

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