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Esta charcutería emblemática cobra 5 euros a los turistas que solo entren a mirar

La tienda ha colocado un cartel en inglés en la puerta donde consta ese importe, que, según aseguran, no pretenden cobrar a nadie

Exterior del comercio histórico Queviures Murria, una charcutería emblemática que cobra 5 euros a los turistas  / METRÓPOLI ABIERTA
Exterior del comercio histórico Queviures Murria, una charcutería emblemática que cobra 5 euros a los turistas / METRÓPOLI ABIERTA

Una charcutería se ha visto obligada a colgar un cartel en inglés en su puerta. Cinco euros se piden por cruzar la puerta si lo que se pretende es solo entrar para curiosear, hacer cuatro fotos e irse sin ni siquiera saludar. Es un cartel con propósitos más disuasorios que recaudatorios, según explican los empleados. Sin embargo, parece que funciona. 

Se trata de la emblemática Queviures Múrria, situada en el Eixample de Barcelona. Joan Múrria, el dueño, explica que están saturados de los turistas que interfieren en las labores de este comercio. Un espacio más que centenario, puesto que se fundó en 1898.

“Medio en broma”

“Si viene alguien, saluda en el idioma que sea y pide permiso para hacer una foto, por supuesto que lo tendrá, faltaría menos, pero eso no estaba siendo la norma”, dice Múrria. Ha llegado a ser incómodo para los clientes, tanto los que compran como los que almuerzan, de repente ser retratados como un exotismo más de la ciudad.

Exterior del comercio histórico Queviures Murria   EP
Exterior del comercio histórico Queviures Murria / EP

Según el responsable, la idea del rótulo surgió “medio de broma” entre el personal, pero han comprobado que funciona: “No tenemos previsto cobrar los cinco euros a nadie . Desde que está el cartel, los que entran al menos compran algo”. 

Un establecimiento emblemático

El establecimiento cumple este año 119 años y hace 54 que Joan Múrria es su cabeza visible, un tiempo suficiente para haber sido motivo de todo tipo de parabienes (no hay álbum de locales emblemáticos en el que no esté presente), pero también sinsabores. 

Hace un año, sin ir muy lejos, pues, se llevó un monumental disgusto cuando algún necio se le ocurrió se le ocurrió pintar con un aerosol la fachada de la tienda, no solo la persiana, algo fácil de corregir, sino además el centenario cartel modernista que hace de esa una esquina icónica.

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