El próximo 16 de mayo, por primera vez en décadas, España no participará en Eurovisión. Es un plante al que se han sumado las delegaciones de Irlanda y Países Bajos, y al que apuntan también socios como Eslovenia. La decisión ha sido motivada por la negativa de la Unión Europea de Radiodifusión (UER) a vetar la participación de Israel en medio de la escalada bélica.
Para una comunidad que vive el festival no como un programa de televisión, sino como una liturgia anual, el "eurodrama" ha dejado paso a una reflexión incómoda. ¿Qué ocurre cuando la música deja de amansar a las fieras y se convierte en un instrumento de blanqueamiento político? Esto es lo que opinan quienes más saben del tema.
El adiós de España a Eurovisión puede salir caro
Alba Giraldo, periodista experta en el certamen y voz autorizada en la cobertura del Benidorm Fest, analiza esta decisión. "A mí me parece bien, es lo más coherente", declara a Consumidor Global. Giraldo recuerda que la postura de la pública era clara desde septiembre: si Israel participaba, España no. "Han puesto unos límites para decir que Eurovisión no es política, aunque lo es, y lo hemos visto en las últimas ediciones".
Sin embargo, Eurovisión es el evento no deportivo más visto del planeta. Al apagarse los focos para España, se apaga también un motor económico y social. "Están poniendo en riesgo todo el fenómeno, las fiestas, la audiencia millonaria", explica la experta. El Benidorm Fest, la joya de la corona que reconcilió a España con el festival, queda herido de gravedad. "Al no haber nada en juego, no se generará ese debate social. No creo que tenga la misma repercusión ni mueva el turismo internacional de otros años".
"Me he quedado huérfana"
Más allá de las cifras, está el sentimiento. El eurofan español se define por una fidelidad casi religiosa, capaz de soportar décadas de malas puntuaciones. Pero este año, el silencio duele de otra manera. Marina Barragán resume el sentir de muchos: "Me he quedado huérfana". Para ella, que creció viendo el festival y que sitúa su clímax emocional durante la actuación de Rosa López ("cuando España volvió a creer"), la decisión es acertada, pero dolorosa. "Si lo quiero ver, me tendré que buscar la vida porque TVE no lo va a retransmitir", lamenta, reconociendo que la UER fue "muy rápida al expulsar a Rusia", pero ha fallado ahora.
Esa doble vara de medir es el argumento que vertebra la indignación de veteranos como Antonio Vargas. Para él, Eurovisión es, ante todo, un proyecto de paz nacido de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial. "Se creó para una hermandad, para no repetir barbaridades", evoca. Vargas denuncia que la UER ha permitido a Israel saltarse "innumerables veces las normas del concurso, aparte del genocidio que están cometiendo. "Me parece pésimo. Han eliminado a países con larga trayectoria en el concurso (España, Irlanda, Eslovenia y Países Bajos)", critica.
Un viaje a Viena fastidiado
El dilema moral se materializa de forma cruenta en la historia de Miguel Ángel Marín. Él ya tenía los billetes de avión y el hotel reservado para Viena, donde se celebrará Eurovisión 2026. Iba a ser su gran fiesta. Ahora, será un testigo mudo en la grada.
"Me siento fastidiado, claro", admite Marín. "Pero considero que la causa palestina tiene que ser prioritaria antes que mis propios intereses". Su testimonio refleja la madurez de una audiencia que ha decidido anteponer los derechos humanos al espectáculo. El eurofan viajará a Austria, sí, pero su presencia tendrá otro cariz: "Llevaré mi bandera de España con orgullo, aunque no participemos. Me sentiré orgulloso de estar en el lado bueno de la historia".
La presión aplaudida de España
Entre las reacciones, también hay quien lee la jugada de RTVE como una estrategia maestra de presión internacional. Nuria Gómez celebra que España haya sido un incordio para la organización hasta el final: "Me parece bien que España haya dado por culo hasta el último momento", afirma con contundencia, sugiriendo que la cadena pública forzó la situación para intentar expulsar a Israel, aunque el coste sea perder "más de 20 millones de espectadores".
Otros, como Andrea Muñoz, creen que el plante llega tarde –"deberíamos haberlo hecho el año pasado"–, pero se aferran a lo que queda: el Benidorm Fest como consuelo local, despojado de su premio gordo, pero vivo.
Un futuro muy incierto para España en los próximos festivales de Eurovisión
La incertidumbre es total. Como recuerda Giraldo, Italia se retiró durante años y volvió triunfal. Ahora, España se enfrenta ahora a una travesía por el desierto cuya duración nadie se atreve a pronosticar. Giraldo avisa: "Si en dos años Israel sigue y España vuelve, será muy complicado de justificar".
De momento, el 2026 pasará a la historia como el año en que la música calló para que hablara la conciencia. O como sentencia Alejandro Duarte, resumiendo el sentir de un país que ha decidido bajarse del escenario para no desafinar ante la historia: "Estamos en el lado bueno".