Hay autores que sostienen que el escorbuto, a lo largo de la historia, y en especial durante la Edad Moderna, se ha llevado más vidas por delante en el mar que todas las tormentas y tifones juntos. Hay quien afirma, aunque sea francamente complicado tener una estimación precisa, que el número de víctimas del escorbuto entre los siglos XV y XVIII pudo alcanzar, en un cálculo bastante conservador, los dos millones de marineros.
Al mismo tiempo, habrá quien crea que el escorbuto es una enfermedad ampliamente superada y que, de presentarse hoy en día, solo aparecerá en entornos de pobreza y vinculados a la carestía y falta de alimentos. Pero se equivocarían al pensar así. La reciente noticia de una mujer de 45 años, una ejecutiva de Barcelona, aquejada de escorbuto, sirvió para abrirnos los ojos a todos.
¿Qué es el escorbuto?
La causa del escorbuto, una enfermedad carencial, es el déficit de vitamina C en la dieta. En aquellos marineros que a partir de la Edad Moderna se enrolaban en largas travesías marítimas se debía, por tanto, a la falta de alimentos frescos, en especial de frutas y verduras. Costó mucho, muchísimo, en aquellos siglos, el tomar conciencia de cuál era la solución ya que, bajo el prisma de aquel contexto, el escorbuto se debía a cuestiones misteriosas relacionadas con maldiciones divinas, maldiciones del enemigo (algo curioso porque el escorbuto afectaba a todos por igual), la alteración de los humores corporales (sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra), el hacinamiento, la falta de aireación y de higiene en unas embarcaciones atestadas de marineros, e incluso a la holgazanería.
A pesar de toda la literatura al respecto y de considerar que a mediados del S. XVIII, James Lind, un médico escocés, halló la cura para el escorbuto (que no la causa última, la falta de vitamina C), lo cierto es que no fue hasta bien entrado el S. XIX cuando se le puso freno a esta enfermedad de tintes epidémicos. “Tintes”, pero no epidémica porque el escorbuto no es contagioso.
Genealogía breve del escorbuto moderno
En la Edad Contemporánea, desde el S. XIX hasta nuestros días se pueden distinguir tres etapas en el impacto del escorbuto:
1. Drástica reducción tras la Segunda Guerra Mundial (1950-1980)
En 1928 se aisló y determinó la actividad antiescorbútica del ácido ascórbico, sustancia que luego se clasificó como vitamina C. A partir de este hito y gracias a la mejora en la disponibilidad de frutas y verduras frescas, la fortificación de alimentos y una mayor conciencia sobre la importancia de las vitaminas, el escorbuto dejó de ser un problema significativo en la población general. La industrialización de la producción y distribución de alimentos permitió un acceso más constante a fuentes de vitamina C y la educación nutricional promovió dietas más equilibradas. En esta etapa, el escorbuto se consideraba prácticamente erradicado en países como EE.UU., Reino Unido o España, salvo en casos aislados de malnutrición severa.
2. Resurgimiento en grupos vulnerables (1980-2010)
Aunque el escorbuto siguió siendo raro, diversos estudios comenzaron a detectar un repunte en ciertos grupos de riesgo, debido también al crecimiento del consumo de alimentos ultraprocesados y de dietas basadas en comida rápida que supusieron una reducción de la ingesta de frutas y verduras en algunos sectores. No se debe olvidar el caso de algunas enfermedades como el alcoholismo crónico, la anorexia nerviosa y aquellas que cursan con síndromes malabsortivos que también están relacionadas con la deficiencia de vitamina C. Así como casos aislados documentados en adultos mayores en residencias con dietas deficientes y en personas con pobreza extrema.
3. Nuevos casos en contextos de dietas extremas y pobreza (2010-presente)
En la última década, se han reportado un incremento relativamente significativo de brotes de escorbuto en países desarrollados, asociados a dietas de exclusión extremas, como algunas versiones radicales de la dieta paleo, carnívora y macrobiótica, así como a dietas extremadamente restrictivas por trastornos alimentarios. Si tuviera que apostar sobre el contexto del caso recientemente reportado en España, creo que sería por aquí por donde irían los tiros. Tampoco hemos de olvidar los casos de pobreza y crisis económicas, que han reducido el acceso a alimentos frescos en colectivos más desfavorecidos.
La carencia de vitamina C como reflejo de otras deficiencias
En la actualidad vivimos, sin lugar a dudas y en general, en el mejor momento relacionado con la disponibilidad y seguridad alimentaria. Sin embargo, hoy más que nunca se hace buena la frase de que “el ser humano es el único animal al que hay que decirle cómo tiene que comer”. Es decir, contamos con un acceso inaudito a alimentos saludables y seguros, al tiempo que también contamos con la mayor disponibilidad de la información y, a pese a ello, cada vez más gente vive totalmente desnortada. Ojo, no hablo de quien no puede, me refiero a quien pudiendo hacerlo bien, elige, por la causa que sea, hacerlo mal. No deja de ser curioso.
No te puedes ir sin saber esta curiosidad sobre el escorbuto
A pesar de que a James Lind se le atribuye el descubrimiento del remedio del escorbuto a mediados del S. XVIII al publicar en 1753 sus hallazgos como médico en el HMS Salisbury, en lo que ha sido definido como el primer ensayo clínico controlado de la medicina, esta historia es más que cuestionable. Toma nota de estos hechos:
- Ya en 1579 el sevillano Agustín de Farfán, médico de Felipe II, ya había propuesto por escrito el uso de cítricos en las largas travesías marítimas como remedio para el escorbuto.
- También antes, en 1616, la infausta Armada de socorro a Filipinas dejó dicho que antes de hacerse a la mar y con el motivo de ahuyentar el “mal de Loanda” (escorbuto) debían embarcarse cierta cantidad de zumo de limón (preservado con aceite de oliva).
- Aún después de 1753 la marina británica siguió padeciendo los azotes del escorbuto por la sencilla razón de que los escritos de Lind no calaron ni convencieron a los, entonces, retrógrados planteamientos médicos.
- Tanto es así que incluso el propio Lind, por la razón que fuera (¿fama, reconocimiento, aceptación?), terminó renegando de sus descubrimientos y, en sucesivos trabajos sobre el escorbuto, desestimó la evidencia sobre ellos por considerarla infundada y anecdótica.
Sea como fuere, asegúrate de que tu alimentación incluya una buena cantidad diaria de alimentos vegetales frescos, prescindiendo de dietas estrictas y, por supuesto, de los malditos ultraprocesados.
Bibliografía imprescindible: Ruiz García V. Españoles contra el escorbuto: Empirismo, ciencia y tecnología de los alimentos al servicio de las grandes travesías oceánicas de la Edad Moderna. Jaén: Universidad de Jaén; 2022.