Recetas de farmacia frente a recetas de cocina contra la obesidad

Una nueva guía clínica plantea ocho prioridades nutricionales para pacientes con agonistas de GLP-1: ¿puede una pastilla sustituir al cambio de hábitos?

El consultor dietista-nutricionista Juan Revenga escribe sobre los postbióticos y lo que prometen / Fotomontaje CONSUMIDOR GLOBAL
El consultor dietista-nutricionista Juan Revenga escribe sobre los postbióticos y lo que prometen / Fotomontaje CONSUMIDOR GLOBAL

Las investigaciones para encontrar la píldora mágica anti obesidad —eficaz, sin esfuerzo y sin riesgos— ha supuesto una especie de búsqueda del “santo grial” farmacológico desde los inicios del siglo XX. De hecho, y tal y como comenté en este artículo de 2016, la historia de esta búsqueda ha sido bastante descorazonadora e incluso luctuosa. Sin embargo, todo parece haber cambiado en los últimos años con la llegada de los agonistas del receptor de GLP-1, que aparenta ser un auténtico milagro en lo referente al tratamiento de la obesidad.

¿Cómo y porqué funcionan esta familia de fármacos?

En resumen, las incretinas son una especie de mensajeros hormonales naturales secretados en el intestino con la finalidad de “avisar” al páncreas de que está llegando comida y que, por tanto, habrá que liberar insulina. El GLP-1 es una de estas incretinas, identificada en humanos entre las décadas de los 80 y los 90. La secreción de GLP-1 cuando se empieza a comer implica, desde un punto de vista metabólico, la liberación de insulina, mejora la sensibilidad a esta molécula y reduce la producción de glucagón. Además, retrasa el vaciado gástrico, favoreciendo la sensación de saciedad y reduce la ingesta de alimentos a partir de la reducción de la sensación de hambre.

En condiciones fisiológicas GLP-1, tiene una vida útil efímera de uno o dos minutos, siendo rápidamente degradada por la enzima DPP-4 (dipeptidil peptidasa-4). En este contexto, a principios de los 2.000 las investigaciones se centraron en la creación de un fármaco que emulara los efectos de GLP-1 y que, al mismo tiempo, fueran más estables, resistentes a la degradación por DPP-4, y con una vida media prolongada de días en vez de minutos. Estos son los fármacos que hoy en día conocemos como análogos de GLP-1. Es decir, se trata de moléculas sintéticas que tienen un efecto similar al que tiene la GLP-1 natural y, a diferencia de esta, con una vida media mucho o muchísimo más prolongada.

Los análogos de GLP-1 más conocidos son la semaglutida y la tirzepatida, comercializados bajo distintas marcas, las más habituales Ozempic, Wegovy y Mounjaro.

¿Es suficiente con la píldora mágica?

No, ni mucho menos. Una nueva guía publicada por cuatro organizaciones líderes en medicina y nutrición enfatiza que estos fármacos no deben considerarse una solución aislada, sino parte de un enfoque integral que incluya intervenciones nutricionales y cambios en el estilo de vida.

La guía, titulada “Prioridades nutricionales para apoyar la terapia con GLP-1 para la obesidad”, es el resultado de una colaboración entre el Colegio Americano de Medicina del Estilo de Vida, la Sociedad Americana de Nutrición, la Asociación de Medicina de la Obesidad y la Sociedad de la Obesidad. La importancia de esta Guía es tal que se ha publicado de manera simultánea en cuatro revistas científicas. Proporciona recomendaciones prácticas basadas en la evidencia para optimizar el tratamiento de la obesidad a partir de la alimentación entre aquellos pacientes que usen agonistas del receptor GLP-1.

Los problemas de los análogos de GLP-1

Si bien se ha observado que estos fármacos ayudan a alcanzar reducciones de peso entre un 5% y 18% y además mejorar otros parámetros de salud, su uso no está exento de problemas. Entre los efectos secundarios más comunes se encuentran las molestias gastrointestinales, como náuseas y diarrea. Al mismo tiempo, la reducción del apetito inducida por estos medicamentos puede conllevar ciertas deficiencias nutricionales si no se supervisa adecuadamente la alimentación del paciente.

Un aspecto especialmente preocupante es la pérdida de masa muscular y ósea que puede acompañar a las pérdidas rápidas de peso. Sin una ingesta adecuada de proteínas y sin el conveniente ejercicio físico, en concreto entrenamiento de fuerza, los pacientes corren el riesgo de perder masa muscular, que puede afectar de forma negativa su salud a largo plazo y el mantenimiento de la pérdida de peso.

Ocho prioridades nutricionales

La Guía identifica ocho áreas prioritarias para apoyar a los pacientes en tratamiento con GLP-1:

  1. Planteamiento inicial centrado en el paciente: Establecer objetivos personalizados para la reducción de peso y mejoras en la salud general, teniendo en cuenta las preferencias y necesidades individuales.
  2. Evaluación nutricional detallada: Analizar hábitos alimentarios, desencadenantes emocionales, trastornos alimentarios y condiciones médicas relevantes para diseñar un plan nutricional adecuado.
  3. Manejo de efectos secundarios gastrointestinales: Implementar estrategias nutricionales y médicas para mitigar molestias como náuseas o diarrea, facilitando la adherencia al tratamiento.
  4. Dieta personalizada y nutritiva: Promover una alimentación mínimamente procesada y adaptada a las preferencias y necesidades del paciente.
  5. Prevención de deficiencias de micronutrientes: Monitorear y, llegado el caso, suplementar con vitaminas y minerales, especialmente en aquellos pacientes en los que se ha identificado un patrón de alimentación particularmente reducido.
  6. Ingesta adecuada de proteínas y entrenamiento de fuerza: Preservar la masa muscular mediante una combinación de dieta suficientemente rica en proteínas y ejercicios de resistencia.
  7. Optimización de la pérdida de peso a través de la dieta: Utilizar patrones alimentarios efectivos, como la dieta mediterránea o aquella basada en vegetales, para potenciar la reducción de peso inducida por el medicamento.
  8. Fomento de cambios en el estilo de vida: Incorporar mejoras en la actividad física, calidad del sueño, manejo del estrés, consumo de sustancias y relaciones sociales para apoyar el éxito a largo plazo.

La cocina es tan o más importante que la farmacia

Tal y como señala la Guía, es importante integrar estas prioridades en las consultas a partir del asesoramiento con dietistas-nutricionistas, con visitas grupales y con plataformas de telemedicina con el fin de promover la alimentación como una medicina en sí misma.

En este sentido es indispensable destacar el apartado que se dedica en la mencionada Guía a los conocimientos culinarios de los pacientes. Para aprovechar la terapia con agonistas de GLP‑1 no solo es clave que sepan qué deben comer, sino también cómo cocinarlo y organizarlo en su día a día. Poner en práctica recetas saludables, gestionar las compras, planificar menús y conservar alimentos son habilidades que marcan la diferencia entre una adherencia real y una respuesta subóptima al tratamiento. Lo he dicho siempre y lo mantengo. Por eso, esta Guía, no solo se conforma con realizar recomendaciones nutricionales estándar: exige una formación culinaria real y accesible para cerrar la brecha entre la teoría y la práctica. Una brecha que, probablemente, tenga un papel destacado en las causas del importante aumento de la prevalencia de la obesidad en las últimas décadas.