Del campo español aún no se ha dicho todo, y en el relato tienden a brotar malas hierbas en forma de inexactitudes y ausencias. Así lo defiende la Confederación de Mujeres del Medio Rural (Ceres) en su nueva campaña, en la que recuerda que solo el 4,5% de las cooperativas agroalimentarias (pilares fundamentales en el campo, donde el liderazgo y la capacidad de negociación resultan esenciales) tienen una presidenta mujer.
Y, aunque casi el 30% de las explotaciones agrícolas ya están lideradas por mujeres, la mayoría carece de sucesoras jóvenes. En este contexto, la iniciativa de Ceres pretende atraer y retener talento femenino joven en el campo español para que la vida rural tenga relevo, y recuerda a la ciudadanía que, cuando una joven hace la maleta y se va del pueblo, no sólo desaparece una vecina: “Se pierde una agricultora que nunca sembrará, una ganadera que no cuidará el rebaño, una líder que no presidirá una cooperativa”.
“La sociedad en general no es consciente”
“La sociedad en general no es consciente, pero ni en el medio rural ni en el medio urbano, ni a nivel político ni tampoco de institución. No es consciente para nada”, responde a este medio Inma Idáñez, presidenta de Ceres, a la pregunta de si la ciudadanía pondera esta problemática en su justa medida.
Por eso, su reivindicación también pasa por “comunicar qué nos está pasando y saber ocupar ese espacio y visibilizar a esas mujeres”.
Transformar el relato del medio rural
Otro de los objetivos de la campaña es transformar el relato del medio rural, a menudo anegado por un cierto pesimismo o por palabras lapidarias como despoblación. En este sentido, Idáñez defiende que habitar el medio rural y los pueblos es simplemente otra forma de vida, y que a veces tiende a encasillarse en compartimentos estancos.
“Es verdad que muchas personas saben de los beneficios y las bondades que tiene el interior rural y todo lo que ofrece. Pero también es verdad que las mujeres somos casi siempre las que lo sostenemos. Gracias a las personas que vivimos allí, está todo como está”. Esa labor diaria y silenciosa, agrega, es la que permite a los urbanitas disfrutar, en sus escapadas, de la comida típica de las zonas rurales, de su limpieza y su serenidad. No cae del cielo.
“Los alimentos no salen del asfalto”
En general, esta experta cree que en las ciudades hay un desconocimiento mayúsculo sobre la realidad del campo. “En mis intervenciones suelo decir que los alimentos no salen del asfalto o de los ladrillos. Los alimentos salen de la tierra, y todo eso está en los campos y en los pueblos”, insiste.
Si en esta narrativa sobre el medio rural hubiera que identificar un villano, en los últimos tiempos ha ganado relevancia el conglomerado difuso de los fondos de inversión. Se les acusa de practicar una agricultura superintensiva o de monocultivo a gran escala y de ocupar con voracidad el espacio vacante que dejan los productores locales, algo que va a más con la falta de relevo generacional. A la larga, el riesgo es que los consumidores pierdan el control sobre lo que acaba llegando a sus despensas.
Apego sentimental y emocional a la tierra
“La cosa está complicada. Las personas que vivimos en el medio rural y nos dedicamos a la agricultura y la ganadería tenemos un apego sentimental y emocional a la tierra. Así que yo diría que estamos echando un pulso a todos esos fondos y a las grandes empresas que vienen y se están instalando”, relata Idáñez.
Algo similar ocurre con las macrogranjas. “Son empresas enormes”, valora la presidenta de Ceres, a quien le chirría cómo las pequeñas granjas están sometidas a muchísimos controles y exigencias, “y luego llegan estas macrogranjas que no sabemos muy bien cómo las gestionan, quién las autoriza… Lo único que hacen es quitar de en medio a las empresas pequeñas. El pez gordo se come al pequeño”.
“No es rentable dedicarse a la agricultura”
Este punto enlaza con la cuestión de los precios: las personas jóvenes a veces no se quieren quedar simplemente porque no es rentable. “No es rentable dedicarse a la agricultura y la ganadería. Cuando ves los precios que nos pagan por la producción de nuestros alimentos de máxima calidad…”, deja caer Idáñez.
En este panorama marcado por la incertidumbre, la responsable de la organización opina que hace falta reforzar las infraestructuras de los pueblos. Si los pequeños municipios carecen de internet y servicios básicos, los jóvenes, resume, se seguirán marchando. No pueden faltar “guarderías, colegios, médicos”, si bien existe “una ventana de esperanza, que es el tema del teletrabajo: hay muchas personas jóvenes que están muy preparadas, con carrera universitaria y tal, y pueden realizar su trabajo desde sus casas”.
Alimentos de proximidad
Cree la presidenta de Ceres que muchos “no valoramos los alimentos que tenemos cerca de nosotros. Deberíamos apostar por alimentos de canales cortos, alimentos de proximidad, porque, además de dar empleo, hablamos de contribuir a la economía circular”, asegura.
“Tenemos que mantener lo que tenemos y sostenerlo, y de eso nos encargamos las personas que trabajamos en campo. Pero ahí también debemos mirar a los gobiernos y la administración y reclamar que el sector primario, además de ser un sector estratégico, tiene que ser un sector protegido. Lo que no podemos hacer es dejar nuestra alimentación en manos de los demás países”, recalca. De hecho, cree que, en la medida de lo posible, lo ideal sería perseguir la autosuficiencia y el autoconsumo.
Soberanía alimentaria
Así, la presidenta de Ceres cree que preservar la soberanía alimentaria tiene que ver con el “derecho a tener nuestros campos, nuestras semillas, nuestra agua”. Frente a eso, valora que las multinacionales “vienen a explotar nuestra tierra, a explotar los territorios y a producir. Yo no digo que lo hagan mal, pero nunca jamás lo van a hacer como las personas que llevamos toda la vida en el campo”.
Y el respaldo al tejido productivo agroalimentario no es algo abstracto: se establece directamente en el acto de compra. “Si tenemos que pagar 5 céntimos más por un alimento que sabemos que es de la provincia de al lado, que sabemos dónde va a parar ese dinero y dónde va a ir el trabajo que estamos generando, pues tendremos que hacerlo. Es cierto que la alimentación ha subido muchísimo en los últimos años y los salarios no, pero estamos invirtiendo en salud”, afirma.
Alimentos de temporada
Además, Idáñez menciona la importancia de aprender a comer no solo alimentos de proximidad, sino de temporada.
“Sabemos cuándo es la época de sandía. Y lo que no podemos hacer es comer sandía todo el año. Es verdad que España es muy diversa, hay muchas producciones, el tiempo es muy diferente... Pero pensemos en la castaña, por ejemplo, ahora que estamos en la época de la castaña. ¿Nos podemos comer una castaña en el mes de julio? ¿De dónde puede venir esta castaña?”, cuestiona.