Libertad, lava y legado: la travesía del vino de las Islas Canarias que “perfuma la sangre”
Juan Jesús Méndez habla sobre la importancia de esta bebida, ligada de forma indisoluble a la identidad del archipiélago, y que fue líder mundial de exportaciones
“Habéis bebido demasiado Canarias, y es ese un vino maravilloso y penetrante, que os perfuma la sangre”. Se lo advirtió Hostess, la posadera, a Doll Tearsheet, una de las favoritas de Falstaff, pero a ella no pareció importarle demasiado. Al menos así lo escribió William Shakespeare en la obra de teatro Enrique IV. No se sabe si el genial autor inglés conocía el Penedés (lo más probable es que jamás hubiese oído hablar de La Rioja), pero era muy consciente, en los últimos compases del siglo XVI, de que en las Islas Afortunadas se producía esta bebida envolvente.
Así lo han recordado los autores de Canary Wine: una travesía por la historia. La obra, editada por la Denominación de Origen Protegida Islas Canarias – Canary Wine y con gestión editorial de Cultania, recorre el papel del vino en la historia económica, social y cultural del archipiélago.
Canary Wine, uno de los vinos más reputados del mundo
“En los siglos XVI, XVII y XVIII, así es como se conocía el vino de Canarias en el mundo. Llegó a ser uno de los más reputados como consecuencia de la ubicación geográfica de las Islas en aquella época: todo el tráfico del Viejo Continente al Nuevo se veía obligado a pasar por allí”, explica a este medio Juan Jesús Méndez Siverio, presidente de la DOP Islas Canarias – Canary Wine.

Con una erudición atrayente que permite visualizar las cosas que narra, cuenta que por entonces todo eran barcos de vela que aprovechaban las corrientes marinas y los vientos dominantes. Y estos navíos emprendían viajes tan largos que resultaba imprescindible cargar vino en Canarias.
Exportaciones desde el puerto de Garachico
Aunque hoy se piense en Emilia-Romaña, en Borgoña o en Castilla-La Mancha cuando se habla de los gigantes, Canarias se convirtió entonces en el mayor productor y exportador de vino. Pero es una historia de lava, ausencias y presencias rescatadas: en el siglo XVII, antes de que el floreciente puerto de Garachico fuera sepultado por las coladas de una erupción volcánica en 1706, se exportaban desde allí “15 millones de litros al año, cifras realmente extraordinarias para la infraestructura del momento”, describe Méndez.
Esta pujanza aparece reflejada en muchos textos literarios, de Shakespeare, pero también Ben Jonson, Walter Scott o Herman Melville, “que dan fe, a través de sus referencias, de la importancia histórica que tuvo el vino de Canarias”.

El vino y la identidad canaria
Pasaron los siglos, y el tiempo, ese “tirano sangriento”, dictó que algunas industrias debían decaer y otras florecer. “La historia de Canarias ha estado unida de forma indisoluble al vino desde la época de la colonización. En un primer momento hubo una coexistencia entre cultivo de la vid y la caña de azúcar, pero la primera no tardó en hacerse preponderante, porque en las tierras americanas había muchas mejores condiciones para el cultivo y la producción de la caña”, relata el presidente de la DOP.
Desde ese momento y hasta hace apenas 150 años, el cultivo de la vid y la exportación del vino fue uno de los pilares económicos de las islas. Pero la actividad turística y el cultivo del plátano se erigieron en dos poderosos caballeros, que portaban armaduras refulgentes y emitían a su paso un tintineo de monedas, y desplazaron al vino.
La importancia del mercado internacional
Hasta que los productores tomaron medidas. Hace 25 años, recuerda Méndez, se crearon distintas denominaciones de origen comarcales, “pensando un poco más en el mercado local y sin tener en la suficiente consideración el mercado internacional”.

En 2011, esta dimensión trascendió con la creación de la Denominación de Origen Protegida Islas Canarias. Cuenta con un sistema de clasificación piramidal, que permite identificar los vinos de forma escalada: vino de región, vino de isla, vino de municipio o vino de parcela. “De esta manera, se aprovecha el concepto global Canary Wine como una marca colectiva y se conserva la singularidad de cada área”, dice Méndez.
Características únicas
En este sentido, cada isla (o incluso cada vertiente) tiene características únicas, suelos volcánicos distintos, variedades autóctonas… pero Méndez considera que se pueden distinguir unos elementos comunes. En primer lugar, menciona los suelos volcánicos: “Todas las islas tienen una edad inferior a 20 millones de años. Desde la perspectiva del tiempo de un ser humano, puede parecer mucho, pero desde el punto de vista geológico es muy poco. Si se compara con la Península Ibérica, Tenerife apenas tiene el 5% de su edad”, arguye.
“Eso produce, de alguna forma, que tengamos la mineralidad a flor de piel, como si el suelo estuviera muy poco evolucionado, lo que le transmite al vino un carácter volcánico, mineral, muy intenso”, describe este experto.

Mercado saturado en la Península
Ahora bien, la relación de los vinos canarios con los consumidores de la Península Ibérica es compleja. En primer lugar, porque ésta posee la mayor superficie de viñedos del mundo, lo que condiciona un mercado “bastante saturado” y “competitivo”, dificultando la entrada del vino de la comunidad, “con una alta singularidad y unas características muy particulares”.
Méndez puntualiza que el vino canario se encuentra sobre todo en tiendas especializadas y restaurantes de alto nivel, “pero no es algo extendido”. Tanto es así que a los productores locales les resulta “mucho más fácil” posicionar sus botellas en Estados Unidos, Canadá, Bélgica o Japón.
Multitud de variedades
Otra seña de identidad del vino canario es que la filoxera que arrasó los viñedos europeos a partir de la segunda mitad del siglo XIX nunca llegó a las islas. “Eso permitió conservar aquí una variedad de uvas muy grande. Hay que recordar que los colonos, cuando van llegando aquí a partir del año 1500, van trayendo cada uno uvas de su lugar de origen”, rememora el experto.
Y el hecho de que este destructivo pulgón no llegara al archipiélago permitió que no se produjeran arranques masivos y cierres de plantaciones. “Pasamos de no tener variedades de uva en el siglo XV a tener hoy una enorme cantidad de variedades, la mayor parte de las cuales no existen en ningún lugar del mundo. Genéticamente hay identificadas más de 80 variedades en las islas, lo que, para ser un territorio tan limitado, es una cantidad sorprendente”, valora el especialista.
La relevancia de la metereología
En tercer lugar, Méndez menciona la climatología: la diferente exposición a los vientos alisios posibilita que Canarias tenga una climatología que correspondería a una ubicación a una mayor altitud, y mucho más septentrional.
Todo esto hace fermentar la personalidad. Y, en un mercado globalizado, eso puede ser una ventaja. “Un escenario en el que las variedades francesas predominan desde Australia a Sudamérica, y desde Norteamérica hasta Europa, hace que el mercado del vino a nivel global se convierta en un mercado bastante aburrido, ¿no? Yo creo que Canarias, con el exotismo que generan variedades auténticamente minoritarias que son desconocidas, pone ese punto exótico en el mercado a nivel mundial”, arguye.
La cuestión de la autoestima
En alguna entrevista, Méndez ha afirmado que los canarios tienden a creer que lo que viene de fuera suele ser mejor. Y, en este sentido, sugiere que al vino canario le hace falta un empujón de autoestima, aunque ya la está trabajando en el diván.

“Digamos que los colonizadores siempre imponían su criterio y su norma, y al canario le faltaba el creérselo, ¿no? Afortunadamente, con los años, con la educación y con la formación eso se ha ido superando, pero muchos canarios siguen pensando que los vinos de importación de otras regiones son mejores que los locales”, lamenta. Entre las causas, barrunta que puede ser fruto del “desconocimiento por toda esta historia de más de 500 años”.
Exotismo en el paladar
Cuanto más se conoce, más se disfruta, pero este experto cree que incluso una persona que no sepa demasiado acerca del mundo de los vinos o que no esté habituada a probar variedades diferentes puede percibir en el paladar ese exotismo y esas características singulares.
“Una vez que lo hueles te das cuenta de que esos registros percibidos nada tienen que ver con los registros que estás acostumbrado a percibir de un vino de las zonas que más habitualmente se engloban. Eso hace que, inmediatamente, no te sientas indiferente”, concluye Méndez.
