Un asesinato sin resolver convierte a este pueblo español en destino del turismo de crímenes reales
El pequeño pueblo de Tor, en los Pirineos, vive una invasión de fans de 'true crime' décadas después de un brutal homicidio
Tor, un minúsculo pueblo de 13 casas en lo alto de los Pirineos catalanes, ha pasado de ser un enclave ganadero a convertirse en la capital española del "turismo de crímenes reales".
La culpa la tiene un asesinato sin resolver ocurrido hace casi 30 años y la maquinaria mediática que lo ha convertido en un fenómeno de masas. Los pocos vecinos que resisten en este idílico, pero aislado, paraje viven ahora atormentados por una nueva invasión: la de los "frikis" del true crime.
El escenario del crimen
Pilar Tomàs, la dueña del único restaurante del pueblo, conoce la historia de memoria y su testimonio ha sido recogido por The New York Times. “Lo encontraron allí", explica a los visitantes, señalando una casa de piedra a pocos metros de la suya. Allí, en 1995, fue asesinado Josep Montané, conocido como Sansa. Tenía 70 años. Su cuerpo descompuesto fue hallado con un cable eléctrico alrededor del cuello. Era la tercera muerte violenta en Tor en 15 años.

El crimen tenía todos los ingredientes para una leyenda negra: un entorno aislado envuelto en niebla, negocios turbios con una estación de esquí, contrabandistas y una disputa ancestral por la propiedad de la montaña.
La montaña maldita
La tensión en Tor no era nueva. Sus raíces se hunden en 1896, cuando los jefes de las 13 familias del pueblo declararon la propiedad conjunta de la montaña. Estipularon que solo los residentes que vivieran allí todo el año, manteniendo "el fogón encendido", podrían reclamar la propiedad.
En los años 80, la montaña se convirtió en una ruta estratégica para el contrabando desde Andorra. Sansa y otros descendientes impusieron peajes a los contrabandistas, a veces en efectivo, a veces en whisky.
Como 'As Bestas'
Pero el conflicto principal era otro. Sansa soñaba con una lucrativa estación de esquí y negociaba con empresarios andorranos. Su rival, apodado como 'El Palanca', prefería mantener el paraíso bucólico para sus vacas y caballos. Una década de pleitos culminó en 1995, cuando un juez declaró a Sansa único propietario de la montaña. Cinco meses después, estaba muerto. Sí, parecido a lo que ocurre en la película As Bestas.
Los investigadores se quejaron de que la escena del crimen estaba demasiado sucia para hallar pistas. El caso sigue sin resolverse.
Carles Porta y su particular 'A sangre fría’
El asesinato atrajo en 1997 a un joven reportero de televisión, Carles Porta. Emitió una investigación en el programa 30 minuts de la televisión catalana (TV3) que sentó las bases de una obsesión. Porta, como él mismo admite, encontró su particular Holcomb, Kansas, en referencia a A sangre fría de Truman Capote.
El periodista ha construido una "industria artesanal" alrededor del caso: un libro en 2005 (Tor: La montaña maldita), un pódcast en 2018 (Tor: Tretze cases i tres morts en Catalunya Ràdio) y una serie documental en 2023. "Probablemente empecé las historias de crímenes reales en España con Tor", ha afirmado Porta.
El turismo de crímenes reales
Toda esta atención mediática ha encendido la imaginación de los entusiastas de los misterios. El resultado es un turismo macabro que ha traído visitantes y muchos dolores de cabeza a los vecinos.
@adventura247 Tor, situada en el Pirineo Catalán muy cerca de la frontera con Andorra. Ruta contrabandistas. #travel #adventure #jeepwrangler #offroad ♬ Spooky, quiet, scary atmosphere piano songs - Skittlegirl Sound
En verano, el pueblo se colapsa. Los aficionados acuden en masa para alojarse en la que fue la casa de Sansa, vivir la llamada "Tor Experience" o realizar "espeluznantes excursiones románticas" por la montaña.
El negocio del turismo
Merce Turallols, que trabaja en el Hostal Montaña de su familia, tenía 8 años cuando encontraron el cuerpo. Reconoce que el turismo ha ayudado al negocio, pero el precio es alto. "Los habitantes del pueblo ya no podían soportarlo más", explica. En verano "ni siquiera había dónde estacionarse" y los "excéntricos" tomaron el control.
El testimonio de los lugareños es demoledor. Han visto a visitantes recrear el asesinato, paseándose por el pueblo con cables eléctricos alrededor del cuello. "Un friki llegó con una cuerda atada al cuello", lamenta Turallols. Guías locales, como Antonio Zamorano, ofrecen tours señalando los puntos sombríos de la historia: dónde arrastraron el cuerpo, la casa donde "se suicidó un jipi" (la cuarta muerte) o el lugar de una misteriosa caída (la quinta).
La voz de los vecinos
Los habitantes de Tor se han convertido en "personajes reacios" de un caso que les supera. Joan Clotet, un ejecutivo de una estación de esquí que trató con Sansa, cree que el pueblo perdió una gran oportunidad de desarrollo "a causa del asesinato". Irónicamente, el crimen ha traído otro tipo de desarrollo no deseado.
Mientras Carles Porta sigue investigando (cree que nuevas pistas apuntan a un asesino a sueldo en Miami y planea más proyectos), los vecinos están hartos. Pilar Tomàs le ha llegado a preguntar al periodista si podría donar parte de sus ganancias para que el pueblo, al menos, pueda tener una torre de telefonía móvil.
La necesidad de un desenlace
Tomàs renunciaría encantada al aumento de clientes a cambio de volver a la normalidad. Pero sabe que eso no ocurrirá hasta que haya un culpable. "La gente necesita un desenlace", afirma.
Sin embargo, mientras se aleja de la casa de Sansa entre la niebla y los perros dormidos, Tomàs sentencia que el crimen nunca se resolverá. Del asesino, dice, solo está segura de una cosa: "¡No soy yo!".


