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La absurda locura por la algarroba: de comida para los caballos a la mesa y el baño de los españoles

Esta legumbre ha pasado a engrosar la larga lista de productos naturales a los que, repentinamente, se les atribuyen atributos milagrosos de forma injustificada

Algarrobas maduras en la rama del árbol / PIXABAY
Algarrobas maduras en la rama del árbol / PIXABAY

La imagen de cientos de algarrobas cubriendo el suelo era una imagen típica de los campos y pueblos del Mediterráneo. Las vainas oscuras que estos árboles pierden a finales de verano apenas se utilizaban para alimentar a los animales de granja hace unos años. De hecho, muchos agricultores se negaban a recogerla. Su precio era tan bajo que no suponía un beneficio suficiente como para hacer el esfuerzo. Ahora, el cuento ha cambiado y mucho. 

Una investigación del CSIC confirmó que la algarroba tenía unas propiedades increíbles. Además de ser un sustituto histórico del cacao, se descubrió que contenía un compuesto conocido como D-pinitol que se ha encontrado en muy pocas sustancias de la naturaleza, que emula casi a la perfección la insulina. Sin embargo, la fama que ha alcanzado no está justificada por sus beneficios, sino por un marketing que muchas veces prefiere obviar la realidad. 

Una fiebre pasajera

La moda de la algarroba comenzó hace apenas dos años, cuando de repente, la algarroba dejó de ser un desperdicio para convertirse en un producto casi gourmet. “Aquí en Ibiza, en 2019 el precio del kilo estaba por 17 céntimos. Ahora se está vendiendo alrededor de los 50 céntimos. De hecho, ya casi no encuentras ni una tirada por el suelo”, explica Raúl González, portavoz del departamento de ventas de Frutos Secos Ibiza, empresa encargada de la recolección y distribución de algarrobas en la isla. 

Este precio tres veces más alto se debe a todas estas propiedades que ciertos sectores de la industria alimentaria han sobreexplotado con el fin de popularizar esta legumbre --sí, es una legumbre-- entre la población. “Es útil como sustituto del cacao, ya que no tiene casi grasa y su azúcar es apto para diabéticos. Pero más allá de eso, es una moda como ya ha ocurrido con tantos alimentos similares. Mucha gente lo ve como un producto gourmet, algo con lo que innovar, pero en unos años su popularidad bajará y aparecerá otro alimento que le quite el puesto”, comenta Ana Colomer, nutricionista en Valencia. 

El problema de los superalimentos

Como siempre ocurre cuando algún producto natural destaca por sus valores nutricionales, se le atribuye el apelativo de superalimento. “Lejos de ser un alimento milagroso, la algarroba tiene una serie de propiedades interesantes. Es una legumbre rica en azúcares complejos, con una gran cantidad de magnesio y calcio y casi sin grasas. Pero no por ello tenemos que considerar a la algarroba como un alimento milagroso”, señalan desde el Colegio Oficial de Dietistas-Nutricionistas de la Comunidad Valenciana. 

Estos expertos aseguran que sus propiedades se suelen sacar de contexto por la industria, que siempre ve una oportunidad de negocio en las palabras ‘anti-cáncer’ o aseveraciones similares, que siempre son difícilmente acreditables con hechos contrastados. En este sentido, Colomer confirma que, aún en el caso de que fueran ciertas estas premisas, lo que puede contribuir a mejorar en una enfermedad es una dieta, pero nunca un alimento. “Un alimento puede ayudar en lo anímico o incluso en la salud, pero nunca curará nada. Eso pertenece al campo de la medicina”, concluye. 

Propiedades cosméticas invisibles

Más allá de su fomento como comestible saludable, el aura de superalimento de la algarroba también ha entrado de lleno en el mundo de la cosmética. Decenas de cremas y aceites se publicitan bajo las supuestas propiedades beneficiosas de esta legumbre, entre las que se incluyen la hidratación, rejuvenecimiento, curación de quemaduras y un sinfín de cualidades según la marca que la publicite. 

No obstante, a la hora de buscar los hechos detrás de estas afirmaciones parece que no se encuentra nada más que una publicidad, cuanto menos, cuestionable. “Haciendo un análisis de las publicaciones de investigaciones en el campo de la dermatología o la cosmética, apenas se encuentran algunas que hablen de propiedades concretas. Y estas, al parecer, están financiadas por una empresa que vende estos productos. No creo que haya pruebas suficientes como para decir que su uso sobre la piel implique algún efecto positivo”, sentencia Begoña Bolós, investigadora y biotecnóloga de la Universidad de Copenhague.

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