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Tirar las cenizas de un familiar al mar: ¿delito u homenaje?

Las urnas biodegradables depositadas en el fondo del océano son una opción legal para que los difuntos se reencuentren con la naturaleza

Un barco regresa tras sumergir una urna con cenizas / Unsplash
Un barco regresa tras sumergir una urna con cenizas / Unsplash

El mar ha sido, desde siempre, una metáfora de la inmensidad y de la muerte. Desde Jorge Manrique (“Nuestras vidas son los ríos que van a dar al mar, que es el morir”) hasta los azules totalizadores de los pintores contemporáneos. Serrat pidió que, si un día iba a buscarle la parca, empujasen al mar su barca con un levante otoñal y dejasen “que el temporal desguace sus alas blancas / Y a mí enterradme sin duelo entre la playa y el cielo”.

Sin duda, hacer del mar la última morada de un fallecido para que sus restos se hermanen con el océano es poderoso, evocador. Sin embargo, en España a los particulares no les está permitido esparcir cenizas directamente a la naturaleza, aunque existen algunas empresas con las que sí es posible realizar ese último viaje. Resulta hasta poético: las cenizas, es decir, los pocos restos de un cuerpo que han lamido las llamas, se integran en una enorme balsa de agua, en un entorno vivo y cambiante.

La popularidad de la incineración

Según reflejan los datos de la Asociación Nacional de Servicios Funerarios (Panasef), cada vez son más las personas que optan por la incineración frente al tradicional enterramiento. Se puede buscar una explicación sociológica, que puede tener que ver con la laicidad: aún hoy, la Iglesia católica sostiene que las cenizas deben descansar en lugares sagrados, como columbarios. Algunos obispos se encargan de recordarlo periódicamente.

Una mujer arroja las cenizas de una urna directamente al agua, práctica prohibida en España /Pixabay
Una mujer arroja las cenizas de una urna directamente al agua, práctica prohibida en España /Pixabay

Más allá de las convicciones religiosas, otra variable que está cobrando fuerza es el impacto medioambiental de los enterramientos. Algunas personas buscan un reencuentro con la naturaleza para sus familiares, una especie de cierre del círculo, pero una cremación requiere el empleo de gases responsables del efecto invernadero. Por otra parte, es imposible establecer un control sobre dónde deposita las cenizas cada persona, pero con la normativa vigente en la mano, esparcirlas en lugares públicos es ilegal. De hecho, las Administraciones pueden poner sanciones de miles de euros. Para hacerlo bien hay que recurrir a empresas especializadas. Hacia el Mar es una de ellas.

Hacia el Mar

La compañía permite a los familiares depositar, desde un barco, las cenizas de un familiar en el fondo del mar. Uno de sus responsables, Sergio Quince, cuenta a Consumidor Global que antiguamente hacer esto era ilegal, pero aun así era una práctica extendida. “Mucha gente aún no tiene claro si es legal o no, pero el Gobierno lo reguló en un decreto en 2019”, explica. Se trata de ofrecer una experiencia radicalmente diferente al ambiente de un tanatorio. Más poderosa. El mar, el cielo abierto, unos pocos familiares y nada más. “La verdad es que es acojonante”, declara Quince, quien destaca que es una ceremonia íntima extraordinariamente emotiva.“Habitualmente, los clientes nos piden poner una canción mientras hacemos el trayecto en barco”. Una vez que llegan al lugar exacto, se sumerge la urna con las cenizas, que debe estar compuesta de materiales biodegradables. “Por ejemplo, sal compacta o arena compacta”, concreta Quince. A continuación, los familiares pueden arrojar unos pétalos de flores al agua. “La ley no permite lanzar ramos”, explica. Además, a los familiares se les entrega “una tarjetina” en la que se precisan las coordenadas exactas de la urna.

¿Hacia una red nacional?

El responsable de Hacia el Mar comenta que aún hay mucho desconocimiento sobre la legalidad de esta práctica. “A veces, cuando hablo con las Administraciones para pedir los permisos pertinentes, el funcionario no sabe cuál es la normativa por la que tiene que encauzarlo”, explica. Aun así, a la empresa le va bien. Los clientes han valorado la originalidad de la propuesta. “Cada vez tenemos más puertos y buscamos colaboradores y embarcaciones, porque el barco tiene que tener unos permisos y unas características especiales. Queremos crear una red nacional”, explica Quince. De momento, están en Gijón, Avilés, Bilbao y Santander.

La tarifa intermedia cuesta 495 euros. Por ese precio, hasta seis personas pueden realizar la ofrenda desde una embarcación de 10 metros de eslora con un trayecto de 60 minutos de navegación. En otras empresas parecidas, dicho precio se puede multiplicar. Es el caso de Cenizas en el Mar, que opera en Andalucía. Los servicios más costosos incluyen un viaje en yate para depositar la urna. Por ejemplo, salir con este vehículo desde el puerto de Chipiona cuesta 1.140,48 euros. No son las dos monedas para Caronte, pero como billete para un último viaje, no está mal.  

 

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