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'Top Secret, cine y espionaje': todo lo que necesitas para seguir la estela de James Bond

CaixaForum Madrid muestra los prolíficos lazos entre el cine y el mundo de los espías en una exposición imprescindible

Un visitante en la exposición 'Top Secret, cine y espionaje' / CAIXAFORUM
Un visitante en la exposición 'Top Secret, cine y espionaje' / CAIXAFORUM

Cuando Edward Snowden huyó de Estados Unidos, seguramente por la cabeza del célebre denunciante americano desfiló una comitiva de ideas sobre la libertad de expresión, las filtraciones o la seguridad, pero no pensó en Mata Hari, Ben Affleck, Ian Fleming o Sean Connery. Ahora, CaixaForum Madrid mezcla a unos y otros, los agita, sirve hielo y ofrece un cóctel embriagador que huele a pasillos de hotel, persecuciones y perfumes envenenados: una exposición titulada Top secret. Cine y espionaje.

La muestra repasa cómo el cine bebe del vibrante universo de los espías, pero su voluntad no es enciclopédica, sino lúdica, con un punto de gabinete de curiosidades. Hasta el 22 de octubre, los visitantes podrán deleitarse con armas y films, meterse un poco en el papel y dejar que la nostalgia cinéfila les invada o que crezca en ellos la chispeante duda de si su mejor amigo le traiciona o si su gobierno oculta información confidencial sobre la bomba atómica.

Una cámara dentro de un paquete de cigarrillos

La exposición, que se ha realizado con colaboración con la Cinémathèque Française, se divide en cinco secciones: Espionaje y cine, una historia de técnicas; Clandestinas de las grandes guerras; Guerras frías y gentlemen, Terrores y terroristas (década de 1970 a nuestros días), y ¿Todos espías? El ciudadano espía: perspectivas de futuro. Como no podía ser de otro modo, entre los primeros objetos que reciben al visitante hay cámaras fotográficas.

Impresiona y divierte el aspecto de una de la marca Tessina, oculta en un falso paquete de cigarrillos, que fue utilizada por agentes de contraespionaje franceses entre la década de los 60 y la de los 80.  De hecho, aunque son las imágenes las que vertebran la exposición (desde una pléyade de posters de películas míticas a bocetos de vestuario), los objetos permiten disparar la imaginación, precisamente porque son reales y los manejaron tipos reales, del KGB, la Stasi o la CIA, metódicos, valientes, desalmados o sofisticados.

La cámara dentro de un paquete de cigarrillos / CAIXA FORUM - DGSE- Ministère des Armées, Francia
La cámara dentro de un paquete de cigarrillos / CAIXA FORUM - DGSE- Ministère des Armées, Francia

Mapas de seda, paraguas y manuales

También resulta curioso un mapa de Francia de 1940 impreso en seda empleado sobre el terreno por los agentes del Ejecutivo de Operaciones Británicas. Este plano podía arrugarse y hacerse una bola, así que nadie sospecharía al verlo. En la misma línea, se exhiben unos manuales de sabotaje con instrucciones precisas destinados a miembros de la Resistencia con la forma de pequeños libros de poemas, de apenas unos centímetros.

Quizá podría haberlos llevado en su bolsillo Shosanna Dreyfus o Aldo Raine. En cambio, al Michael Caine de Funeral en Berlín, al Gary Oldman de Agente Topo o al Colin Firth de Kingsman les pegaría más portar un paraguas búlgaro, que lleva en su punta un microscópico balín envenenado. La expo enseña uno de 1980 que perteneció a un agente del KGB.

Mirar sin ser visto

“El cine, desde sus orígenes, ha sido una de las artes que mejor ha sabido satisfacer una necesidad humana, la pulsión escópica: lo que tiene que ver con mirar sin ser visto. Ese motivo del perseguidor que se oculta tras la puerta”, explica a este medio F. J. Fernández, experto y crítico de cine. La capacidad de mirar sin que el otro lo sepa, razona, convierte a quien observa “casi en un dios”.

Cartel de la exposición / CAIXAFORUM
Cartel de la exposición / CAIXAFORUM

En los años 30 y 40, argumenta Fernández, esa pulsión se profesionaliza. Como muestra, CaixaForum no se olvida de Fritz Lang o del Hitchcock de Encadenados. Además, en un momento en el que penetrar en los secretos permite cambiar el rumbo de las naciones, surge la sexualizada figura de la mujer espía, como la Mata Hari que encarna Marlene Dietrich en Fatalidad.

Realidad y simulacro

Más tarde, relata Fernández, la Guerra Fría impone su propio relato y se populariza la figura del espía en un mundo en continua alerta: “Por la situación geopolítica, ese cine se generaliza a la vez que se genera casi una condición de simulacro”, arguye. Se difunde la idea de que lo que la sociedad está viendo no es la realidad, o al menos no toda; sino que la realidad se esconde tras el telón. El mundo del detective y del espía, arguye Fernández, echa abajo ese muro mucho antes de que caiga el de Berlín.

Visitantes en la muestra / CAIXAFORUM
Visitantes en la muestra / CAIXAFORUM

Así, según los comisarios de la muestra, la Guerra Fría contribuye a la edad de oro del cine de espionaje y su “propaganda pop”, con super espías capaces de resolver “los peores conflictos diplomáticos bajo una cobertura de paz aparente”. Es aquí cuando emerge James Bond, que se enfrentará tanto a agentes soviéticos (Desde Rusia con amor o GoldenEye) y a miembros de organizaciones criminales. Los que disfrutasen de la más frívola Octopussy alucinarán con el falso cocodrilo de cuatro metros de largo provisto de una trampilla en la boca que permite al agente secreto atravesar un lago.

La ropa del espía

Los fans de la moda también encontrarán joyas: se exhibe, por ejemplo, el traje de noche que vistió Eva Green en Casino Royale (de Roberto Cavalli) o un abrigo reversible de tweed (marrón verdoso por un lado y gabardina caqui por el otro) que perteneció a un miembro del MI6, el legendario servicio de inteligencia británico.

Traje de 'Casino Royale' / CAIXAFORUM
Traje de 'Casino Royale' / CAIXAFORUM

Quizá alguna compañera del agente que vistió dicho abrigo, fuese quien fuese, utilizó un pintalabios “beso de la muerte”, puro eros y thanatos: CaixaForum exhibe un estuche pintalabios fechado en 1960 que esconde una pistola de un solo tiro (calibre 6mm).

Componente participativo

“La idea de la exposición es, también, implicar al visitante en una investigación. En un primer nivel, se podrían imaginar carteles u otros textos redactados en morse que deban descifrarse. Pero a un nivel más sofisticado, se podrían imaginar incluso dispositivos de vigilancia que convirtieran al visitante un potencial sujeto a vigilar”, explican los comisarios.

Aquí y allá hay orificios en las paredes por lo que el visitante puede asomarse, y la sorpresa se desvela al final. “El visitante pirateado se volverá participativo al tratar de entender qué hay detrás de esa intrusión tecnológica”, dicen desde CaixaForum. Pillado, pero satisfecho. Sale uno con ganas de comprar un periódico con el que cubrirse el rostro mientras vigila a alguien en una terraza. Más escéptico y con una buena lista de películas pendientes, aunque sin licencia para matar.

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