Hileras infinitas de chopos. Perfectamente alineados. Equidistantes. Cientos de personas. En convivencia. Felices. Arquitectura. Música. Arte. Todo mezclado en un escenario inconmensurable: la naturaleza.
Así surge la magia en el Festival Rizomes, que celebra su quinta edición en Cellera de Ter (Girona) del 20 al 22 de junio. Entrevistamos a su director artístico, Román Cadafalch.
--Rizomes es un nombre original para un festival...
--Inicialmente escogimos Rizoma porque es lo mismo en catalán y en castellano, pero había otro festival en Madrid que se llamaba así, llevaban más años y generaba confusión. Fue entonces cuando lo pasamos al plural: Rizomes.
--Para el que todavía no conozca vuestro festival, ¿cómo lo definiría?
--Nos gusta decir que es un festival ecosistémico, porque se enmarca en un sitio muy concreto, como es una plantación de chopos, y el festival nace para y de ese espacio, que nos ofrece unas posibilidades creativas muy interesantes.
--El lugar importa…
--En vez de ser un festival que se enmarca en cualquier sitio, estamos en una plantación de chopos de Cellera de Ter, y nos gusta pensarlo como un ecosistema de instalaciones artísticas y arquitectónicas que hacen de infraestructura, e intervenciones musicales que tienen lugar durante el festival y se relacionan entre ellas. De ahí el nombre de rizoma, que es una raíz de tallo múltiple que crece horizontalmente.
--El trabajo previo debe de ser titánico…
--Creamos todas las infraestructuras desde cero. El escenario, por ejemplo, siempre está diseñado específicamente para la plantación. Nos gusta pensarlo como un espacio de colaboración entre diferentes disciplinas artísticas. La plantación está en uso y tenemos que ir adaptándonos a ella cada año. Obviamente, nos gusta localizarnos debajo de los árboles más altos, porque ofrece una experiencia más transformadora, pero cada año cambia un poco la localización y ofrece nuevas posibilidades.
--¿Cómo describirías esa plantación de chopos, ese espacio en plena naturaleza cargado de sinergias artísticas?
--Al ser una plantación en uso no podemos ni agujerear los árboles ni utilizarlos como soporte. La plantación pertenece a la familia de uno de los socios, que su abuelo era silvicultor y empezó con esta plantación de 42 hectáreas. Tiene 15.000 árboles, más o menos, y es una plantación que se va moviendo: ahora cortan los más grandes, plantan los nuevos... Hay una secuencia de imágenes en Google Maps donde se aprecia este movimiento como si fuese una ola.
--Sólo el espacio merece una visita, ¿no?
--Sí, mucha gente pasa por la carretera y, en el típico momento en que miras por la ventanilla y ves esa secuencia de chopos en línea, pues haces un alto en el camino y entras en uno de esos espacios. Tiene algo muy curioso: un punto entre humanidad y naturaleza. Algo muy humano, como regular las cosas con un cuadrado, y el movimiento natural de los árboles. Es una experiencia que no es habitual, a no ser que vivas cerca de una plantación de árboles.
--Esos pasillos interminables…
--Claro, estos pasillos nos atrajeron desde el principio. Esta retícula, sobre todo para los arquitectos, es como un lienzo en blanco. Es un espacio muy atractivo con unos pilares sobre los que apoyarte. Hay un río que atraviesa la plantación y sirve para regar los árboles por inundación, y esto también sirve como sistema de canalización del agua para diferentes infraestructuras, como las duchas, la cocina, las picas...
--Claro, porque muchos asistentes pernoctan allí durante el festival…
--Exacto. Es un festival de camping que dura dos días. El año pasado fue la primera vez que hicimos un fregadero, porque respetamos al máximo las ideas de sostenibilidad que hay detrás del festival.
--No tenemos planeta B…
--El año pasado compramos una vajilla muy grande, con platos de cerámica, y se limpiaba en un fregadero de madera que era como una instalación artística más.
--¿Cuántos asistentes pernoctaron en la plantación de chopos?
--Éramos unas 1.200 personas, entre asistentes, artistas y el equipo del festival.
--¿Rizomes es el festival más sostenible de España?
--No sé si quiero entrar en esta carrera, porque hoy todo el mundo se está poniendo las medallas y no creo que vaya de eso. Al ser un festival pequeño, es mucho más sostenible que cualquier otro, eso ocurre siempre, pero no hacer nada es más sostenible que hacer algo. Empezamos como un festival muy pequeño, entre amigos, con muy pocos recursos, y esta falta de recursos te obliga a ser sostenible, porque no puedes gastar en nada. Con una idea creativa detrás, empiezas a utilizar los pocos recursos que tienes de una manera inteligente, escuchando lo que te ofrece el espacio, en un diálogo con la naturaleza.
--¡Qué bonito!
--Esto fue así en las primeras ediciones, porque creemos que el mundo está al borde del colapso y que hay muchas cosas que no tienen sentido. Y seguimos así porque nos motiva la idea de interactuar con la naturaleza y aprender de ella, que creo que es necesario. ¿Somos el más sostenible? Ahí ya no entro, pero nos gusta hacer las cosas de una manera inteligente y respetuosa con el entorno. Sin hacer cosas estúpidas como traer poliklins, que sería la solución más fácil, pero no tiene ningún sentido si estás en un sitio con un suelo que te puede ayudar a metabolizar los residuos de un lavabo.
--Eso he leído en algún artículo sobre vuestro festival...
--¿Para qué vas a instalar unos poliklins que utilizan unos químicos que también te han de traer? Obviamente, es menos sostenible. Nosotros hemos diseñado unos lavabos secos de madera en los que todo acaba en el suelo y hay un proceso de descomposición en la plantación. Este tipo de decisiones vienen de ser un festival pequeño, pero se han mantenido como una marca de identidad y un camino a seguir.
--¿Qué actuaciones musicales destacaría de este año?
--Es complicado destacar una actuación o una intervención porque cada una de ellas requiere de las demás. Es un ecosistema. Pero bueno, podríamos destacar algunos conciertos que serán estrenos en Cataluña y en España, como el de Anatole Muster, un joven acordeonista suizo que vive en Londres y hace una música realmente novedosa y futurista. Es acordeonista, pero hace jazz y toca en formato trío. Será su primer concierto en Cataluña.
--Suena bien…
--Luego hay un concierto de otro grupo que hace jazz y hip hop. Se llama Bloto, es de Polonia y hará su primer concierto aquí. También el grupo de jazz Fazer, que son de Alemania y tocarán por primera vez en España. Hay nombres más conocidos en la zona, como Lucía Fumero, Tarta Relena, COU, que es un grupo muy de experimentación. Pierre Bastien, que es un músico inventor y hace sus máquinas de mecano y crea conciertos como pequeñas orquestas a partir de estos inventos. Hay muchos conciertos a destacar. Nos gusta pensarlo como un ecosistema. Nunca hemos trabajado con la idea de un cabeza de cartel. Cada concierto tiene su momento y todos son especiales.
--¿Cuál es vuestro público?
--Hay gente que viene de lejos con su furgoneta, pero, sobre todo, es gente de Cataluña que se acerca. Y estamos empezando a llegar a un público de Madrid y de otras regiones de España.
--El Festival Rizomes es muy diferente al Primavera Sound…
--En general, te diría que es un público de entre 25 y 35 años que busca un festival un poco diferente, que no sea uno de los grandes festivales de Barcelona, que son el Sónar y el Primavera Sound, que son un modelo de festival diferente. No son festivales de acampar, son festivales masivos, muy comercializados. Creo que lo atractivo de nuestro festival para la gente es esta idea de convivencia, la idea de que todo el equipo que lo organiza somos gente joven, creativa, que estamos dentro de los circuitos del arte, de la arquitectura, tenemos muchos colaboradores que son arquitectos, diseñadores, artistas...