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Mercè Botella (Somos Conexión): “La tecnología está diseñada para que te controle”

Ante el giro educativo de nueve autonomías que han prohibido las pantallas en las aulas, la experta subraya que la medida es un paso prudente frente a una herramienta que ya genera “más daños que beneficios” en la infancia

Ana Carrasco González

Mercè Botella, fundadora de Somos Conexión / CEDIDA

El paisaje educativo catalán se despoja de cables y píxeles. Tras la euforia digitalizadora pospandémica, que llevó a inyectar 88 millones de euros en 32.000 pantallas interactivas financiadas por los fondos europeos Next Generation, el Govern ha pisado el freno. A partir de septiembre de 2025, los móviles desaparecerán de colegios e institutos públicos. Una medida audaz que no solo veta los smartphones, sino que replantea el modelo de digitalización escolar. Es un reconocimiento tácito de que, quizás, la carrera tecnológica fue demasiado rápida.

En este escenario de replanteamiento, Mercè Botella, fundadora de Somos Conexión, aporta una mirada clave. Para ella, el desafío no es vetar la tecnología, sino enseñar a convivir con ella de forma consciente y responsable. Su trabajo, que incluye la Guía para familias crueles y malvadas, busca armar a padres y educadores para una relación digital más saludable, cuestionando si la prohibición es un paso atrás o el inicio de una conexión más humana.

--Cataluña ha decidido apagar las pantallas en infantil, prohibir móviles y relegar los ordenadores portátiles a cursos superiores. ¿Estamos asistiendo a un giro sensato o a un reflejo del miedo colectivo?

--Probablemente sea una mezcla de las dos cosas. Creo que lo que mueve todo es el miedo y cómo las personas manejan ese miedo. Además, hay información que ya no se ajusta a la realidad actual. Muchas personas siguen tomando decisiones basadas en ideas muy divididas sobre lo que está pasando.

Niños con una tablet en el colegio / Catrinus Van der Veen  - EFE

--¿Cómo valora esta iniciativa?

--Yo creo que, en este momento, lo más prudente es actuar con cautela porque está en juego la salud de la infancia y la adolescencia. Tenemos datos claros que muestran que la situación está afectando mucho a los jóvenes, y eso lo pueden confirmar los profesionales de la salud que lo viven en primera línea. Aunque la tecnología tiene ventajas, ahora mismo genera más daños que beneficios porque no controlamos todas las variables. Por eso, la prudencia es necesaria.

--Usted defiende que el problema no es la tecnología, sino cómo la usamos. ¿Prohibir los móviles es una forma de rendirse ante el reto de educar en el uso responsable de la tecnología?

--No creo que sea rendirse, sino una decisión que el gran equipo docente considera adecuada en este momento. Hay muchas realidades diferentes: de los docentes, de los centros, de las familias y los entornos, y todo es muy complejo. Poner límites ahora es una forma prudente de manejar esta situación complicada, que no genera un gran impacto negativo. Es un punto de partida para empezar a trabajar y, desde ahí, ver cómo avanzar. Esa es nuestra posición y forma de verlo.

--¿En qué momento pasamos de concebir los dispositivos como herramientas a verlos como amenazas?

--Desde el momento en el que se está responsabilizando al usuario, a las familias y a otros agentes de hacer un buen uso de la tecnología. Los dispositivos están diseñados para fomentar el uso excesivo y que la tecnología te controle, no al revés. Es mucho pedir que el usuario controle algo creado para manipularnos. Por ejemplo, coges el móvil para ver la hora y sin darte cuenta pasas diez minutos navegando. La tecnología está pensada para que tú no controles, sino que te controle a ti.

--Da miedo esta respuesta. 

--No da miedo. Hay que limitar los diseños y a sus creadores. La atención humana es un recurso limitado y todos compiten por ella, especialmente a través de la tecnología. La tecnología no es mala en sí misma; el problema es cómo la usamos y cómo la diseñan quienes la crean. Tanto diseñadores como usuarios estamos haciendo un mal uso.

--¿Qué hay detrás del impulso de muchas familias de entregar un móvil a su hijo a los 10 años? ¿Soledad? ¿Presión social? ¿Falta de tiempo?

--Yo creo que el principal argumento es la presión social. Ser padre o madre es más fácil con el móvil. La educación estricta recae sobre la familia, pero vivimos en un mundo activo que reduce muchísimo el tiempo de atención a los hijos. Volvemos a toparnos con la limitación de la atención. Gestionar esta demanda es difícil. A los 10 años quizá es menos difícil que a los 12 o a los 14, pero empieza a serlo solo con que te digan: “Todos tienen móvil y yo no”. Te sientes mal, culpable, porque estás excluyendo a tu hijo.

--¿Y qué pasa entonces? ¿Se cede?

--La mayoría de familias no tienen la capacidad de acompañar. Se necesita ser casi experto y cada vez más no puedes sostener tanta presión, es una lucha, un griterío. También la ilusión juega un papel. A veces no son ni los padres los que compran el móvil, son tíos o abuelos, para hacer feliz al niño. Luego, cómo gestionas eso, es mucho más complejo. El principal argumento es que nos sobrepasa la capacidad que tenemos las familias para controlar este elemento.

Varios niños miran sus móviles / FREEPIK - pressfoto

--¿Qué opinan las familias con las que trabaja Somos Conexiones sobre la retirada de pantallas en educación infantil? ¿Lo ven como un retroceso o una protección?

--Lo que he podido percibir es que las familias que usan excesivamente la tecnología y de forma poco coherente sienten cierta tranquilidad con esta medida. Es como un alivio. Podemos descansar porque algo nos ayuda a contener toda esta presión. Las familias menos críticas con la tecnología tampoco se ven muy afectadas, porque el uso no se elimina del todo, solo en el centro educativo. El conflicto sigue estando fuera. Y no tenemos que perder de vista que muchas de las personas que diseñan en Silicon Valley las aplicaciones que usamos a diario, no permiten que sus propios hijos accedan a la tecnología hasta los 16 años. Eso también nos debería hacer reflexionar.

--Es decir, en muchos casos, se recibe como un respiro.

--Exacto. Algunos profesionales que usan tecnología pedagógica están contrariados porque sienten que pierden una herramienta útil. También quienes creen en el acompañamiento digital y ven que muchas familias no pueden hacerlo. Aun así, muchas familias lo valoran como una medida protectora. Hemos integrado la tecnología sin reflexionar; ahora que sabemos sus efectos, toca proteger y ordenar.

--Pero si ahora se retiran las pantallas en infantil con la promesa de un entorno más saludable, ¿no corremos el riesgo de crear una infancia en una burbuja, sin preparación para el mundo digital?

--El mundo es digital, pero está diseñado para que seamos usuarios pasivos, no críticos. Hacemos clic no porque queramos, sino porque alguien lo ha diseñado así. Usar el móvil no nos hace más competentes digitalmente, sino más vulnerables. Y además, un cuerpo joven necesita moverse, no pasar horas quieto frente a una pantalla.

--¿Cómo describiría el vínculo emocional de los niños con el móvil? ¿Es una herramienta, un juguete, una vía de escape?

--Depende de las edades. Para los más pequeños es como una sobredosis informativa que los deja desconectados. No pueden evitar parar ahí, es un chupete digital que hace que se olviden de comer, beber, de lo que les pide el cuerpo. Desconecta a los más pequeños. En esta edad es imprescindible que estén muy pendientes los adultos porque están construyendo su cuerpo. Lo que hace la pantalla es desconectarlos de su vida, incluso los pone en riesgo si no están los adultos pendientes.

--Y cuando crecen, ¿ese vínculo con la pantalla cambia?

--Sí, tengo experiencia con mis hijas. A veces les permitía un uso muy limitado y ellas me decían: “He tenido un día malísimo, déjame que me evada, que salga del malestar de mi cuerpo”. Probablemente no es lo mejor porque es olvidar el dolor en lugar de afrontarlo. Lo mejor es mirar esos dolores emocionales con conciencia y atenderlos. Quien está alrededor tiene que ser competente en esto, pero no todos lo son. Si ves que tu hijo está mal y no lo sabes acompañar, te sientes más tranquilo si se aleja de una pantalla. 

--En un sistema que premia la inmediatez y la hiperconexión, ¿qué significa enseñar a esperar, a aburrirse, a desconectar?

--La vida es inmediatez, pero los niños necesitan tiempo para sus procesos. No hay otra opción. Si no aprenden esto cuando su cerebro es más flexible y está en pleno desarrollo, después será mucho más difícil. En realidad, sólo estás posponiendo lo inevitable.

Varios niños con sus móviles / PEXELS

--¿Existen edades o etapas más sensibles en las que el móvil puede tener un impacto más negativo?

--Sí, cuanto más pequeño es el niño, más vulnerable es. Aunque los niños tienen mucha capacidad de resiliencia, el móvil exige una gran capacidad de autocontrol, algo que ni siquiera muchos adultos tienen. De hecho, incluso ellos, para no usarlo en exceso, suelen tener que esconderlo o alejarse de él. Por eso, para los niños que aún están desarrollando esa autogestión, el impacto puede ser aún mayor.

--¿Qué señales pueden identificar las familias para saber si el uso del móvil se ha vuelto problemático?

--De entrada, que se pase muchas horas con un móvil, que parece que la vida está dentro y no fuera. Que no te interese lo que pasa afuera. Que bajen los resultados académicos. Son los principales. En cada edad es distinto, pero un niño que te pide constantemente el móvil, quiere decir que lo está usando demasiado y no puede sustituirlo cuando se aburre. Ahora el tiempo vacío no tiene valor y es inexistente. Y en el tiempo vacío se crea, se toma conciencia, se conecta con cosas profundas. Ahí se han creado las principales cuestiones del mundo. Si esos espacios no existen, solo reproduces o reaccionas sin ahondar.

--¿Qué modelo ideal de convivencia con la tecnología imagina usted para la infancia?

--El modelo ideal es que la tecnología esté en casa, pero no sea central. Que los adultos sean el modelo y que haya una cortesía desde no uso, siendo posible hasta los seis años sin uso. Es difícil, pero posible con mucha conciencia, con acompañamiento, con límites y con amor, con presencia. Que los niños puedan jugar con otros niños, hacer deporte, leer libros, hacer teatro, salir a la naturaleza y que la tecnología sea una herramienta más, no la herramienta principal.