¿No te resulta curioso que los ratones caigan siempre en la trampa atraídos por un pedazo de queso? Más allá del cliché, este alimento esconde un magnetismo real. El queso no es solo un clásico de la dieta mediterránea: es un símbolo cultural y, en ocasiones, un producto que despierta auténtica fascinación en quienes lo consumen.
Pero detrás de esa irresistible atracción hay algo más que tradición y sabor. La ciencia de la alimentación lleva años preguntándose si el queso, en cierto modo, puede llegar a ser “adictivo”.
El queso y el cerebro: ¿Antojo o adicción?
Cuando ingerimos queso, la caseína (la proteína principal de los lácteos) se descompone en casomorfinas durante la digestión. Estos péptidos pueden interactuar con receptores cerebrales que liberan dopamina, el neurotransmisor asociado al placer y la recompensa.
En términos sencillos: comer queso activa los mismos circuitos cerebrales que se encienden con experiencias placenteras como escuchar música, practicar deporte o recibir un abrazo. De ahí que muchas personas digan aquello de: “Yo sin queso no podría vivir”.
En 2015, un grupo de investigadores analizó si ciertos alimentos provocaban conductas comparables a las adicciones. El queso apareció en el listado de sospechosos habituales, junto con productos ricos en grasa, azúcar y sal. Sin embargo, especialistas del Hospital Houston Methodist aclararon que no existe evidencia clínica de que el queso genere adicción en sentido estricto.
Lo que sí reconocen es que estimula poderosamente las zonas cerebrales vinculadas al placer, lo que explica por qué tantos sienten la necesidad de repetir bocado. En resumen, el queso no engancha como una droga, pero sí despierta antojos intensos gracias a su efecto sobre nuestro cerebro.
España: un país rendido al queso
Los datos hablan por sí solos. Según la Organización Interprofesional Láctea, el 89% de los hogares españoles consumen queso habitualmente, y más del 70% lo prefieren de origen nacional.
La variedad disponible es inmensa: manchego, cabrales, idiazábal, tetilla, curados, frescos, de cabra o de oveja. Esta diversidad no solo enriquece la gastronomía local, sino que convierte al queso en un alimento omnipresente en desayunos, tapas, comidas familiares y cenas informales.
El papel de Mercadona en la innovación
Las cadenas de distribución también conocen esta pasión. Mercadona, uno de los supermercados más influyentes en España, ha hecho del queso un terreno de innovación constante. Cada lanzamiento despierta expectación, hasta el punto de que en redes sociales existen cuentas dedicadas exclusivamente a difundir las novedades de la cadena.
La última incorporación es un queso curado de oveja con crema de naranja, una propuesta que combina la intensidad de un queso de larga maduración con el frescor cítrico de la fruta. Se vende a 21,30 euros el kilo en cuñas de unos 260 gramos y ya se ha convertido en la sensación entre los consumidores más curiosos.
En redes sociales, los comentarios son mayoritariamente entusiastas: “Está buenísimo, en casa nos encanta a todos”, “sabe y huele a naranja” o “no puedo dejar de comprarlo”, valoran los satisfechos.
El valor de las combinaciones inesperadas
Las grandes cadenas lo saben: el queso es un producto con una legión de seguidores fieles. Mercadona, uno de los gigantes de la distribución alimentaria en España, ha convertido la innovación en su sello. Cada temporada introduce nuevas referencias que rápidamente se viralizan en redes sociales, gracias a comunidades de consumidores que siguen con lupa cada lanzamiento.
Por otra parte, la unión de queso y fruta no es casual. A nivel sensorial, el contraste entre la grasa láctea y la acidez natural crea un equilibrio que potencia ambos sabores. Esta lógica explica la popularidad de clásicos como el queso con membrillo o las ensaladas que mezclan quesos suaves con uvas o peras.
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Con su versión de queso con naranja, Mercadona refuerza una tendencia global: la búsqueda de alimentos que sorprenden, despiertan curiosidad y permiten experiencias gastronómicas distintas sin salir de casa.
Más allá del antojo: cómo disfrutarlo de forma equilibrada
Aunque el queso aporta nutrientes esenciales, especialistas en nutrición recuerdan que debe consumirse con moderación debido a su contenido en sal y grasas saturadas. Integrarlo en una dieta equilibrada puede ser tan sencillo como:
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Usarlo en pequeñas porciones para realzar ensaladas o verduras.
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Optar por quesos frescos o bajos en sal en el día a día.
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Reservar los curados e intensos para momentos especiales.
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Combinarlo con fruta fresca, frutos secos o pan integral para un aperitivo más saludable.
El queso sigue siendo un alimento que conecta tradición, placer y ciencia. Puede despertar antojos gracias a su efecto en el cerebro, pero sobre todo destaca por su capacidad de crear experiencias gastronómicas únicas.
Y mientras los nutricionistas insisten en el equilibrio, cadenas como Mercadona continúan sorprendiendo con propuestas innovadoras como el queso curado de oveja con crema de naranja, que ya apunta a convertirse en la nueva obsesión de los amantes del queso en España.