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Diferenciar una sandía nacional de una marroquí: misión imposible en un súper

Los agricultores se quejan de que las importaciones de esta fruta se han disparado, de que producen a pérdidas y de la falta de un etiquetado claro

Javier Roibás

Una mujer sostiene un trozo de sandía / PIXABAY

A finales de abril llegarán a los supermercados las primeras sandías de la temporada. Jugosas y refrescantes como pocas, la demanda se dispara con la llegada del calor y en verano se convierten en aliadas indispensables para muchos. Como merienda en la playa, para el postre o en cualquier otra situación, siempre se agradece una buena ración de esta fruta, de la que España es uno de principales productores del mundo. Según las estadísticas de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el país ocupó en 2019 --el último año con datos disponibles-- la decimocuarta posición a nivel global con una producción de 1,2 millones de toneladas.

Las fuentes del sector consultadas por Consumidor Global coinciden en que la huerta española es suficiente para abastecer la demanda nacional. Sin embargo, en los últimos cinco años se ha disparado la importación de sandías. Un estudio de la organización agraria COAG indica que, en el último lustro, se ha multiplicado por nueve. De las 10.572 toneladas que llegaban en 2014 desde países como Marruecos, Senegal o Brasil, en 2020 la cantidad ascendió a 88.603 toneladas. La producción a pérdidas --sobre todo en el inicio de la campaña-- es el principal impacto para los agricultores. Se quejan de que no pueden competir en igualdad de condiciones con países con precios de derribo debido a unos controles fitosanitarios más laxos y a unas peores condiciones laborales de los trabajadores. Además, las organizaciones agrarias lamentan que en los supermercados, por lo general, es muy difícil conocer la procedencia de estos productos.

Un etiquetado deficiente

Es obligatorio que en el etiquetado de las frutas y hortalizas, al igual que en otros productos alimenticios, se indique de manera clara el país de procedencia de las mismas. “Es un derecho que se le niega a los usuarios porque en los supermercados es muy difícil saber el origen de las sandías. Si éstos pudieran identificar las de procedencia española al menos tendrían la opción de elegir”, afirma a Consumidor Global Andrés Góngora, responsable nacional del área de frutas y hortalizas de COAG. “Es un fraude y desde hace tiempo reclamamos que esta información se proporcione de forma clara”, agrega. Además, en los establecimientos tampoco se diferencian en estantes distintos o con algún tipo de cartelería las frutas que son de importación de las nacionales.  

Al margen de esas dificultades, otra cuestión que escama a los productores es la del reetiquetado. Hay empresas en España que son productoras de sandías y, a la vez, importadoras. “Algunas de estas compañías, cuando ponen las sandías en el mercado, lo que hacen es no indicar el origen y cambiar las cajas para hacerlas pasar por un producto nacional”, relata José Ugarrio, técnico de la organización agraria Asaja. Así, a los consumidores, a veces, se les da gato por liebre. “Es injusto que alguien que busca fruta de calidad y que paga un precio elevado por un producto nacional reciba algo que se produce con unas calidades cuestionables y lejos de las exigencias que hay en la Unión Europea (UE). Es un timo”, asevera.

Un montón de sandías apiladas / PIXABAY

Controles fitosanitarios más laxos

Esa laxitud en cuanto a las exigencias de la producción de frutas y hortalizas es uno de los principales atractivos de importar sandías procedentes de otros países. En España se siguen los estándares de cultivo marcados por la UE, “que son de los más restrictivos del mundo en cuanto a la utilización de productos fitosanitarios”, asevera Ugarrio. Así, algunos insecticidas o plaguicidas que en la UE están prohibidos por su posible impacto en la fauna auxiliar y que abaratarían los costes de producción, en otros están permitidos. A pesar de ello y de que en las fronteras se hacen pocos análisis, los expertos consultados afirman que las sandías de importación son seguras para los consumidores. No obstante, la sandía procedente de Marruecos --que en 2020 representó el 81 % de la importación total, según COAG-- tiene liberalizada la entrada en el mercado del Viejo Continente debido a los acuerdos comerciales.

Al margen de las diferencias en los estándares sanitarios, otro aspecto que abarata las compras a estos países tiene que ver con las condiciones laborales de sus agricultores. “Competir con ellos es muy complicado por un tema de impuestos, de Seguridad Social y también de la legislación que tenemos que cumplir, que es un coste añadido. Además, la mano de obra es mucho más barata”, señala el técnico de Asaja. En ese sentido, defiende que no se trata de empeorar las condiciones en España, sino de operar en igualdad en el mercado. De hecho, estos desequilibrios provocan que los productores nacionales trabajen a pérdidas, sobre todo en el arranque de la temporada. Góngora detalla que producir un kilo de la variedad de sandía más común cuesta unos 60 céntimos. Sin embargo, lo que se le paga a los productores ronda los 50 céntimos. Además, a los supermercados llegan algunas piezas que se comercializan a unos 40 céntimos el kilo, señala este experto.

No hay diferencias en el sabor

No hay diferencias de sabor entre las sandías nacionales y las de importación, coinciden Góngora y Ugarrio. Sobre ello, el responsable de COAG señala que hay empresarios españoles que se van a Marruecos a producir las mismas variedades que aquí y con técnicas de cultivo similares. “Replican los métodos, pero de una forma mucho más barata. Esto también es un expolio, porque esta fruta requiere mucha agua y en esos países no hay demasiada. Aquí empleamos menos debido a la utilización de los invernaderos”, argumenta Góngora.  

La temporada de la sandía en España se extiende desde finales de abril y comienzos de mayo hasta septiembre. La primera que se produce se conoce como temprana y desde hace unos años está dejando de ser rentable. Según las organizaciones agrarias consultadas, esto se debe a que la campaña de importaciones de las grandes cadenas de distribución arranca también en abril y eso hunde los precios. Esta situación tensiona el mercado y hace que ese abaratamiento se prolongue durante el resto de la temporada debido a que hay más oferta que demanda. En ese sentido, en el sector piden a las centrales de compra que apuesten por la producción nacional y que eviten prácticas “especulativas” con importaciones que consideran “innecesarias”.

Una situación parecida con los cítricos y calabacines  

Los agricultores lamentan que otras frutas y hortalizas también están afectadas por las importaciones desde terceros países. Ese es el caso de cítricos como la naranja o la mandarina que llegan desde Sudáfrica y también desde Marruecos. En este grupo también se incluyen los tomates, las judías verdes y los calabacines, detallan las fuentes consultadas.

Por ese motivo, esgrimen la necesidad de que el cultivo español tenga preferencia en las compras de las grandes cadenas de distribución y también reclaman que se mejoren aspectos como el etiquetado. “Si a los consumidores se les da a escoger con claridad, por lo general van a optar por los productos nacionales”, concluye Ugarrio.