Estas son las frutas más queridas y olvidadas por los españoles

Los clásicos, como la naranja, conquistan los paladares de los españoles a pesar de las nuevas variedades que también se cuelan con fuerza en el mercado

Albert Lluis

Albert Lluis

Periodista

Un reponedor coloca mandarinas en los estantes de un supermercado / EP
Un reponedor coloca mandarinas en los estantes de un supermercado / EP

Casi se podría decir que cada mes tiene su propia fruta. Así, abril es un buen momento para comer fresas, fresones y naranjas. Eso significa que el consumo de estas dos frutas se intensificará. Sin embargo, hay algunas variedades que triunfan todo el año. De hecho, la naranja es la fruta que más consumen los españoles. 

Sin embargo, este cítrico no es el único que conquista o enamora a los paladares españoles. Los plátanos y las manzanas, otros dos clásicos, se cuelan entre las piezas más queridas. Otras, por otro lado, quedan relegadas a los últimos puestos de la lista como el mango, el pomelo y la uva.

La naranja es la reina 

Según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, la naranja fue la fruta más deseada por los españoles en 2020, según los últimos datos publicados --entre enero y junio--. De hecho, el consumo medio de esta fruta fue de 12,24 kilos por persona y su producción ascendió a más de 540 millones de kilos en todo el país. Por detrás se colaron los plátanos, con una media de más de 8 kilos por español y una producción de 350 millones y la manzana, con un consumo de 6,45 kilos por persona y unos 285 millones de kilos producidos en el primer semestre del año.

Mientras, la uva es una de las frutas menos consumidas en el mercado español y no supera  los 0,5 kilos por persona. Asimismo, el pomelo es otro eterno olvidado, con apenas ocho millones de kilogramos de producción. Aun así, en España “se venden, por lo general, todo tipo de frutas, aunque siempre dependerá de la temporada”, detalla Osvald Esteve, responsable de la sectorial de frutas dulces de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG). Por otro lado, este 2021, en algunas zonas de España  el plátano de Canarias se ha coronado como el rey durante el primer trimestre del año, según datos de Mercabarna. De hecho, se han comercializado 14,3 millones de kilos, frente a  9 millones de kilos de naranjas.

Estantes de un supermercado llenos de plátanos / PIXABAY
Estantes de un supermercado llenos de plátanos / PIXABAY

El poder inmortal de la fruta

“El año pasado, el consumo de frutas aumentó, sobre todo, durante los primeros meses del confinamiento”, añade  Esteve. Y pese a todo, la producción fue suficiente  para abastecer con normalidad las tiendas y supermercados. Algo que no fue fácil dada la elevada demanda. En ese tiempo, se vendieron  un total de 256 millones de kilos de naranjas, plátanos y manzanas, lo que supuso un incremento de casi un 40% respecto al 2019. 

“La gente cada vez come más sano y la fruta es esencial en una dieta equilibrada”, matiza Esteve. Asimismo, este experto de la COAG asegura que se ha visto una mayor tendencia a consumir productos más ecológicos, sobre todo en estos tiempos pandémicos. Por ello, el consumo y la producción de frutas se identifica, gracias a ese “aumento de la tendencia en consumir productos ecológicos”, señala Esteve.

Los precios: una montaña rusa

Los precios de las frutas más consumidas y queridas en España cambian con el paso del tiempo. Hay años como en 2019 que el precio medio de un kilo de naranjas se situó en los 0.88 euros. Sin embargo, 12 meses después dicha cifra ascendió hasta 1,10 euros. La diferencia puede parecer no muy notable, pero supone un 11% más. 

“Lo que ocurre es que existe una presión muy fuerte por parte de las grandes cadenas de distribución”, insiste  Esteve sobre la fluctuación de los precios. La propia guerra entre las cadenas lleva a ciertos cambios repentinos. “Son las grandes empresas las que marcan los precios y no los agricultores”, remarca Esteve. Asimismo, asegura este experto, los productores reciben cada vez menos dinero por sus cosechas, lo que les obliga a producir grandes cantidades con el fin de que, al menos, no pierdan dinero y sacarle algo de rentabilidad al trabajo realizado, aunque al final no sea para tirar cohetes.

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