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Fecha de consumo preferente: mirar, oler y probar un alimento no siempre es seguro

Los expertos advierten de que hay ciertos patógenos que no alteran el aspecto, el olor y el sabor de los alimentos y ponen en riesgo la salud del consumidor

Una mujer comprueba la fecha de consumo preferente de los alimentos de su nevera / FREEPIK
Una mujer comprueba la fecha de consumo preferente de los alimentos de su nevera / FREEPIK

La miel, la sal, el azúcar, determinadas legumbres, el vinagre, el arroz y el alcohol son conocidos como los alimentos o productos inmortales porque no caducan nunca. Otros, como las frutas, las hortalizas frescas y los de panadería que se consumen en 24 horas también están exentos de indicar una duración exacta. El resto sí requieren de una fecha de caducidad o de consumo preferente. El problema reside en que cuatro de cada 10 españoles desconocen las diferencias entre un etiquetado y el otro.

Por ello, es importante matizar que, mientras la fecha de caducidad señala el momento en el que vence la seguridad alimentaria de un producto, la de consumo preferente indica la fecha tras la cual el alimento puede experimentar cierto deterioro de sus características organolépticas --aspecto, olor y sabor--, aunque su ingesta siga siendo segura durante algunos días. Sin embargo, siempre se han de cumplir determinadas condiciones de conservación, y aun así puede haber excepciones que pongan en riesgo la salud.

Mirar, oler y probar

“Antes de tirar el alimento, si ya ha pasado su fecha de consumo preferente, es importante comprobar si tiene un buen aspecto y si huele y sabe bien, cerciorándose antes de que el envase está intacto”, aconsejan desde la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan).

Por su parte, la empresa Too Good To Go, que tiene como objetivo reducir el desperdicio alimentario, aboga por el lema Mira, huele, prueba en referencia a la actitud que debe adoptar el consumidor frente a los alimentos que superan la fecha de consumo preferente. Pero el uso de los sentidos “sólo aplica en productos sin abrir y siempre y cuando se hayan seguido correctamente las instrucciones de conservación --temperatura recomendada por el fabricante-- y el envase no esté dañado”, exponen a Consumidor Global fuentes de la firma. Sin embargo, algunos nutricionistas difieren y advierten sobre los posibles riesgos de estas prácticas, que no deben aplicarse a todos los alimentos.

Una mujer mira las fechas de caducidad de los alimentos en un supermercado / FREEPIK
Una mujer mira las fechas de caducidad de los alimentos en un supermercado / FREEPIK

Una práctica peligrosa

Mirar, oler y probar un alimento para saber si es apto para el consumo en muchos casos puede ser “un disparate y una auténtica temeridad”, apunta Juan Revenga, profesor de nutrición de la Universidad San Jorge de Zaragoza, quien añade que “mucho antes de que un alimento se vea afectado ya puede haber sufrido transformaciones peligrosas. La gente que padece salmonelosis y fallece no piensa que la mayonesa estuviera mala”, matiza. 

En la misma línea, José María Capitán, nutricionista de Sevilla, apunta que “determinados patógenos pueden no alterar las características organolépticas de los alimentos y, a pesar de ello, llegar a enfermarnos”. Por esta misma razón, un producto debe ser consumido dentro de su fecha de caducidad o sólo un tiempo corto después de su fecha de consumo preferente, aunque lo ideal es hacerlo siempre dentro de dicha fecha. “No todo lo que huele bien, sabe bien o tiene buen aspecto es adecuado para el consumo humano”, remarca Capitán. Mientras, Beatriz Robles, divulgadora científica especializada en nutrición, también se muestra contraria con este tipo de eslóganes. “No es un mensaje válido porque en muchos casos no se puede aplicar”, sentencia.

La vida secreta de los alimentos

Aquellos alimentos cuyo consumo es seguro poco después de que venza la fecha de consumo preferente son “los frutos secos, las legumbres, los cereales como el arroz, la pasta o panadería, las bebidas refrescantes, conservas y congelados”, entre otros. Eso sí, una vez abierto el envase, el alimento debe consumirse en uno o dos días.

Otros, en cambio, pueden representar una práctica de riesgo para la salud y eso incluye “todo tipo de alimentos que vengan preparados como carnes loncheadas, platos preparados en bandeja y ensaladas de bolsa”, explica Robles.

Un huevo con fecha de consumo preferente / FLICKR
Un huevo con fecha de consumo preferente / FLICKR

¿Quién decide qué fecha se pone a un alimento?

A excepción del huevo, cuya fecha viene fijada en 28 días después de la puesta, la fecha de caducidad o de consumo preferente de un alimento se determina en base a los estudios de vida útil realizados por expertos. Pero “son los fabricantes los encargados de fijar una u otra, y para ello se tendrá muy en cuenta las condiciones de conservación y almacenaje de los productos”, expone Capitán. 

Muchos nutricionistas llevan más de un lustro pidiendo la fecha de consumo preferente para determinados productos. Sin embargo, algunas marcas se resisten. “Creen que le van a sacar un rédito comercial”, critica Juan Revenga. “Es evidente que si pones fecha de caducidad, la rotación del producto va a ser mayor y durará menos en el supermercado, por lo tanto se venderá más”, apunta Robles al respecto.

Trucos para reducir el desperdicio alimentario sin correr riesgos

En España, uno de cada tres alimentos termina en la basura. Para evitar este enorme desperdicio, los expertos coinciden en que la educación del consumidor es imprescindible para que conozca las medidas que puede llevar a cabo con tal de reducir el número de alimentos que se desechan y contribuir así con la sostenibilidad medioambiental.

Planificar bien la compra es fundamental para evitar que los alimentos sobrantes caduquen antes de su consumo. Al mismo tiempo, “comer alimentos enteros, como la patata o el calabacín, que se pueden consumir íntegramente si se lavan, también ayuda”, apunta Capitán, quien añade que una gran cantidad de productos comestibles no llegan a las tiendas porque no tienen el aspecto al que está acostumbrado el consumidor. “Lo feo también puede estar rico y ser nutritivo”, añade. No cocinar de más y ajustar las raciones, congelar las sobras en recipientes pequeños, rotar el frigorífico y la despensa en función de las fechas de caducidad, y pedir que envasen las sobras del restaurante son también algunos de los consejos de los especialistas para reducir el desperdicio de alimentos que no suponen riesgo alguno para el consumidor.

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