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Con jamón, aunque sin rastro de él: las artimañas de algunas marcas para vender más

Las grandes empresas de alimentación confunden a los consumidores con imágenes y destacados que no afirman nada, pero sugieren mucho

Los envases de Popitas, Chiquilín y las mini tortitas de jamón ibérico de Bicentury / CG
Los envases de Popitas, Chiquilín y las mini tortitas de jamón ibérico de Bicentury / CG

Cada persona recibe alrededor de 6.000 impactos publicitarios al día y el neuromarketing está detrás de cada uno de ellos. Nada es fruto del azar. Todo está pensado al milímetro para conquistar al consumidor en cuestión de segundos y vender más. En lo que a productos de consumo alimentario se refiere, estos estímulos visuales están compuestos de fotografías sugerentes y nombres de fantasía. En ocasiones, las imágenes frontales de los envases de los alimentos tienen mucho en común con las fotografías de los platos combinados del típico chiringuito para guiris: tienen una pinta estupenda, pero no se corresponden con la realidad.

Destacar que un producto contiene un ingrediente que en verdad no tiene, o cuya presencia es mínima, es algo que ocurre más a menudo de lo que debería. “El carnaval alimentario es una estrategia muy rentable”, asegura Laura Caorsi, especialista en alimentación y salud, sobre cómo las empresas disfrazan sus productos para que luzcan más saludables y apetecibles. La línea entre los límites legislativos y el engaño es muy fina, advierten los expertos. Y lo cierto es que muchas marcas se mueven en una zona gris a la hora de presentar sus productos. 

Los casos más sonados

A muchos fabricantes de alimentos les “podemos aplicar el dicho dime de qué presumes y te diré de qué careces”, apunta Miguel Ángel Lurueña, doctor en ciencia y tecnología de los alimentos y autor del blog Gominolas de Petróleo, sobre los juegos a los que recurren algunas empresas de alimentación en sus envases.

“Ese ballet de lonchas de jamón en la bolsa es una representación artística: las tortitas no tienen jamón, a menos que lo pongas tú”, denuncia Caorsi en referencia a las teóricas mini tortitas de ibérico de Bicentury. El 0 % es la cantidad exacta de mantequilla que tienen las palomitas de mantequilla de Popitas (Grupo Apex), apunta esta experta. La mantequilla de la que presumen “es sólo aroma”, matiza en ese sentido Lurueña. 

Ingredientes caros en cantidades ridículas

Cuando algunas marcas se acogen a estas estrategias suelen usar “ingredientes de un alto coste económico”, expone Lurueña a Consumidor Global. Así, las galletas Chiquilín de la marca Artiach, por ejemplo, apenas cuentan con el 0,7 % de miel, aunque “dan a entender en su envase algo más”. Sin embargo, el endulzante principal es el azúcar (23 %).

Lo mismo ocurre con productos que contienen arándanos y frambuesas, con sopas de marisco y con alimentos que llevan frutos secos. Todos estos ingredientes, muy bien valorados y de precios elevados, a veces tienen una presencia real escasísima. “Las empresas los destacan porque les permite encarecer el producto, vender más y aumentar los beneficios”, apunta Lorena Martí, profesora de publicidad de la Universidad CEU San Pablo. 

¿Dónde está el límite?

Para cumplir con la legislación española vigente, las marcas sólo pueden destacar los alimentos cuya presencia sea real. “En la gran mayoría de casos la cumplen. Lo que hacen es buscar resquicios legales, pero engañosos. Es una cuestión más de ética que de ley”, opina Lurueña. En este sentido, fuentes del Grupo Apex, propietarios de Popitas, exponen a Consumidor Global que "su denominación legal indica maíz para palomitas sabor mantequilla para microondas, por lo que cumplen con la legislación vigente. El producto no contiene mantequilla como tal entre sus ingredientes para permitir que personas con intolerancia a la lactosa, alergia a la proteína de la leche y veganos puedan disfrutar de todo el sabor de la mantequilla".

En concreto, la normativa española prohíbe engañar al consumidor, “pero es evidente que no siempre se cumple”, denuncia Caorsi, quien asegura que las marcas relegan a la letra pequeña la presencia de los ingredientes menos deseables y destacan los saludables. “De esta manera siempre pueden decir que la información estaba ahí: la tenías en tu mano y no miraste”, añade esta especialista. Mientras, la profesora Martí opina que el diseño frontal de los productos queda muy expuesto a lo que desea el fabricante, que sólo tiene que cumplir unas normas mínimas de etiquetado.

La importancia de leer las etiquetas

Los expertos consultados por este medio coinciden en que “no nos queda otra que aprender a leer e interpretar las etiquetas porque en la parte frontal del producto te la pueden colar fácilmente”. Y, al mismo tiempo, el consumidor necesita educación nutricional para tomar mejores decisiones y no dejarse engañar.

La información relevante en los envases debería estar a la vista y ser clara. “Las empresas deberían pensar en otras estrategias de comunicación: si sabes que tu producto no tiene un buen perfil nutricional, dime que está rico y que me va a gustar, pero no me lo vendas como sano”, sentencia Caorsi.

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