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Compraventa de tangas usados: un fetichismo poco higiénico y sin filtros para menores

Las páginas web Secret Panties y Sin bragas y a lo loco se dedican a poner en contacto a vendedoras de ropa íntima usada que quieren sacarse un dinero extra con potenciales clientes

Una modelo en la página de compraventa de ropa usada Sin bragas y a lo loco
Una modelo en la página de compraventa de ropa usada Sin bragas y a lo loco

Ella se quita las bragas que ha usado durante los últimos tres días, las envuelve en un papel de conejitos y las lleva a Correos. A la mañana siguiente, él se acerca a la oficina postal del pueblo, recoge el paquete chillón y se lo esconde en el pecho, entre la camisa y la chaqueta. Camina deprisa. Al llegar a casa arranca el papel con ansia y se acerca las bragas de NinfaDeseada a la nariz. Huelen fuerte, como a él le gustan. Ha pagado 25 euros a través de la app Verse. Ya tiene su fetiche.

La venta de ropa íntima usada es un negocio online que llegó a España hace cerca de una década procedente de Japón, donde dicen que bastaba con echar unas monedas a una máquina expendedora para llevarse a casa un tanga usado u otras lindezas. “Lo que más tirón tiene son los vídeos sexuales, la lencería usada y el sexting”, explica Nuria Macías, directora de marketing de Secret Panties, una web que cuenta con más de 40.000 usuarios registrados y está en auge.

La página principal de la web Secret Panties
La página principal de la web de compraventa de bragas usadas Secret Panties

Así funciona la compraventa

“Mi marido Gabriel y yo creamos en enero de este año la web Sin bragas y a lo loco porque vimos que había una precariedad laboral brutal. Hay vendedoras de ropa íntima usada y compradores. Nosotros somos el escaparate”, explica Beatriz Távara, que desde 2012 tiene una empresa de tuppersex --juguetes eróticos-- en Zaragoza. En tres meses, la página Sin bragas y a lo loco, en la que sólo se venden prendas usadas de mujer, cuenta con 400 vendedoras y más de 700 usuarios. “Ellos acuerdan la forma de pago y envío. Las vendedoras abonan una suscripción de dos euros al mes y ya pueden publicar todos los productos que quieran”, añade Távara.

Sin embargo, acceder a webs como Secret Panties o Panty.com, en las que también se venden vídeos sexuales personalizados, es tan fácil como poner una fecha de nacimiento, una dirección de email y un alias, por lo que la entrada de menores es bastante posible. “Tenemos la casilla en la que aceptan que no son menores, pero es verdad que se la pueden saltar rápido. No podemos pedir el DNI porque nosotros no tenemos pagos. Sí, es peligroso que se meta un menor, pero al final no se puede controlar todo en Internet”, reconoce Macías. Y por si esto fuera poco, también está el tema de la higiene. La sexóloga y terapeuta de parejas Montse Iserte explica que “la salud sexual se pone en peligro porque no se puede saber si la mujer que vende sus bragas usadas es una chica que tiene herpes o cualquier enfermedad en el flujo vaginal, y se quiere conservar el olor, por lo que hay un grave problema higiénico y de salud”.

Un sueldo de hasta 800 euros al mes 

“En nuestra web tenemos un precio mínimo de 25 euros por bragas, tangas y sujetadores usados, y los usuarios suelen usar la plataforma Verse para pagar porque asegura el anonimato de ambas personas”, apunta Macías, quien asegura que en Secret Panties el 65 % son vendedoras, y que las que más dinero ganan se llevan alrededor de 800 euros al mes. Según las portavoces de ambas webs, la manera de obtener ingresos es no hacer las fotos igual que el resto, que las imágenes tengan calidad y que los productos sean exclusivos. Una vez en la web, algunas fotos son subidas de tono y abundan frases del estilo: “chicos, si os gustan las braguitas muy mojaditas, las tenéis en mi escaparate”.

Mientras, los productos masculinos en este campo no se ven demasiado. “La venta de calzoncillos usados es prácticamente invisible. El porcentaje es 98 % chicas y 2 % chicos. Cuesta mucho encontrar una mujer que vaya a comprar este tipo de artículos”, expone Macías. En el caso de Sin bragas y a lo loco, el 100 % de las vendedoras son mujeres. “Casi cualquier mujer, a lo largo de su vida, se ha cruzado con un exhibicionista, o ha tenido alguna situación incómoda con un hombre, por eso es tan raro ver a una mujer comprando calzoncillos usados. No es un tema biológico. Lamentablemente, es un tema social. Son páginas para fetichistas”, opina Iserte.

Encargos personalizados

“¿La prenda más vendida? Entre bragas y tangas, casi gana la braguita”, apunta Fénix10, que desde agosto de 2019 es vendedora de Secret Panties. “También hago vídeos y packs de fotos, y por supuesto me hacen encargos personalizados”, se sincera. Al parecer, según explica esta usuaria, un tanga sin una historia detrás no vale gran cosa.

“Recuerdo el momento en el que nos planteamos vender ropa íntima usada. Pensamos en hacerlo con Amarna Miller cuando se dedicaba al cine para adultos. Había personas que preguntaban por este tipo de fetiche, pero nos pareció que el nivel de ventas era poco elevado”, apunta Marta Molas, coordinadora de comunicación de la cadena de tiendas eróticas Amantis. Sin embargo, este negocio tiene su público. “Es difícil encontrar este tipo de producto en tiendas físicas porque da un poco de apuro entrar y pedirlo y el online es la clave”, sentencia Iserte.

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