Miguel Ángel Santiago, el autor que escribió su obra estando en prisión: "Un Gran Hermano extremo"
¿Alguna vez te has preguntado cómo se vive el mundo cuando se para de golpe? Entrevistamos a este joven autor, que de forma autobiográfica nos acerca al relato de lo que es entrar en la cárcel a causa de un amor tóxico

Nadie nos ha preparado para caer. De pequeños nos enseñan a caminar erguidos, a montar en bici, a construir castillos de arena en la playa o a pedir permiso a las personas mayores si así lo pedía la ocasión, pero jamás a asumir que la vida se puede truncar.
Pero a nadie, absolutamente a nadie nos han preparado para mirar hacia arriba cuando la caída ha sido tan grande y estrepitosa que la distancia entre tus ojos y la luz del exterior se ha vuelto tan kilométrica como difícil de escalar. Porque lo queramos o no a veces la realidad le da un mordisco caníbal a nuestra vida. Y nos encontramos en el fondo del agujero sin saber cómo ni cuando nos dejamos resbalar en ese hueco
Miguel Ángel Santiago sabe lo que es habitar en la negrura que esconde la grieta, probablemente haya pocas personas en el mundo que hayan recorrido con más minuciosidad cada centímetro del pozo una vez caído dentro. Pero así es Miguel, pasional y sensible a la par que observador del mundo por defecto, como los son todos los periodistas de profesión y escritores por vocación. Porque uno no deja de ser uno, aunque un día tengas que asumir que es tu primer día en una prisión porque la realidad es que has ingresado en la cárcel.
'Abatido por una mariposa', una mirada a la vida en prisión
Cuando Miguel hacía castillos de arena en su Almería natal nunca se había imaginado ingresar en prisión y menos por amor. Un amor tóxico y lleno de bandazos que le llevarían a ser denunciado y posteriormente detenido porque la misma persona que un día lo llamaba como si lo quisiera, otro día le denunciaba y ponía una orden de alejamiento.
Pero eso es otra historia, la que le llevaría al autor de Abatido por una mariposa a escribir como es la vida en prisión. La primera vez que hablamos recuerdo el tono amargo que destilaba su voz , como el que siente que debería arrepentirse
P:¿Cómo era un día típico para ti dentro de la cárcel?
R: Todos los días eran tristes. No había ni un solo día en que la rabia y la impotencia no me carcomiese por dentro. De lunes a domingo eran todos iguales; la rutina era asfixiante. Lo único que me mantenía cuerdo allí dentro era el conteo de días que quedaban para poder ver a mi familia a través de un cristal. Y cuando eso sucedía... el contador se volvía a poner a cero. Dentro de los muros era como estar muerto en vida.
P:¿Cuál fue el momento más difícil que viviste durante esos tres meses?
R:Quizás las primeras semanas cuando estaba adaptándome. Recuerdo que a los pocos días de mi entrada en prisión me eché a llorar hablando con una de las profesoras que venían al módulo. Ella me abrazó. ¡Cuánta falta me hacía un abrazo!
El último que recibí, antes de entrar a la cárcel, me lo dio mi madre y cada noche lo recordaba con lágrimas en los ojos. Otro momento duro que pasé fue cuando tuve que lidiar con el bullying por parte de algunos presos, haciendo alusión a mi
orientación sexual. Todo esto lo narro en el libro.
P:¿Cómo fue la convivencia con otros reclusos? ¿Hubo algún encuentro que te marcó especialmente?
R: Dentro de ese entorno, todo se magnifica; es como estar en un Gran Hermano, pero en una versión extrema y rodeado de delincuentes de todo tipo. Con el tiempo, se crean lazos entre los internos. Hubo dos personas fundamentales que me brindaron su apoyo incondicional, a quienes estaré eternamente agradecido.
En el libro relato cómo, por casualidad, los padres de uno de ellos estaban ayudando a los míos. Ellos vieron a mis padres perdidos durante los primeros encuentros a través del cristal y les ofrecieron asesoramiento sobre cómo debían proceder. Al comentarle esto a mi compañero, me dio mucha ternura saber que había una conexión tan especial entre él y yo dentro de los muros de la cárcel y nuestras familias fuera de ellos.
P:¿Qué estrategias usaste para mantener la calma y sobrellevar la rutina carcelaria?
R: Siempre lo voy a decir. El día que las profesoras me pusieron en las manos una libreta y un boli, me dieron la vida. Comencé a escribir todo lo que sentía y veía. Empecé a documentar mis días en prisión y después se me ocurrió aprovechar mi tiempo allí y entrevisté a más de veinte personas. Entre ellas, presos y el personal de la institución penitenciaria.
P:¿Cómo afectó tu paso por la cárcel tu percepción del sistema de justicia?
R: Existen condenas que resultan extremadamente desproporcionadas en relación con el delito cometido. Por ejemplo, había personas que cumplían casi un año de prisión por conducir sin carné, mientras que otros enfrentaban penas de entre cuatro y siete
años por vender pastillas en un festival de música techno. En mi caso, recibí una condena de seis meses en segundo grado, a pesar de que en otros casos más graves se cumple la pena en tercer grado o incluso se otorga la libertad condicional. En definitiva, a la balanza de la justicia le hace falta un buen nivel de albañil.
P:¿En qué momento decidiste que querías convertir esta experiencia en un libro?¿Fue terapéutico?
R: Al ingresar a la cárcel, sentía una enorme necesidad de plasmar todo lo que sentía y lo que estaba viviendo. Así que comencé
a escribir una especie de diario, que luego se transformó en una crónica carcelaria. La aceptación de los presos y los funcionarios al concederme entrevistas me animó a continuar y a desarrollar este proyecto, que se convirtió en mi terapia. La idea de convertir todo esto que estaba escribiendo en un libro me ayudó a mantenerme cuerdo durante esos días oscuros. Por eso digo que el periodismo me salvó allí dentro.
P:¿Hubo algún cambio en tu forma de ver la vida después de salir?
R:Sí, siempre he sido un hombre muy pasional, enamoradizo, propenso a actuar con el corazón y dejarme llevar por mis emociones. Sin embargo, ahora soy diferente. He aprendido a ser más terrenal y, con cada paso que doy, me aseguro de dónde piso. Ya no creo en el amor, o al menos no en ese amor que solía idealizar.
A veces siento que he perdido la capacidad de amar; mi corazón ha dado tanto de sí que ha sentido demasiada intensidad y ahora ya no se contenta con nada. Cuestión de perspectiva. También he aprendido a disfrutar de las pequeñas cosas que antes daba por sentado: una conversación sincera, una comida compartida o simplemente el hecho de poder salir al aire libre. La libertad tiene un valor inmenso que antes no apreciaba tanto. Ahora trato de vivir cada día con gratitud y consciencia, sabiendo que cada momento es precioso.
P:¿Cómo fue el proceso de adaptación al regresar a la vida fuera de la
cárcel?
R: Al principio, reconozco que fue abrumador. Mis ojos se habían acostumbrado a ver distancias cortas, a un mundo limitado y cerrado. Cuando finalmente salí, la sensación de libertad me golpeó con fuerza. Recuerdo claramente el momento en
que vi el horizonte del mar desde el coche, mientras pasábamos por la autovía que atraviesa el litoral de Almería.
También en las cosas más tontas de la vida noté un cambio significativo. Por ejemplo, ir de tapas con amigos y que el camarero me preguntara qué quería comer se convirtió en una experiencia casi surrealista para mí. Esa mínima interacción
social, que antes consideraba algo cotidiano y sin importancia, me parecía invasiva y abrumadora. Esta sensación extraña me duró dos semanas más o menos.
P: ¿Y a la hora de buscar empleo?
R: A la hora de buscar trabajo, seguía siendo un condenado, aunque estaba cumpliendo mi condena en tercer grado con una pulsera en el tobillo. Logré conseguir un puesto en una empresa, pero tuve que pasar por un periodo de formación para ver si mi perfil encajaba con lo que buscaba la jefa. Sin embargo, siempre llegaba tarde, ya que, debido a la pulsera, debía estar en casa de doce de la noche a ocho de la mañana.
Si no cumplía con esta restricción, un aparato instalado en mi habitación sonaría y alertaría a la Guardia Civil. Incumplir esta norma significaba volver a la cárcel y terminar mi condena en segundo grado. Finalmente, decidí confesarle a mi jefa el motivo de mis retrasos. Hacerlo fue muy difícil; era contarle a alguien ajeno a mi situación, algo que me avergonzaba profundamente. Afortunadamente, ella lo entendió y, aun así, me ofreció el trabajo. Siempre estaré agradecido a esa holandesa afincada en Roquetas de Mar por su comprensión y apoyo.
P:¿Cómo fue revivir esos momentos mientras escribías? ¿Te resultó difícil
emocionalmente?
R: Este paso ocurrió cuando ya estaba fuera. Tenía que transcribir todo lo que había escrito en esas libretas a un documento de Word. Fue en ese momento cuando reviví cada sentimiento al leer mis propias palabras, que no hacía mucho había
escrito con muchísimo dolor. En esta tarea me ayudaron algunos amigos, mi hermana y su novio, así como mi actual pareja. Les enviaba fotos de las páginas de la libreta y ellos se encargaban de transcribirlas. Aunque parezca sencillo, su apoyo fue de gran ayuda en esa ardua tarea.
P:¿Qué mensaje esperas transmitir con este libro?
R: Abatido por una mariposa es una mirada desde dentro, no solo de la cárcel comoinstitución, sino de la experiencia de un preso con una mirada analítica. Es un relato sobre la fragilidad humana, sobre cómo un solo giro en la vida puede derrumbar certezas y enfrentarte a una realidad que nunca imaginaste. Habla del peso de la culpa y la redención, no como algo simple o absoluto, sino como un proceso lleno de contradicciones.
P: ¿Crees que la cárcel realmente rehabilita o solo castiga?
R: Eso depende de la mentalidad del preso. Si todos los días piensa que está en una jaula, su condena se convertirá en un castigo diario. En cambio, si logra hacer algo productivo dentro, como estudiar una carrera —tal como lo está haciendo un
compañero que dejé allí—, vivirá su condena de manera diferente. Aun así, creo que la cárcel rehabilita y castiga a partes iguales. Seamos realistas: te priva de libertad y anula tu voz, lo cual es un castigo severo. La diferencia radica en cómo cada persona enfrenta y lleva ese castigo.
P: Por último Miguel...sobre cómo vio la luz tu libro ¿Es autoeditado?
R:Sí, mi libro es autoeditado. El proceso fue todo un viaje emocionante. Después de considerar las opciones, elegí trabajar con Círculo Rojo, ya que me pareció la mejor opción para mis necesidades.