En el túnel de la línea 5 de metro en Barcelona, existe un lugar que ha alimentado leyendas urbanas durante más de medio siglo. Los pasajeros más atentos, en el trayecto entre las estaciones de Sagrada Familia y Sant Pau, han podido atisbar en la oscuridad el contorno de un andén solitario, un espectro de hormigón y mármol que nunca ha visto un solo viajero. Es la estación fantasma de Gaudí, y, por primera vez, ha abierto sus puertas.
Construida en 1968, esta estación debía formar parte de la L2. Sin embargo, un cambio en el trazado del suburbano la dejó en el olvido, a apenas 100 metros de la monumental parada de Sagrada Familia, convirtiéndola en innecesaria. Desde entonces, ha permanecido como un secreto subterráneo, un espacio sellado y cubierto de polvo que ahora, gracias al centenario del metro, renace como un fascinante espacio expositivo.
Un viaje al pasado bajo la avenida Gaudí
Acceder a la estación de Gaudí no es como bajar a cualquier otra parada. La entrada es una boca de metro anónima, junto a la avenida Gaudí, que nunca ha estado abierta al público. Hasta ahora, solo la conocían los jubilados de TMB y el comité de empresa, que se reunían en una sala anexa. Al cruzarla, un largo pasillo conduce a los visitantes hasta el andén, un lugar que parece congelado en el tiempo.
El suelo de mármol reluce, casi más que en muchas estaciones en pleno funcionamiento. Un hueco vacío recuerda dónde debían instalarse unas escaleras mecánicas que nunca llegaron. A diferencia de la otra famosa estación fantasma de la ciudad, la de Correos (L4), aquí no hay publicidad de la época ni señalética. Su estado es impecable precisamente porque nunca entró en servicio, una cápsula del tiempo a estrenar que ha permanecido casi 60 años en las tinieblas.
Fantasmas, grafitis y un apagón misterioso
Aunque nunca ha tenido pasajeros, la estación no ha estado del todo deshabitada. Los grafiteros han logrado colarse en más de una ocasión para dejar su firma en este lienzo prohibido. También sirvió como plató para un anuncio de televisión e incluso TMB instaló en ella un árbol de Navidad hace años.
Como todo buen lugar abandonado, las leyendas paranormales no han tardado en surgir. Los aficionados a lo oculto sugieren que la estación tiene sus propios fantasmas. Òscar Playà, director del metro, bromea sobre la existencia de un “fantasma que cuida por el buen funcionamiento de la L5”. La leyenda se avivó durante la presentación a la prensa: ante una multitud de periodistas y tiktokers, las luces se apagaron de repente, sumiendo a todos en la oscuridad. ¿El fantasma molesto con los intrusos? ¿O simplemente un fallo en la nueva instalación eléctrica? El misterio queda en el aire.
¿Qué se puede ver en la estación fantasma de la L5?
TMB ha convertido el andén en un pequeño museo para conmemorar su centenario. Los visitantes, protegidos por una mampara de vidrio que los separa de los trenes que pasan a toda velocidad, pueden disfrutar de:
- Paneles expositivos que repasan los 100 años de historia del metro de Barcelona.
 - Vitrinas con objetos históricos, como los diferentes billetes y abonos que se han utilizado a lo largo de las décadas.
 - Una máquina expendedora de billetes de los años 20 y los característicos tornos amarillos de los años 70, donde se introducían las pesetas.
 
¿Cómo visitar la estación?
La expectación por descubrir este secreto ha sido abrumadora. Las 360 plazas para las primeras visitas de este fin de semana se agotaron en cuestión de horas, y las programadas para finales de mes corrieron la misma suerte, dejando a miles de personas en lista de espera.
Ante la masiva demanda, Mònica Peinado, directora de relaciones institucionales de TMB, ha asegurado que “se abrirá varios fines de semana más para que más gente pueda visitarla”. Una vez finalizado el centenario, la duda quedará abierta. ¿Volverá la estación de Gaudí a ser el hogar de los fantasmas o seguirá los pasos de metros como los de Londres o Madrid, manteniendo visitas periódicas a sus secretos mejor guardados? Por ahora, Barcelona celebra la oportunidad única de bajar a un andén donde el tiempo se detuvo hace más de 50 años.