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Marián Rojas Estapé, psiquiatra, sobre por qué enfermamos en vacaciones de verano: "El cuerpo grita"

Marian Rojas nos explica por qué enfermar en vacaciones es más común de lo que crees y cómo preparar tu cuerpo y mente para evitar el “síndrome de las vacaciones"

Rocío Antón

Marián Rojas Estapé, psiquiatra explica por qué enfermamos en vacaciones de verano/ Montaje CONSUMIDOR GLOBAL

Después de meses de trabajo, responsabilidades y una agenda sin apenas huecos, por fin llegan esos días que llevas esperando todo el año: las vacaciones. Sin embargo, en lugar de empezar con paseos relajantes o planes divertidos, los primeros días se convierten en una batalla contra la fiebre, un dolor de cabeza persistente, una gastroenteritis o un agotamiento inexplicable que te deja en cama.

No es mala suerte. Cada vez más especialistas coinciden en que existe un fenómeno real, conocido como síndrome de las vacaciones o, más coloquialmente, la depresión de la tumbona. Se trata de una reacción del cuerpo y la mente al cambio brusco entre la sobre actividad diaria y el reposo absoluto.

Cuando el descanso enferma: por qué algunas personas caen malas al empezar sus vacaciones (y cómo prevenirlo)

Borja Farré-Sender, psicólogo y coordinador de la Unidad de Ansiedad y Estrés del Hospital Universitario Dexeus, explica que esta respuesta no es casual. “Si has mantenido durante meses una alta carga de trabajo y un nivel de exigencia constante, tu organismo se habitúa a funcionar en modo alerta. Cuando de repente eliminas las demandas externas, se produce un vacío de retos que genera malestar”, detalla.

Una persona con fiebre en agosto/ CANVA

El cuerpo, programado para gestionar esa presión, experimenta cambios fisiológicos al frenar en seco. Durante los periodos de estrés, las hormonas como el cortisol y la adrenalina aumentan para mantenerte activo y alerta. Esto afecta tanto al sistema nervioso como al sistema inmunológico. Cuando ese nivel de exigencia cae de golpe, las defensas también bajan, y eso abre la puerta a infecciones, inflamaciones y otros problemas de salud.

El “apagón” tras meses en modo alerta: emociones retenidas que son síntomas

Más allá de la reacción hormonal, hay un componente emocional que influye de manera directa. La psicóloga Marián Rojas Estapé lo define como “el grito del cuerpo ante emociones no expresadas”.

“Durante el año vivimos en modo supervivencia, gestionando obligaciones, conflictos e incertidumbres sin parar. Guardamos ese estrés y, al detenernos, el organismo aprovecha para liberar toda la tensión acumulada”, explica. Esta liberación puede manifestarse en forma de cansancio extremo, dolores musculares, cefaleas, insomnio o tristeza sin motivo aparente.

Una mujer agotada de la carga diaria de trabajo/ PEXELS

Un informe reciente del Grupo AXA respalda esta visión: El 63% de los españoles reconoce que no logra relajarse del todo, y cifras preocupantes apuntan a que el 59% sufre estrés, el 48% depresión y un 23% ansiedad. Este desgaste continuo, según Rojas Estapé, es la base del colapso físico y emocional que puede aparecer al iniciar las vacaciones.

Por qué el descanso es una necesidad, no un lujo

En una cultura que premia la productividad y la hiperconexión, el descanso se percibe a menudo como un premio al esfuerzo. Sin embargo, los expertos insisten en que es una necesidad fisiológica y mental. “No se trata solo de desconectar unos días al año, sino de aprender a introducir pausas reales en la rutina para que el organismo no llegue al límite”, señala Farré-Sender.

El problema es que muchas personas aguantan hasta el último momento con la agenda llena, dejando que el cuerpo funcione como un motor en sobrecarga. Al parar, esa tensión acumulada se libera de golpe y se traduce en síntomas que pueden arruinar parte de las vacaciones.

Preparar el cuerpo y la mente para las vacaciones

La buena noticia es que este fenómeno no es inevitable. Adoptar hábitos preventivos semanas antes de las vacaciones puede ayudar a que el organismo se adapte mejor a la transición entre trabajo y descanso.

Claves para evitar el “síndrome de las vacaciones”:
  1. Desacelerar antes de tiempo
    Intenta reducir el ritmo en los días previos a las vacaciones. No dejes todas las tareas para el último momento y evita acumular compromisos innecesarios.

  2. Cuidar el sueño
    Mantener un horario regular para dormir y descansar adecuadamente, fortalece el sistema inmunológico y mejora la capacidad de adaptación al cambio de rutina.

  3. Pausas conscientes durante el día
    Dedica unos minutos a respirar profundamente, estirarte o caminar sin prisa. Estos pequeños respiros reducen el nivel de cortisol y ayudan a regular el sistema nervioso.

  4. Desconexión digital progresiva
    Evita que tu primer día libre consista en reemplazar el estrés laboral por horas de redes sociales. Reducir la exposición a pantallas favorece una relajación real.

  5. Alimentación equilibrada
    Una dieta rica en frutas, verduras, proteínas de calidad y suficiente hidratación fortalece las defensas y aporta energía sostenida.

  6. Escuchar las señales del cuerpo
    Dolor recurrente, insomnio o irritabilidad son avisos de que tu organismo necesita parar. Atender estas señales antes de las vacaciones puede evitar que el descanso se convierta en un mal trago.

Vacaciones como tiempo de recuperación, no de exigencia

Otro error habitual es convertir las vacaciones en una lista interminable de actividades. Si bien es positivo aprovechar el tiempo libre para viajar o descubrir nuevos lugares, llenar la agenda puede mantener al cuerpo en el mismo modo de estrés que durante el trabajo.

Playa de ciudad con bañistas / Foto de Julian Dik en UNSPLASH

Los expertos recomiendan combinar actividades estimulantes con momentos de auténtica calma, sin horarios estrictos ni presiones. Dormir una siesta, leer por placer o simplemente contemplar un paisaje también forman parte de unas vacaciones saludables.

Aprender a parar antes de que el cuerpo lo haga por ti

Enfermar al inicio de las vacaciones es la forma que tiene el cuerpo de recordarnos que necesitamos parar antes de llegar al límite. No es una señal de debilidad, sino una consecuencia natural de mantenernos demasiado tiempo en un estado de sobrecarga física y mental.

El descanso regular, integrado en el día a día, es la mejor estrategia para prevenir este fenómeno. Así, cuando llegue el momento de desconectar, podremos disfrutarlo sin que el cuerpo nos obligue a hacerlo desde la cama.