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Síndrome de fatiga crónica: tratamientos para mitigar los síntomas

Manuel Romero, jefe de servicio de Reumatología del Hospital Quirónsalud Córdoba, explica a Consumidor Global cuáles son las claves para identificar esta enfermedad y cuáles son las pautas para mejorar los síntomas

Ana Siles

Una persona que sufre el síntoma de la fatiga crónica / FREEPIK

El síndrome de fatiga crónica, también conocido como encefalomielitis miálgica, está reconocido por la Organización Mundial de la Salud. No se trata de un cansancio habitual que mejora con el descanso, sino de un agotamiento extremo que no desaparece aunque la persona duerma o descanse. "Es como si la energía se hubiera desconectado", explica Manuel Romero, jefe de servicio de Reumatología del Hospital Quirónsalud Córdoba, en conversación con Consumidor Global.

Este trastorno provoca una fatiga desproporcionada, tanto física como mental, que dificulta tareas cotidianas como ducharse, hacer la compra o mantener una conversación. Además, suele ir acompañado de dolor muscular, problemas de memoria, alteraciones del sueño o hipersensibilidad a estímulos.

Causas y factores de riesgo

En la actualidad, no existe una causa única que explique el síndrome. Se considera una enfermedad multifactorial en la que intervienen factores biológicos y ambientales. En muchos casos comienza tras una infección viral, como una gripe intensa. También puede aparecer después de un trauma físico, una cirugía o un periodo de estrés mantenido.

Un médico atiende a una paciente en un centro del sistema nacional de salud / PIXABAY

Las investigaciones apuntan a alteraciones en el sistema inmunitario, en el sistema nervioso central y en el metabolismo energético. "Es como un ordenador que, tras un virus o un golpe, nunca vuelve a funcionar igual", resume Romero. La predisposición genética y las respuestas anómalas del organismo completan este complejo escenario.

Síntomas característicos

El signo más claro es la fatiga persistente, que debe prolongarse al menos seis meses en adultos. También aparece un rasgo distintivo: el malestar después de un esfuerzo. Incluso actividades leves pueden empeorar los síntomas y dejar al paciente varios días sin recuperarse.

Otros problemas frecuentes son el sueño no reparador, la "niebla mental" (problemas de concentración), dolores musculares y articulares, mareos o hipersensibilidad a la luz y al ruido. "Lo que más transmite la magnitud de la enfermedad es cuando un paciente cuenta que ducharse o cocinar le resulta agotador", añade el especialista.

Una adolescente con el síndrome de fatiga crónica / PEXELS
 

Diagnóstico clínico

No existen pruebas específicas que confirmen de forma definitiva el síndrome de fatiga crónica. Por eso, el diagnóstico se realiza a través de la historia clínica, los síntomas y la duración de los mismos. En paralelo, los médicos descartan otras patologías que puedan provocar cansancio intenso, como problemas de tiroides, anemias o depresión. 

Para ello se aplican criterios internacionales, como los de Fukuda o el Instituto de Medicina de Estados Unidos. "Sigue siendo un diagnóstico de exclusión, aunque cada vez sabemos más sobre sus bases biológicas", apunta Romero.

Tratamientos y fármacos disponibles

Actualmente no hay un medicamento específico aprobado que cure la enfermedad. El tratamiento se centra en aliviar los síntomas y mejorar la calidad de vida de cada persona. Se recomiendan medidas de autocuidado, higiene del sueño y una organización cuidadosa de la energía diaria.

Profesionales de un hospital en el que se han reducido los tiempos de espera / FREEPIK

En algunos casos se utilizan analgésicos, antidepresivos a dosis bajas o fármacos moduladores del dolor. También pueden emplearse medicamentos para dormir o para controlar mareos y otros síntomas asociados. "Los fármacos no eliminan la enfermedad, pero sí pueden mejorar la calidad de vida", afirma Romero.

Estrategias no farmacológicas

Las medidas no farmacológicas son esenciales. La más importante es el manejo del esfuerzo, también llamado pacing. Consiste en distribuir la energía en pequeñas dosis y evitar sobreesfuerzos. El objetivo es reducir las crisis y mantener cierta autonomía.

Otros pilares son el sueño reparador, el ejercicio suave y progresivo, la alimentación equilibrada y el apoyo psicológico. El especialista destaca la dieta mediterránea, con especial énfasis en el aceite de oliva virgen extra. “El paciente debe convertirse en un gestor de su energía, como alguien que administra el dinero para llegar a fin de mes”, señala Romero.

Apoyo familiar, laboral y social

El entorno juega un papel decisivo. La familia debe creer al paciente, respetar sus límites y compartir responsabilidades domésticas. En el ámbito laboral, la flexibilidad es clave. Horarios adaptados, pausas o incluso teletrabajo.

Pese a los avances, aún existe desconocimiento y estigmatización. "Durante años se interpretó como un problema psicológico, lo que ha añadido sufrimiento a los pacientes", lamenta Romero. Aunque la visión médica está cambiando, el especialista insiste en la necesidad de más investigación, formación y concienciación social.