No lo sabías: el hábito matutino de las personas más felices para reducir el estrés
Cómo identificar el estrés y la ansiedad, qué se siente en el cuerpo y la mente, y consejos para gestionarlos

Empezar el día con calma es más importante de lo que parece. No se trata solo de despertarse temprano o de desayunar bien, la ciencia demuestra que los primeros minutos de la mañana tienen un impacto directo en cómo gestionamos el estrés, la concentración y hasta el estado de ánimo. ¿El secreto? Un hábito tan simple como poderoso: liberar la primera hora del día de pantallas.
Todos hemos pasado por días en los que sentimos el cuerpo tenso, la mente acelerada y una especie de nudo en el estómago que no nos deja estar tranquilos. A veces, lo llamamos estrés. Otras, en cambio, lo identificamos como ansiedad. Pero ¿sabemos realmente qué ocurre en nuestro interior y cómo se manifiesta cada uno?

Ambas son respuestas naturales del organismo y, en pequeñas dosis, pueden ayudarnos a reaccionar o mantenernos alerta. El problema surge cuando se intensifican o se vuelven constantes. Ahí empiezan a aparecer síntomas físicos y emocionales que afectan a nuestra calidad de vida.
Despertar sin pantallas: la clave de un inicio sereno
Según psicólogos y especialistas en bienestar, evitar el móvil, el correo electrónico o las redes sociales nada más despertar ayuda a reducir la liberación excesiva de cortisol, conocida como la “hormona del estrés”. Este pico natural ocurre entre 30 y 45 minutos tras abrir los ojos, y si lo acompañamos con la presión de contestar mensajes o leer noticias, la ansiedad se multiplica.

En cambio, dedicar esa primera hora a actividades sencillas -beber agua, hacer estiramientos, desayunar en calma o dar un paseo- favorece la concentración, disminuye la tensión mental y proporciona una sensación de control que marca el resto de la jornada.
Activar cuerpo y mente bien temprano
La exposición a la luz natural en cuanto despertamos es otro hábito saludable que regula los ritmos circadianos y estimula la producción de serotonina, neurotransmisor asociado a la felicidad. Abrir las persianas, salir al balcón o dar un pequeño paseo matutino no solo mejora el estado de ánimo, también ayuda a dormir mejor por la noche.

Pequeños gestos, como cambiar el sonido estridente del despertador por melodías suaves o ruidos de la naturaleza, pueden transformar la forma en la que el cuerpo y la mente reciben el día. Acompañarlo con unos minutos de estiramientos de cuello, espalda y piernas, prepara al organismo para evitar contracturas y mantener la postura durante las horas siguientes.
Hidratación, nutrición y conciencia plena
Un vaso de agua nada más levantarse es una manera sencilla de despertar el metabolismo, hidratar el organismo y reducir la sensación de fatiga. En cuanto a la alimentación, un desayuno equilibrado con proteínas, grasas saludables y fibra es la mejor gasolina para mantener la energía y la concentración estables.

Además de cuidar el cuerpo, la mente también agradece sus propios rituales. La práctica de la gratitud matutina, aunque solo dure un par de minutos, tiene efectos comprobados en la reducción del cortisol y en el aumento del optimismo. Algo tan simple como escribir tres cosas positivas o recordarlas mentalmente puede marcar la diferencia. Otra alternativa es convertir la ducha en un ejercicio de mindfulness, prestando atención a la temperatura del agua y a las sensaciones corporales.
Respiración consciente: un ancla frente al estrés
La meditación no tiene que ser larga o compleja. Cinco respiraciones profundas y conscientes al inicio del día son suficientes para reducir el “ruido mental”, calmar el sistema nervioso y mejorar la capacidad de concentración. Este ejercicio sencillo se puede realizar sentado en la cama o de pie frente a la ventana, y funciona como un “botón de reinicio” para la mente.

Otros hábitos sencillos que aumentan la felicidad diaria
Los especialistas coinciden en que existen rutinas pequeñas, fáciles de integrar, que potencian el bienestar diario:
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Dar un paseo corto al aire libre para oxigenar el cerebro y estimular la creatividad.
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Hacer la cama como primer logro del día, generando sensación de orden y control.
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Escuchar música alegre que libere endorfinas.
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Escribir una lista de prioridades para reducir la dispersión mental.
Son gestos que, aunque parezcan insignificantes, tienen un efecto acumulativo positivo en la salud emocional y física.
Estrés y ansiedad: entender la diferencia
Aunque se confunden con frecuencia, estrés y ansiedad no son lo mismo. El estrés suele estar vinculado a una situación concreta, como una fecha límite o un desafío externo. La ansiedad, en cambio, es una preocupación persistente que aparece incluso sin un detonante claro.
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Estrés: respuesta natural del cuerpo, con síntomas como tensión muscular, irritabilidad o insomnio. A corto plazo puede ser útil, pero prolongado desgasta la salud.
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Ansiedad: sensación de temor o agobio constante, acompañada de palpitaciones, sudoración, dificultad para concentrarse o problemas digestivos. Puede interferir con la vida diaria si se vuelve crónica.
Ansiedad: tipos y señales de alerta
Existen distintos trastornos de ansiedad, entre ellos la ansiedad generalizada, las fobias y el trastorno de pánico. Sus síntomas pueden dividirse en:
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Cognitivos: miedo, irritabilidad, pensamientos obsesivos.
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Motores: temblores, tensión muscular.
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Físicos (vegetativos): palpitaciones, sudoración, náuseas.
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Conductuales: evitar actividades o lugares que generan malestar.
Es importante buscar ayuda profesional cuando la ansiedad se vuelve incontrolable, afecta la vida social o laboral, altera el sueño o se acompaña de tristeza intensa.
El abordaje de la ansiedad combina distintas herramientas: psicoterapia, fármacos en casos necesarios, grupos de apoyo y hábitos saludables. Mantener rutinas diarias, hacer ejercicio, cuidar la alimentación y aprender técnicas de relajación son pilares básicos para mejorar la calidad de vida.
Qué hacer en un ataque de ansiedad
Un ataque de ansiedad puede sentirse como una amenaza vital, pero existen técnicas para afrontarlo:
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Reconocer los síntomas y recordarse que no se trata de un infarto ni de un peligro real.
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Controlar la respiración, inhalando profundamente y exhalando de forma lenta.
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Adoptar una postura cómoda, con una mano en el pecho y otra en el abdomen.
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Repetirse frases positivas como “ya estoy recuperando la calma”.
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Si se acompaña a alguien en plena crisis, guiarlo con serenidad y ejercicios de respiración.

En definitiva, evitar las pantallas al despertar es un gesto pequeño que desencadena una cadena de beneficios físicos y mentales. Sumado a la luz natural, la hidratación, el movimiento y la gratitud, constituye una rutina accesible que las personas más felices comparten para empezar el día con equilibrio y bienestar.