La salud mental de los adolescentes: señales de alarma que no debes ignorar
La doctora Rocío Rosés, referente en salud mental infanto-juvenil, advierte de las señales de alarma que las familias y la sociedad ya no pueden seguir eludiendo

A puertas cerradas y en silencio, la salud mental de los adolescentes atraviesa una de sus mayores crisis en las últimas décadas. Ansiedad, autolesiones, depresión, adicciones digitales o trastornos de la conducta alimentaria se han vuelto cada vez más frecuentes en las consultas de psiquiatría y psicología infanto-juvenil.
La doctora Rocío Rosés, responsable del Hospital de Día de Salud Mental Infanto-Juvenil del Hospital Universitario Sagrado Corazón (Quirón Salud), analiza este fenómeno en profundidad y advierte que “hay un aumento muy significativo de conductas poco saludables que reflejan una gran dificultad para gestionar el malestar emocional”.
Lo personal, lo social y lo académico
La salud mental adolescente no es simplemente la ausencia de enfermedad, sino –según explica Rosés– “una funcionalidad adecuada a su edad y a las exigencias propias de esa etapa”, que permita al joven desenvolverse con equilibrio entre los ámbitos familiar, escolar, social y personal.

Sin embargo, ese equilibrio es cada vez más difícil de alcanzar. La pandemia de Covid-19 marcó un antes y un después. El confinamiento, el aislamiento social y la hiperconexión digital generaron un caldo de cultivo perfecto para que muchos adolescentes vieran deteriorado su bienestar psicológico. “Se incrementó el uso de pantallas –redes sociales, videojuegos, series– y disminuyó el contacto social real, con consecuencias negativas en el desarrollo emocional”, señala la especialista.
Una tormenta emocional en pleno desarrollo
La adolescencia, por definición, es una etapa de crisis identitaria. El joven redefine su papel en el mundo, busca pertenecer al grupo de iguales y comienza a construir su autonomía. Cuando este proceso se complica, la intensidad emocional se dispara. Tristeza, irritabilidad, angustia o falta de rumbo son expresiones comunes.
“Si a esta vulnerabilidad natural se suma una dificultad para gestionar esas emociones, es cuando aparecen los trastornos mentales”, afirma la doctora Rosés. Entre los problemas más prevalentes que afectan actualmente a los adolescentes, destaca cinco grandes grupos diagnósticos: trastornos del neurodesarrollo, trastornos del estado de ánimo (como la depresión), trastornos de ansiedad, trastornos de la conducta alimentaria (TCA), y adicciones, tanto a sustancias como conductuales (juego online, redes sociales, etc.).
Señales que no se deben ignorar
La clave para una intervención precoz está en la observación de ciertos comportamientos que deben activar las alarmas en padres y docentes. Cambios repentinos en el sueño, la alimentación, el rendimiento escolar, el aislamiento social, la pérdida de interés por actividades que antes disfrutaban o la irritabilidad constante son algunos de los signos de alerta.

Asimismo, Rosés destaca diferencias de expresión entre géneros. “Los chicos suelen manifestar el malestar con conductas agresivas o consumo de tóxicos, mientras que las chicas tienden más a la sintomatología depresiva, autolesiones o problemas con la imagen corporal”, señala. Uno de los errores más comunes de los padres, según la experta, es juzgar en lugar de escuchar. “Los adolescentes no necesitan que les demos la razón, pero sí que les validemos emocionalmente, que les hagamos sentir escuchados”, recalca.
¿Aislamiento o necesidad de intimidad?
Aislarse puede parecer un comportamiento común durante la adolescencia. Sin embargo, es vital diferenciar entre la necesidad saludable de intimidad y un patrón patológico.
“Si un adolescente pasa muchas horas encerrado con el móvil, evita todo contacto social o está fuera de casa a horas inadecuadas, eso no es normal”, alerta Rosés. La recomendación es acercarse a ellos a través de actividades que compartan, sin forzar la conversación, pero sí creando puentes.
De la tristeza a la autolesión: ¿cuándo buscar ayuda?
Expresar ideas de muerte, verbalizar que no quieren vivir o recurrir a la autolesión no deben minimizarse ni considerarse llamadas de atención. Son síntomas graves. “Ante cualquier indicio de este tipo, se debe llevar al adolescente a un profesional en el menor tiempo posible para poder realizar una valoración de su estado de salud mental con urgencia”, enfatiza la experta.

En este contexto, el bullying, las redes sociales y la presión académica aparecen como factores agravantes. El acoso escolar puede generar secuelas emocionales prolongadas; las redes sociales, lejos de ser inocuas, actúan muchas veces como espejos distorsionados donde los adolescentes buscan validación a toda costa; y la exigencia escolar –como sucede con la presión laboral en adultos– puede llegar a ser asfixiante.
¿Cuándo y cómo intervenir?
El acceso al psicólogo no debería reservarse solo para casos extremos. Rosés es clara y matiza que “si hay cambios importantes en el comportamiento o si el adolescente lo verbaliza, sí deben ir a terapia. El profesional valorará si se trata de una crisis evolutiva o de un problema de salud mental”.
El proceso diagnóstico suele incluir una entrevista inicial con el joven y sus padres, seguida de pruebas neuropsicológicas y una valoración multidisciplinar. No todos los casos requieren medicación, y el tratamiento dependerá de la gravedad del trastorno: desde atención ambulatoria hasta ingreso hospitalario. “En general, cuanto más grave es el caso, más probabilidad hay de que se necesiten psicofármacos”, aclara Rosés. La duración del tratamiento varía: hay trastornos crónicos, como los del neurodesarrollo, y otros que pueden remitir, como algunos TCA o adicciones. Pero la mayoría de procesos, advierte, son largos: “Hablamos de años, no de meses”.
Un mensaje para las familias
El mensaje final de la doctora Rocío Rosés es un llamado a la escucha activa, sin prisas ni prejuicios. “Hablen desde cómo se sienten ustedes, sin juzgar. Y si después de eso siguen preocupados, acudan a un profesional. Lo importante es actuar con rapidez y con sensibilidad”, comenta.
La salud mental en la adolescencia ya no puede seguir siendo un tema tabú ni postergado. Las señales están ahí. El reto, como sociedad, es verlas a tiempo y tender la mano antes de que sea demasiado tarde.