El negocio de la quimiofobia y los engañosos etiquetados naturales

El temor a las sustancias artificiales provocado, en ocasiones, por publicidad engañosa, conlleva riesgos y provoca que los usuarios renuncien a ciertos hábitos saludables

Algunos químicos en probetas / PIXABAY
Algunos químicos en probetas / PIXABAY

La obsesión por lo natural puede llegar a provocar una fobia peligrosa, denominada quimiofobia. “Se trata de un miedo irracional, pero creciente, que hace pensar que todo lo natural es bueno y todo lo de origen artificial es malo”, alerta Isabel Iriepa, profesora de química orgánica e inorgánica de la Universidad de Alcalá de Henares. 

Así, algunas empresas se aprovechan del negocio del miedo para captar clientes a través de la publicidad verde, el etiquetado ecológico y libre de químicos. Por ello, los expertos recomiendan no caer en la histeria y recuerdan que este concepto está mal enfocado, ya que todo es química. “Uno se puede asustar al saber que buena parte de lo que come contiene un potenciador de sabor llamado cloruro sódico o un conservante con la fórmula C12H22O11, también conocidos como sal y azúcar. Los promotores de la quimiofobia usan datos técnicos y nombres que tienen sonidos intimidantes. Sin embargo, también es importante la dosis, ya que toda sustancia puede ser perjudicial en determinadas cantidades, incluso el agua si se toman muchos litros en muy poco tiempo”, añade Iriepa.

De dónde viene este temor

Los orígenes de la quimifobia se remontan a 1962 con la publicación del libro The Silent Spring, de Rachel Carson, que enfatizó en las preocupaciones sobre el uso de los pesticidas. "Los productos químicos son los socios siniestros y poco conocidos de la radiación que entra en los organismos vivos que pasan de uno a otro en una cadena de intoxicación y muerte", indicó la bióloga en su libro.

En la actualidad, hay regulaciones estrictas que limitan la exposición a los compuestos químicos peligrosos y se cuentan con mejores métodos para detectarlos. Además, cualquier producto debe pasar por rigurosas pruebas para demostrar que no representa una amenaza. “La química ha mejorado en gran medida la producción agrícola y, gracias a ella, contamos con fertilizantes y abonos que mejoran el rendimiento de las cosechas, plaguicidas y pesticidas que las protegen e incluso aditivos químicos para las mismas”, explican desde Zschimmer & Schwarz (Z&S) España, empresa de química industrial. 

Una chica en un laboratorio con químicos / PIXABAY
Una chica en un laboratorio con químicos / PIXABAY

Los auténticos riesgos

Muchos consumidores perciben la química como sinónimo de algo artificial y peligroso. Sin embargo, esto puede llevar a renunciar a ciertas mejoras y ventajas, como ocurre con el miedo de algunos padres a vacunar a sus hijos o la insistencia a la hora de evitar la ingesta de mercurio en pescados y mariscos. Al mismo tiempo, se han detectado interacciones y efectos secundarios graves por la toma de plantas medicinales sin una recomendación de un profesional convenientemente formado y hay muchos ingredientes naturales que son dañinos para la salud.

“A pesar de la polémica respecto a los aditivos químicos en los alimentos, algunos son de gran importancia para que lleguen a nuestra boca en perfecto estado”, detallan desde Z&S. 

Etiquetas confusas 

Sin embargo, existe cierta confusión en los consumidores sobre el sello ecológico y lo que es realmente saludable. “Son dos cosas muy diferentes y no está demostrado hoy en día que los alimentos orgánicos sean mejores para la salud. Dicha etiqueta certifica que los métodos de producción de los ingredientes presentes en un producto respetan ciertos criterios que fueron establecidos para proteger el medioambiente. Pero no dice nada de si el producto es o no es saludable”, indica Jean-Baptiste Boubault, fundador de la app Coco, que detecta los ultraprocesados que hay en los supermercados. 

Asimismo, el abuso del claim libre de tóxicos o libre de químicos tampoco ayuda. Se tiende a destacar aquello que no lleva un producto, en lugar de sus beneficios. “Todo esto lleva a denigrar ingredientes que son seguros y dificulta la elección de los consumidores, que se sienten confundidos”, insisten desde Z&S. 

La otra cara de la moneda

De hecho, muchas sustancias químicas, cuando se utilizan de forma adecuada, pueden contribuir a mejorar la calidad de vida, salud y bienestar. Sin embargo, los colectivos ecologistas recuerdan que otras son muy peligrosas y pueden incidir de forma negativa. “La mayoría de las sustancias que hay en el mercado y que se usan a diario no han sido nunca evaluadas para conocer sus efectos sobre nuestra salud, ni en el medioambiente”, insisten desde Ecologistas en Acción. Por ello, el Programa Internacional de Seguridad de Sustancias Químicas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha elaborado una lista con los más peligrosos, en la que se encuentran el arsénico, el amianto, el benceno o el cadmio.

Asimismo, la exposición prolongada a algunos químicos puede contribuir a sufrir ciertas enfermedades, como cáncer, anemia o fibrosis en los pulmones. “La comida tiene que alimentar, por lo que debe contener el mínimo de sustancias tóxicas, y la tierra cultivada debe de ser fértil para la siguiente generación, sin necesidad de productos industriales o sintéticos”, remarca Elisenda Franquet Borrás, fundadora de Foundation For The Best World.

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