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Yuka se equivoca con los cosméticos: alarmismo y falta de rigor

Los expertos consideran que los criterios de análisis de este tipo de aplicaciones móviles de escaneo son deficientes

Yuka, la aplicación de escaneo de cosméticos
Yuka, la aplicación de escaneo de cosméticos

Cada español se gasta de media 170 euros anuales en productos cosméticos y utiliza entre siete y nueve distintos a diario, según los últimos datos de la Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética (Stanpa). En este contexto, no es de extrañar que los consumidores tengan cada vez más curiosidad por saber qué componentes químicos acaban en su piel o en su cabello, por lo que la revisión del etiquetado se ha incorporado a las rutinas de compra de muchos usuarios.

Sin embargo, la información que aparece en el reverso del bote de champú o de la crema hidratante es demasiado técnica y se convierte en un listado de ingredientes de los que, por lo general, el consumidor medio desconoce sus propiedades. Así, en los últimos años muchos españoles han descargado en el teléfono diferentes apps que facilitan la interpretación de estos datos. Agunas de ellas catalogan si los productos son buenos o malos en función de sus ingredientes. Pero, según los expertos consultados por Consumidor Global, estas aplicaciones fomentan el alarmismo y carecen de rigor en sus análisis.

Criterios de evaluación deficientes

Una de las aplicaciones móviles más populares para la comparación de productos cosméticos es la francesa Yuka. Presente en once países, llegó a España a mediados de 2019 y desde entonces acumula más de 10 millones de descargas. Una de las claves de su éxito es la sencillez de su funcionamiento. El usuario sólo tiene que fotografiar el código de barras y en un instante recibe una clasificación del producto en la que se le indica si es malo, mediocre, bueno o excelente.

Natalia Jiménez es dermatóloga de la Academia Española de Dermatología y Venereología y considera que este tipo de appsno son fiables” porque para hacer esa catalogación de los productos sólo tienen en cuenta la presencia de los ingredientes y no la concentración de los mismos o la vía y el tiempo de exposición, entre otros factores. “No es lo mismo una crema que vas a tener en la piel durante 10 horas que un producto que sea de aclarado, como un champú. Eso no lo tienen en cuenta y es fundamental”, subraya.    

Falta de individualización

Otra de las críticas que se le hacen a este tipo de aplicaciones son las fuentes que utilizan para valorar los ingredientes. En un webinar celebrado en 2020, Pilar García, directora técnica de Stanpa, señaló que la mayoría de los datos en los que se basan se extraen de organismos que no están especializados en cosmética. “Desinforman al consumidor”, fue una de las conclusiones de su presentación.   

Sin embargo, para Jiménez, uno de los problemas más graves de este tipo de herramientas digitales es que no contemplan que cada persona es diferente y tiene una piel más o menos grasa o sufre una posible alergia, por ejemplo. “Le falta individualización”, recalca la dermatóloga. Por ello, lo ideal es recibir asesoramiento en una farmacia o de un especialista antes de adquirir uno de estos productos.

Contradicciones que lían al consumidor 

Según relata Jiménez, desde la popularización de este tipo de apps a mediados de 2019 --debido en buena medida a la irrupción de Yuka-- han surgido casos de pacientes que han acudido confundidos a las consultas debido a las contradicciones entre lo que les recomendaba su médico y lo que les decía su teléfono. “Los dermatólogos les prescribían unas cremas en función de su tipo de piel y la aplicación les decía que ese producto era malo”, señala. En la misma línea, la directora técnica de Stanpa considera que estas herramientas digitales “pretenden sustituir a las autoridades sanitarias, a los expertos evaluadores y a los profesionales de la salud”.

A pesar de ello, la dermatóloga Jiménez opina que la idea de este tipo de aplicaciones es buena y considera que todo lo que ayude al consumidor a elegir un producto es bienvenido. No obstante, “el problema es la manera en la que hacen la clasificación, que llega a generar alarmismo”, insiste.

La app española Ingred
La app española Ingred

Sin especialistas en el equipo

Raúl Vadillo es ingeniero informático y el creador de Ingred, una app española con más de 100.000 descargas y un funcionamiento parecido al de Yuka. Tras hacer una foto a la etiqueta, el usuario recibe información sobre los ingredientes del producto cosmético y los clasifica en función de si son desaconsejables, si hay que tener cuidado con ellos o si son saludables. “No evaluamos los productos, sólo informamos de los ingredientes”, matiza Vadillo a este medio. 

Las valoraciones son subjetivas, aunque cada app puede hacerlas en función de varios parámetros. Nosotros preferimos dar información sobre los ingredientes y que el usuario decida”, añade el ingeniero. Sin embargo, al preguntarle acerca de si en el equipo de Ingred hay especialistas en cosmética o de si reciben asesoría externa, Vadillo reconoce que no. “Sólo recogemos la información de las fuentes de datos y la automatizamos para que el usuario pueda acceder a ella”, asegura.

Lo natural no siempre es lo mejor

La preocupación de los usuarios acerca de la composición de los productos de belleza también se explica en el número de influencers que dan consejos de cosmética en las redes sociales. De hecho, una de las últimas tendencias son los vídeos en los que se explica cómo hacer este tipo de productos en casa para que sean lo más naturales posibles.

“Una crema hecha en casa sin conservantes se va a contaminar con bacterias en unos pocos días y puede generar problemas. Es verdad que algunos principios activos se extraen de la naturaleza, pero no hay que hacer la traducción de que lo natural es mejor”, sostiene Jiménez. En su opinión, a la hora de elegir un producto cosmético lo más importante es fijarse en los principios activos y en la consistencia que se desea, bien sea un sérum o una crema, y no tanto en los conservantes. “Todos los productos de belleza que se comercializan en las farmacias y en los supermercados cumplen con los requisitos legales”, zanja la dermatóloga.

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