Madrid homenajea al príncipe de la bohemia que se encaró con Rubén Darío en esta exposición gratuita

El Museo de Historia de la capital repasa la trayectoria de los representantes de este movimiento, desde Sawa a Valle-Inclán

Entrada al Museo de Historia de Madrid, que acoge una exposición sobre la bohemia / JUANMA DEL OLMO
Entrada al Museo de Historia de Madrid, que acoge una exposición sobre la bohemia / JUANMA DEL OLMO

“Vivían como podían, a salto de mata. Escribían en periódicos que no pagaban o que lo hacían muy mal; pintaban cuadros que no vendían, publicaban versos que nadie leía; dibujaban caricaturas que no quería nadie”. Eso, y no otra cosa, eran los bohemios. Al menos así lo escribió Ricardo Borja en 1935.

Sin embargo, en su origen, el término servía para aludir a los gitanos (que provenían de la región alemana de Bohemia), y hoy es un concepto completamente resignificado: se llama (o se autodenomina) bohemio a quien lleva un estilo de vida pretendidamente alternativo y a menudo relacionado con el arte, la música y la cultura en general; o a quien vive en una buhardilla y toca la guitarra a pesar de que su situación económica sea desahogada.

Exposición gratuita

Para repasar (y reivindicar) qué fue realmente, el Museo de Historia de Madrid ha montado la exposición ¡Viva la bohemia! Los bajos fondos de la vida literaria, que se puede visitar hasta el 1 de junio de forma gratuita. Es una muestra relativamente pequeña (con piezas muy variadas, lienzos, manuscritos o fotografías que pertenecen al Museo de Bellas Artes de Bilbao, a la Colección Carmen Thyssen, al Reina Sofía o a la Biblioteca Nacional, entre otros), donde la bohemia aparece comprimida, reducida a la institucionalidad del museo.

Entrada a la exposición / MUSEO DE HISTORIA DE MADRID - FACEBOOK
Entrada a la exposición / MUSEO DE HISTORIA DE MADRID - FACEBOOK

Como no podía ser de otro modo, no mancha, no insulta a uno y, por supuesto, no le escandaliza ni le pide unas monedas. Puede ponerle, eso sí, los pelos de punta o al menos hacerle sonreír: merece la pena acercarse y ver, casi al entrar, un cuadro que muestra la torre que los vecinos de Lavapiés levantaron en 1889 imitando a la Torre Eiffel. De 21 metros de altura, la llamaron Torre Infiel, y estaba construida en madera y tela. En esta estructura con banderas, escudos y estandartes ya está el germen del espejo deformante.

Cuadro que representa a la 'Torre Infiel' / JUANMA DEL OLMO
Cuadro que representa a la 'Torre Infiel' / JUANMA DEL OLMO

Bohemios comprometidos

La primera generación de bohemios surge en Madrid a mediados del siglo XIX, al calor de los periódicos, el teatro y el folletín. Serían ardientes creyentes de la rebeldía, los cafés serían sus templos y la burguesía el enemigo al que jurarían combatir. Es un grupo que escribe en periódicos de izquierda, como Germinal.

“Cuando estalló la revolución de 1854, que provocó serios altercados en la capital madrileña, muchos de ellos lucharon en las barricadas”, explican los comisarios de la muestra. De hecho, el visitante puede contemplar alguna de estas estampas, en las que la Plaza Mayor no tiene relaxing cups of café con leche ni bocatas de calamares, sino pirotecnia y ansias de progreso. Así, el bohemio de la primera ola no sería solo un exaltado posromántico obsesionado con su genialidad individual, sino que tenía una preocupación social. No es poca cosa, visto lo visto.

Alejandro Sawa

Tal y como reza la muestra, el gran príncipe de los bohemios es Alejandro Sawa, en quien se inspiraría Valle-Inclán para crear a Max Estrella, protagonista de Luces de bohemia. De Sawa hay varios libros y algún retrato en la exposición, pero quizá la pieza más interesante sea una carta de su puño y letra dirigida a Rubén Darío... en la que amenaza al poeta.

Retrato Alejandro Sawa / BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA
Retrato Alejandro Sawa / BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA

Y lo hace porque Sawa escribió varios artículos para La Nación que se publicaron con la firma de Rubén Darío. Es decir, que trabajó como su negro o escritor fantasma. Pero en 1908 Sawa se harta y le pregunta a Darío si “le impulsa a la violencia” y le afea que por esos ocho artículos le hubiese pagado 75 pesetas, cuando a su juicio valían “100 pesetas cada uno”.

Escritores precarios

“Quedan a mi favor 525 pesetas que yo te invito a pagarme enseguida, puesto que no tengo consideración ninguna que guardarte y que las necesito”, espeta Sawa a Rubén Darío, a quien también alerta de que, si no le paga, contará todo a La Nación y al Gobierno y se descubrirá el percal. Pero, si apoquina, podría el nicaragüense "contar con mi absoluto silencio”. “Serás en lo porvenir, para mí, como un muerto, o mejor, como si no hubieras existido jamás”, concluye el príncipe de los bohemios.

Una vista de la exposición / MUSEO DE HISTORIA DE MADRID - FACEBOOK
Una vista de la exposición / MUSEO DE HISTORIA DE MADRID - FACEBOOK

Así, queda claro que el sendero de la bohemia está marcado por la precariedad y, si no también por las ansias de reconocimiento (atizadas por cierto espíritu pendenciero), sí por la creencia de sus miembros de ser acreedores de elogio. Sawa, quien moriría en 1909, dejaría escrito en Declaración de un vencido que quiso “tomar activa y musculosa participación, toda la que fuera posible, en las batallas constantemente renovadas del pensamiento contra la barbarie, de los espíritus emancipados contra las panzas esclavas”.

De la golfemia de Carrere a Valle-Inclán

Emilio Carrere (1881- 1947) representa la tercera generación de bohemios, una versión más disfrutona rayana en la golfemia, compuesta por artistas “más ligados a los bajos fondos que a la literatura”, amigos “del alcohol y del sablazo”. Él escribiría en 1915 que la bohemia “es la musa bella y trágica del arroyo que exige el sacrificio de la juventud, como un ídolo sanguinario”.

La exposición se cierra con don Ramón María del Valle-Inclán, figura icónica de la que hay incluso, muy apropiadamente, una pequeña estatua en la expo. "Tomando como referencia la afirmación de Max Estrella: '¡El esperpento lo inventó Goya!', se incluyen en este espacio algunos Caprichos de Goya, en los que se aprecia la deformación, bestialización o caricaturización de sus protagonistas, fuente de inspiración de Valle-Inclán", indican desde el Museo de Historia. Nadie mejor que él, que fue cercano a Carlos IV, pero también se sintió atraído por la locura, la violencia y lo grotesco, para deformar. Es decir, mostrar.