En las calles vacías de madrugada, el sonido de unos pasos detrás puede transformar un trayecto cotidiano en un momento de tensión. No es una percepción aislada: más de la mitad de las mujeres jóvenes en España, concretamente el 52% de las de entre 20 y 39 años, reconoce haberse sentido “insegura o amenazada por ser mujer” cuando camina sola de noche. Así lo revela la encuesta de Funcas sobre percepción y experiencias de violencia contra las mujeres, realizada en noviembre de 2023 entre más de 700 mujeres.
El estudio, difundido en el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, traza una radiografía inquietante del sentimiento de vulnerabilidad en los espacios públicos. Aunque los datos varían según el entorno, el denominador común es el mismo: el miedo sigue condicionando la libertad de movimiento de las mujeres jóvenes.
Inseguridad nocturna en las mujeres
No se trata solo del trayecto nocturno a casa. La encuesta muestra que una de cada dos mujeres (49%) ha sentido inseguridad en bares o discotecas, y un 20% la experimenta “frecuentemente”. En eventos masivos —como conciertos o partidos— un 41% afirma haber sentido esa amenaza “algunas veces”, y un 6% “con frecuencia”. Incluso en espacios privados, donde el riesgo debería ser mínimo, casi un cuarto de las encuestadas (23%) confiesa haber sentido miedo o amenaza al menos en alguna ocasión, cuando ha tenido una cita o simplemente han sentido que debían compartir su ubicación con amigos o familiares por temor a que pasase algo.
La percepción de peligro se extiende también al ámbito digital. Las redes sociales, convertidas en plazas públicas virtuales, son escenario de acoso o intimidación para un número creciente de mujeres, que enfrentan mensajes hostiles, insinuaciones no deseadas o vigilancia encubierta.
Tecnología contra el miedo: así es FlamAid
En este contexto, la tecnología emerge como un aliado inesperado. Desde Barcelona, la joven emprendedora Julieta Rueff ha creado FlamAid, un dispositivo de defensa personal que se lleva colgado como un llavero o charm. Su aspecto es el de una pequeña granada de colores, pero su función va mucho más allá del símbolo.
FlamAid nació en 2024 después de que Rueff sufriera un episodio de acoso callejero. “Quería que ninguna mujer se sintiera tan sola o desprotegida como yo me sentí aquella noche”, explica. En menos de un año, la startup ha vendido más de 4.000 dispositivos en once países, con España y Portugal como principales mercados.
Un ecosistema de seguridad compartida
La nueva versión, FlamAid Pro, amplía el concepto original de “botón de pánico” y lo transforma en un sistema de seguridad comunitario. El dispositivo se conecta al móvil por Bluetooth y, al tirar de la anilla, activa una alarma sonora de 110 decibelios mientras envía automáticamente la ubicación en tiempo real a los contactos de confianza del usuario.
La gran novedad está en su aplicación asociada, que permite que otros usuarios de FlamAid cercanos al incidente reciban también la alerta. De esta forma, la respuesta deja de ser individual para convertirse en colectiva y solidaria. Además, la aplicación inicia de forma automática la grabación de audio y vídeo desde el teléfono de la víctima, generando posibles pruebas legales y disuadiendo a agresores.
Los contactos que reciben la alerta pueden visualizar en directo la localización y el entorno del suceso en un mapa dinámico, además de comunicarse entre sí en un chat para coordinar la ayuda.
Del pánico a la prevención
El nuevo software también pone el foco en la prevención. Incluye un mapa de seguridad colaborativo que clasifica las zonas según su nivel de riesgo, basándose en valoraciones de la comunidad. Así, si una persona se aproxima a un área catalogada como insegura, la app envía una alerta proactiva.
Otras funciones, como el círculo de confianza o el control parental, permiten compartir la ubicación en tiempo real o recibir notificaciones automáticas al llegar o salir de lugares predefinidos, como el trabajo o el colegio. “Queremos que la seguridad no sea una reacción, sino un hábito”, resume Rueff.
Un nuevo lenguaje social
El auge de dispositivos como FlamAid refleja una tendencia más amplia: la de una sociedad que asume la inseguridad como parte del paisaje urbano, pero que al mismo tiempo busca herramientas para enfrentarse a ella. No se trata de sustituir la responsabilidad institucional —calles mejor iluminadas, educación en igualdad, justicia rápida—, sino de reclamar autonomía en la respuesta. Para muchas jóvenes, estos dispositivos no son solo tecnología: son una declaración. Una forma de decir "no estoy sola".
Porque si algo demuestra la encuesta de Funcas es que, aunque las cifras cambien, el miedo sigue pesando más de lo que debería. Y cada paso que las mujeres dan solas por la noche, cada aplicación que comparten o cada dispositivo que activan, es también un recordatorio de que la seguridad, lejos de ser un lujo, es una necesidad colectiva.
El miedo como frontera invisible entre las mujeres
Más allá de las cifras, el impacto de este sentimiento es profundo. Las mujeres desarrollan lo que los expertos llaman “mapas mentales de seguridad”, zonas a las que pueden acudir y otras que evitan, horarios considerados seguros y trayectos calculados. Esa planificación constante se convierte en una carga mental y en una restricción cotidiana de su libertad.
Caminar por una calle mal iluminada o vacía deja de ser una elección. El temor, más o menos fundado, actúa como un sistema de autoprotección que regula la movilidad, las actividades sociales e incluso las oportunidades laborales o académicas. “El miedo se convierte en una forma silenciosa de control social”, apuntan desde varias asociaciones feministas. No es extraño, entonces, que dos tercios de las mujeres (68%) crean que la violencia de género ha aumentado en los últimos cinco años. Solo una de cada ocho piensa lo contrario.