Lo que ponemos en nuestro plato cada día no solo influye en cómo nos sentimos, sino también en el futuro del planeta que habitamos. ¿Nunca te has preguntado si estamos sobreexplotando la tierra? ¿Nuestro mundo, tal y como lo conocemos, está preparado para gastar sus recursos en alimentar a esta sociedad?
La nueva revisión de la Comisión EAT-Lancet, formada por medio centenar de expertos internacionales, concluye que una alimentación equilibrada puede prevenir hasta 15 millones de muertes prematuras al año y reducir de forma significativa el impacto ambiental del sistema alimentario global.
La dieta que podría salvar vidas (y al planeta)
Según los científicos, los alimentos son responsables de alrededor del 30% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, una cifra que podría empujar al planeta más allá del límite de 1,5 grados de aumento de temperatura, si no se modifican los hábitos actuales.
Por eso, la propuesta de la llamada Dieta de Salud Planetaria (DSP) no busca imponer restricciones, sino ofrecer una guía realista que beneficie tanto al cuerpo como al entorno natural. Porque, según lo previsto, si seguimos en esta tendencia la temperatura de los océanos y ciudades cada vez será menos apta para los seres vivos.
El objetivo de esta dieta es doble: combatir enfermedades crónicas asociadas a una mala alimentación, como la obesidad, la diabetes o las patologías cardiovasculares, y, al mismo tiempo, promover un modelo de consumo que respete los límites ecológicos del planeta.
La Dieta de Salud Planetaria
La Dieta de Salud Planetaria se define como flexitariana, es decir, basada principalmente en alimentos vegetales, pero con un pequeño espacio para las proteínas de origen animal.
Las cantidades orientativas de esta dieta son relativamente sencillas. Unos 300 gramos de verduras, 200 gramos de cereales integrales, 250 gramos de lácteos o alternativas vegetales, 75 gramos de legumbres, 50 gramos de frutos secos, 30 gramos de pescado o pollo, y apenas 15 gramos de carne roja o huevo.
El equilibrio perfecto: más vegetales, menos carne
En palabras de Walter C. Willett, copresidente de la comisión, se trata de aplicar la fórmula “uno más uno”, es decir, una porción de proteína animal más una de lácteos al día, acompañadas siempre de abundantes vegetales.
“No es una dieta restrictiva, sino una forma deliciosa y variada de comer”, asegura. Lo más interesante es su versatilidad. Este patrón puede adaptarse fácilmente a diferentes culturas y preferencias, desde una dieta mediterránea rica en aceite de oliva y legumbres, hasta opciones veganas o pescetarianas.
Un cambio que ya no puede esperar
Adoptar este modelo no es una moda ni una tendencia eco-friendly. Es, como advierten los científicos, una necesidad urgente. Cambiar la forma en la que comemos podría significar una transformación global: vidas más largas, ecosistemas más estables y una sociedad más justa.
El científico Johan Rockström lo resume con una frase contundente: “Seguir comiendo como hasta ahora es un lujo que la humanidad ya no puede permitirse”.
Alimentación responsable: los límites que no debemos traspasar
Más allá de las calorías o los nutrientes, la EAT-Lancet analiza la conexión entre la comida y los llamados límites planetarios, es decir, los procesos que mantienen el equilibrio del planeta: el clima, la biodiversidad, el agua, el uso del suelo y los ciclos de nitrógeno y fósforo.
Rockström lo resume así: “El sistema alimentario actual está poniendo en riesgo la estabilidad del planeta”. La agricultura intensiva, el desperdicio de alimentos y el consumo excesivo de carne están acelerando la degradación ambiental y amenazando la seguridad alimentaria de las próximas generaciones.
Un desafío de equidad alimentaria
Pero el cambio no solo es cuestión de salud o sostenibilidad, también de justicia social. Los investigadores denuncian que apenas el 1% de la población mundial sigue una dieta saludable y respetuosa con el medioambiente, mientras que el 30% más rico concentra más del 70% del impacto ecológico de la alimentación.
Por eso, los expertos piden políticas públicas más ambiciosas, como eliminar subsidios a los productos más contaminantes, fomentar etiquetados claros y transparentes, y promover campañas de reducción del desperdicio alimentario. Cambiar el sistema requiere compromiso colectivo, no solo decisiones individuales.
El valor de la dieta mediterránea
Y si hablamos de patrones alimentarios saludables, la dieta mediterránea continúa siendo la referencia por excelencia. Así lo recordaron expertos en el Seminario de Nutrición Positiva organizado por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Italia y la Italian Trade Agency.
A pesar de que el ritmo de vida actual nos aleja de las costumbres tradicionales, esta forma de comer basada en frutas, verduras, legumbres, cereales integrales, pescado y aceite de oliva virgen extra sigue siendo la más estudiada y recomendada del mundo porque permite dar un descanso a otro tipo de dietas "keto" y sus requerimientos más cárnicos.
De hecho, según datos de Eurostat (2022), las regiones europeas con mayor esperanza de vida se encuentran en España e Italia. En concreto, en la Comunidad de Madrid (85,2 años) y la provincia autónoma de Trento (84,4 años). “Comer al estilo mediterráneo es sinónimo de salud y longevidad”, afirmaba Daniele Rossi, vicepresidente del Clúster Agroalimentario Nacional italiano.
Una invitación a reconectar con la comida
La propuesta de la Dieta de Salud Planetaria y la filosofía mediterránea comparten la misma esencia: volver a una alimentación consciente, equilibrada y respetuosa. Comer menos procesados, elegir ingredientes locales y disfrutar de la comida como un acto social y cultural.
Porque, al final, cuidar lo que comemos es también cuidar el planeta y nuestro futuro.