Casi 300 millones de personas en el mundo no saben si mañana podrán llevarse algo a la boca. Esa frase, que podría parecer exagerada o sensacionalista, es hoy una realidad documentada.
El Informe Mundial sobre las Crisis Alimentarias 2025, publicado por la Red de Información sobre Seguridad Alimentaria (FSIN), ha encendido todas las alarmas: 295,3 millones de personas en 53 países sufrieron inseguridad alimentaria aguda en 2024, lo que supone 14 millones más que el año anterior. Y lo peor, la tendencia lleva seis años empeorando sin freno.
“Es especialmente preocupante”
“Es especialmente preocupante que el número de personas en situación de necesidad aguda o incluso de hambruna se haya duplicado en un año”, afirma Manuel Sánchez-Montero, director general de Acción contra el Hambre en España. Y no le falta razón.
Más allá de las cifras frías, la realidad que dibuja el informe es tan cruda como inapelable. El hambre, en su forma más extrema, se está convirtiendo en el pan de cada día para millones de personas.
Niños desnutridos, madres sin alimento
El informe pone el foco donde más duele. Según los datos del informe, 37,7 millones de niños y niñas sufren desnutrición aguda en los países analizados. De ellos, más de 10 millones están en estado crítico. Además, 10,9 millones de mujeres embarazadas y lactantes padecen desnutrición aguda. En pleno 2025, hablar de esto sin sentir escalofríos debería ser imposible.
Y mientras tanto, el reloj corre. Porque esta forma de hambre no es solo una cuestión de estómago vacío. Hablamos de cuerpos debilitados, desarrollo detenido, muerte evitable. Hablamos de personas para quienes la frase “crisis alimentaria” no es un titular, sino su día a día.
Conflicto, clima y abandono
Los responsables de esta debacle están bien identificados: conflictos armados, crisis climática y recortes en la ayuda humanitaria. En países como Sudán, Gaza, Myanmar o Haití, las guerras convierten el simple hecho de ir al mercado en una actividad de alto riesgo.
El cambio climático, con sequías brutales y lluvias arrasadoras, ha convertido regiones enteras de Afganistán, Etiopía o Pakistán en tierra estéril. Y por si fuera poco, los fondos internacionales para la ayuda humanitaria están cayendo hasta un 45%, dejando a millones sin comida ni esperanza.
Gaza, Sudán y la fase 5: vivir entre ruinas y hambre
Uno de los datos más impactantes del informe es el aumento brutal de personas en la fase 5 del IPC, la máxima categoría de inseguridad alimentaria, equivalente a una catástrofe humanitaria o hambruna. Esta situación afecta ya a más del 95% de los afectados en Gaza y Sudán. En la Franja de Gaza, el 100% de la población vivía en inseguridad alimentaria aguda. Sí, todos.
En Sudán, el informe confirma oficialmente la hambruna en 10 regiones y alerta de que otras 17 están en grave peligro. Mientras tanto, países como Nigeria, la República Democrática del Congo y Bangladesh albergan por sí solos a más de 23 millones de personas cada uno en situación crítica. La magnitud del problema desborda incluso a quienes llevan años en primera línea.
Y ahora, ¿qué?
Desde Acción contra el Hambre lanzan un mensaje claro: sin acción inmediata, la crisis seguirá escalando. No se trata solo de enviar sacos de arroz. Se necesita una respuesta política global, coordinada y valiente, que combine ayuda de emergencia con soluciones estructurales. Invertir en resiliencia climática, fomentar la paz, y garantizar que la ayuda humanitaria no se convierta en una moneda de cambio geopolítica.
Porque mientras se redactan declaraciones de intenciones en cumbres internacionales, hay niños que mueren por no tener qué comer. Y eso, por más normalizado que esté en los informes, sigue siendo inaceptable.