En la garita de la orilla derecha, un niño se aferraba al quicio de la puerta. “Mamá, que quiero ir con papá”, insistía, con un tozudo llanto. Afuera, su padre ajustaba las amarras de la barcaza que aquella noche haría guardia de paso, llevando a jornaleros y tractoristas de un lado a otro del Guadalquivir para ganarse el pan. Corría 1987 y Raúl, con apenas seis años, ya sabía que su destino estaba justo en la mitad del cauce, entre Coria del Río y las localidades colindantes del extrarradio sevillano.
A los ocho años, Raúl Iglesias ya se escabullía en la travesía para agazaparse como un polizón. A los catorce, dejó la escuela y tomó el relevo de su padre, “porque a mí siempre me ha gustado esto, desde chico”. Hoy, con 44 años, es la segunda generación de una estirpe que mantiene vivo un oficio casi olvidado; el de barquero.
La Transfluvial, desde 1970
Coria del Río siempre miró al Guadalquivir. Desde los tiempos en que se llamaba Qawra bajo dominio árabe, hasta la llegada de Hasekura Tsunenaga en 1614, que dejó el apellido Japón como herencia, el municipio ha sido puerto, paso y refugio. Aquí recaló también Blas Infante, padre del andalucismo, y aquí sigue latiendo una cultura marinera que sobrevive en la barca de Raúl.
La barcaza, oficialmente llamada Transfluvial, funciona desde 1970. “Mi padre era tractorista y solía pasar por aquí con la carga de arroz. Fue de los primeros, de la segunda generación de la Transfluvial”, rememora el coriano. “Uno de los barqueros, Francisco, le dijo: ‘Vente con nosotros’. Pero mi padre le respondió: ‘Yo no, hombre, estoy trabajando en esto, no puedo dejarlo tirado’. Pero tuvo un problema con ellos y, cuando regresaba, les dijo: ‘Yo me vengo con ustedes’. Y así fue como dejó los tractores”, narra.
El río como carretera
La apodada “barca de Coria” une ambas orillas en tres minutos y evita a los conductores el rodeo de 25 kilómetros hasta el puente del Centenario. “Aquí no hay turismo, esto es para gente que trabaja”, explica el barquero. “A mediodía, desde la una hasta las cuatro, hemos tenido la barca grande a tope y hasta dos barcas funcionando”, apunta.
La tarifa es modesta: 1 euro el peatón, 2,70 euros un coche pequeño y 3,80 euros uno grande. Para los clientes habituales hay bonos con descuentos de hasta el 33%. El servicio opera 363 días al año, una media de 14 horas diarias, con un viaje cada 12 minutos. Y, en días señalados, la función se engrandece al transportar a la Virgen del Carmen hasta Sevilla, servir de plataforma para podas en la ribera o aparecer en películas como La isla mínima.
¿Por qué no hay un puente?
El servicio de ferry ha sobrevivido a proyectos de puentes, túneles y atajos de ingeniería que, por promesas incumplidas o sobrecostes imposibles, han quedado en nada. El futuro puente atirantado de la SE-40, con sus 70 metros de gálibo y su coste millonario, podría acabar reduciendo la demanda del ferry. Raúl lo sabe. “Esto seguirá mientras haga falta. Pero aquí, cada vez que dicen que van a hacer algo, luego paran. Llevamos oyendo lo del puente y el túnel desde que yo era niño”.
“Estaban construyendo un túnel, pero este río es muy antiguo. A 21 metros no dejaban de encontrarse con humedad. Después de excavar repetidamente, llegaron a un punto en el que el túnel era inviable”, explica Iglesias. “Ahora están barajando la posibilidad otra vez de hacer el puente. Con todo el dinero que han invertido en lo del túnel, ahora tienen que dar otra subvención para lo del puente, y eso ya, como está la cosa, no va a venir tan ligero”, apostilla.
De generación a generación
Ahora, Raúl no está solo en la Transfluvial. Su hijo de 27 años lo acompaña en la barcaza, con la misma devoción que él tuvo de niño y decidido a seguir sus pasos. No es una casualidad que el hijo de un barquero quiera ser barquero.
El joven representa, así, la tercera generación de su estirpe y el eslabón final de una historia familiar ligada al Guadalquivir. Aunque el porvenir del ferry se vea amenazado por proyectos de puentes y túneles que se dilatan en el tiempo, ellos mantienen vivo un paso que une orillas.