La cala más recóndita de Menorca apareció en un anuncio de Estrella Damm y casi nadie la conoce

Es una preciosa y diminuta cala virgen, situada al sur de la isla, que destaca por su agua turquesa y por el bosque que hay que atravesar para llegar hasta ella

El agua turquesa de Cala Rafalet / ARTIEM HOTELS
El agua turquesa de Cala Rafalet / ARTIEM HOTELS

Su éxito fue tan efímero como un amor de verano. O, mejor dicho, duró lo que duran los anuncios de Estrella Damm en la retina popular, que es un poco más de lo habitual. Grabado a caballo entre Cadaqués y Menorca, el spot de 2010 recorre los pueblos y playas más bellos de la isla balear.

Empieza por las calles de Ciudadela, donde se celebran las fiestas de San Juan, y prosigue por las famosas calas de Pregonda y Macarelleta o el pueblo de pescadores de casas blancas de Binibeca. Pero, en este cóctel de rincones idílicos de Menorca, también aparece una cala recóndita que casi nadie conoce...

La cala más recóndita de Menorca

Se trata de Cala Rafalet, una diminuta entrada de mar rodeada de acantilados y bañada por aguas turquesa que, gracias a la forma angosta de la cala, tiene un mar tan calmo que los que la conocen comparan sus aguas con las de una piscina natural.

Un banco de piedra y el agua turquesa, como el de una piscina natural, de Cala Rafalet / TEO CAMINO
Un banco de piedra y agua turquesa, como el de una piscina natural, de Cala Rafalet / TC

Está ubicada en la costa sudeste de Menorca, a un kilómetro del pueblo de Salgar, pero su acceso no está bien señalizado y es necesario conocer el camino o tirar de Google Maps hasta que se pierde la cobertura. Seguramente por esto, suele estar muy poco concurrida.

Cala Rafalet apareció en el anuncio de Estrella Damm

Tal y como se aprecia en el vídeo del anuncio de Estrella Damm 2010, en el minuto 2:34 los protagonistas dejan el velero, cogen la barquita auxiliar y se adentran en una diminuta cala con paredes de roca a ambos lados. Es Cala Rafalet.

Sin embargo, en la siguiente escena los actores aparecen saltando de las rocas de otra playa menorquina, Cala Pregonda, ubicada en la costa norte de la isla y famosa por su forma de medialuna, su arena rojiza y el color cristalino de sus aguas.

Casi nadie la conoce

Cala Rafalet es conocida entre los lugareños y los veraneantes asiduos de los pueblos de los alrededores (Salgar y Alcaufar), pero carece de la fama que sí tienen otras calas de Menorca, por lo que se trata de un lugar muy tranquilo.

Lo normal, incluso durante el mes de agosto, es encontrar los escasos diez metros cuadrados de arena sin gente. Otra opción es avanzar un poco más e instalarse en la zona de rocas, que también permite el baño fácilmente.

Cómo llegar 

Para llegar a Cala Rafalet, que está a 15 minutos en coche de Mahón, hay que ir dirección Sant Lluis. Desde este pueblo se coge la carretera que va hacia Salgar y Alcaufar. Siguiendo esta carretera, a unos tres kilómetros de distancia, hay que tomar el desvío hacia Salgar y estar atento, porque a mano izquierda hay un letrero que pone Camí de Cavalls.

El letrero de Camí de Cavalls y la carretera de Salgar / TC
El letrero de Camí de Cavalls y la carretera de Salgar / TC

Una vez en el Camí de Cavalls, lo más aconsejable es aparcar a cualquier lado del camino, donde se encuentran estacionados los coches de los pocos vecinos de la zona, y proseguir a pie. Hay que seguir recto por el Camí de Cavalls, cruzar un paso para vacas y fijarse, a mano derecha, en la pequeña apertura que hay en la pared seca menorquina, que da acceso al bosque que precede a la playa. A partir de este punto, no hay cobertura.

El paso a través de la pared seca menorquina / TC
El paso a través de la pared seca menorquina / TC

Un bosque de cuento y un final de ensueño

Existen otros caminos para llegar a Cala Rafalet, pero sólo el bosque que precede a la playa bien merece una visita. Tras unos minutos de caminata a pleno sol, el bosque se siente como un refugio climático. El sol titilante crea un precioso juego de luces y sombras, a través de las densas copas de los árboles, que ningún arquitecto japonés ha conseguido recrear jamás. La mezcla de pinaza, encinas y flores de anís embriaga. Y el suelo es una alfombra de hojas secas que te guía hasta el mar. Aquí, en pleno agosto, sólo se escucha el cantar de un pájaro discreto y se intuye a una lagartija balear escabullirse del camino bajo las hojas. El resto es silencio. 

El frondoso bosque de pinos y encinas / TEO CAMINO
El frondoso bosque de pinos y encinas / TEO CAMINO

La llegada a la cala es el clímax perfecto. Unos pocos metros de arena a la sombra de los árboles, rocas que suben hasta el cielo y un mar donde se dan cita todos los azules.