La inmersión de Geronimo Stilton fascina a niños y defrauda a la generación del Reino de la Fantasía
El famoso ratón estrena en Barcelona su formato inmersivo, una producción de Nostromo Live que deja a sus antiguos lectores con la cartera vacía y poca nostalgia
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Desde la redacción de Consumidor Global nos trasladamos a la mismísima oficina de El Eco del Roedor. La promesa, sobre el papel, es irresistible para cualquiera que haya crecido en la década de los 2000 oliendo los libros de Geronimo Stilton: entrar físicamente en el despacho del ratón periodista, cruzar portales mágicos y salvar el Reino de la Fantasía.
Bajo el título Geronimo Stilton Live: La Aventura Inmersiva, la productora Nostromo Live ha elegido Barcelona para el estreno de este formato híbrido. Ubicada en una carpa de más de 1.000 metros cuadrados en el centro comercial Westfield La Maquinista, la experiencia busca capitalizar la Navidad con una propuesta que mezcla teatro, exposición y tecnología. Sin embargo, tras cruzar el umbral, la realidad tiene menos de fantasía olfativa y mucho de modelo de negocio acelerado.
Entre el atrezo y la prisa
La entrada al recinto, con un precio de partida de 25 euros (que escala rápidamente si se trata de una familia completa), te sitúa de golpe en el universo creado por Elisabetta Dami, la mujer detrás de Stilton.

Lo primero que golpea al visitante no es la magia, sino el ritmo. Hay actores, sí, y se esfuerzan. Su energía es encomiable para mantener la atención de una horda de niños excitados, haciendo que la experiencia sea muy participativa al grito de consignas para salvar a la Reina Flordiana del "Frío Implacable". Pero esta participación tiene un coste: el tiempo. La dinámica está tan pautada que apenas deja margen para el deleite visual.

El visitante adulto, quizás buscando los detalles del escritorio de Geronimo o los lomos de los libros en las estanterías, se encuentra empujado por la narrativa. No hay pausa para la contemplación. El atrezo, que debería ser la joya de la corona en un museo, pasa como un borrón colorido mientras te apresuran hacia la siguiente sala.
El dolor de la nostalgia adulta
Es aquí donde la experiencia muestra su grieta más profunda. Para los niños de hoy, nativos digitales acostumbrados a la interacción rápida, el show funciona. Pero para la generación que ahora ronda los 20 o 30 años, aquellos que crecieron devorando los tomos gordos de tapas doradas, la decepción es palpable.

Confieso que me devoraba los libros del Reino de la Fantasía cuando era niña. Me dejaba los nudillos frotando las páginas para oler los tufos característicos, como los pies de los trolls. Mi vocación de periodista, en una pequeña parte, surgió a raíz de eso. Quería vivir historias y publicarlas en un periódico, como lo hacía Geronimo Stilton. Esa conexión visceral, sensorial y profunda brilla por su ausencia en La Maquinista.

Si eres adulto, la experiencia te puede hacer sentir ridículo
El Geronimo Stilton que nos recibe no tiene la textura orgánica de la imaginación infantil; es, literalmente, un actor con una cabeza gigante, con una especie de máscara de cartón. La falta de expresiones faciales reales crea una barrera insalvable para el adulto, rompiendo la suspensión de la incredulidad y arrojándote al valle inquietante de los disfraces de parque temático.
Si no vas acompañado de niños que actúen como filtro de la realidad, la experiencia roza lo avergonzante o ridículo. Te sientes un intruso en una fiesta infantil de alto presupuesto, forzado a interactuar con gnomos y hadas mientras tu mente calcula si los 60 minutos de duración justifican el precio de la entrada.

El negocio de la "inmersión"
El término "inmersivo" se ha convertido en la gallina de los huevos de oro de la industria cultural post-pandemia. Desde Van Gogh hasta Harry Potter, todo debe ser inmersivo. Pero en este caso, la inmersión se siente mecánica.


El veredicto de Consumidor Global
Nostromo Live sabe hacer espectáculo. La escenografía es correcta y la tecnología visual cumple, pero el alma del proyecto parece haberse congelado bajo ese "Frío Implacable" del guion.

Para los padres con niños pequeños obsesionados con el ratón, la visita será un éxito rotundo; los actores se entregan a ellos y la magia opera en sus ojos. Pero para el consumidor adulto, aquel que busca reencontrarse con el olor a fantasía de su infancia, la recomendación es dura: ahórrese el dinero o inviértalo en la pista de hielo.

