Alberto Simoncini, terapeuta: "Pasar horas en redes sociales modifica la estructura del pensamiento"
El terapeuta y autor del libro 'El coraje de romperse' advierte sobre los riesgos para la salud de algunos hábitos de consumo generalizados

Tras publicar 21 duelos: conversaciones con el dolor (2022), el terapeuta especializado en pérdidas Alberto Simoncini regresa a las librerías con El coraje de romperse. "Un conflicto es como una herida en la piel: si no lo cuidas se infectará", se puede leer en su manual de reconstrucción de vidas rotas.
Le entrevistamos para ahondar en los caminos del autoconocimiento y descubrir las herramientas que tiene el ser humano para transformar el sufrimiento, la ira y el miedo en valiosos aliados a la hora de recuperar la serenidad. Porque, parafraseándole, "cada uno ve fuera lo que tiene dentro".
--¿De dónde sale esa fuerza que tienen algunos para decir ‘sí’ a la vida en momentos de dolor y miedo?
--Esta fuerza es una reacción fisiológica que se da y que nos impide suicidarnos en varios momentos de la vida. Más de una vez podemos formular frases tipo: ‘Uf, si esto me pasará a mí no tendría sentido mi vida’. Me gusta pensar que el sentido de la vida es el amor. La vida que no tiene amor no tiene sentido. Parte del camino de reconstruir una vida con sentido significa volver a sentir que podemos amar y sentirnos amados.
--Lo habrá visto en su consulta...
--Lo veo en terapia cuando las personas dicen: ‘Hace días que no lloro y me he fijado en lo bonitas que son las flores del parque de delante de casa’. Esta persona se está re-enamorando de la vida.
--¿Amor en el sentido más amplio de la palabra?
--Sí, por la vida en general. Una persona puede decir: ‘He perdido a mi hijo o a mi pareja, lo he perdido todo, pero me quiero. Me quiero porque, a pesar de todo, me gusta cuando siento este amor y vuelvo a encontrar el sentido’. Este mecanismo es automático. Cuando todo va bien, damos por hecho que no viviríamos sin esa persona. Luego, cuando pasa, estamos construidos para sobrevivir a todo.
--¿Todo depende de cómo te tomes lo que te está pasando? ¿De la resiliencia, la actitud y la fuerza de voluntad que pongamos en esos momentos difíciles?
--Hay varios factores que pueden coincidir en lo que es un final o una deconstrucción. En primer lugar, nuestra narrativa personal, lo que nos contamos sobre nosotros mismos. Nuestra actitud en general. ¿Cómo vamos por la vida? ¿La vida es una maravillosa aventura y de vez en cuando hace daño o la vida es una mierda y tiene que demostrarme que me quiere? Y luego las conexiones. Las relaciones con los demás. Las personas que están solas o tienen relaciones tóxicas viven la situación de pérdida de una manera desesperante. Esta gente busca al terapeuta porque no tiene a nadie cerca con quien poder hablar.

--“Cuando aprendas a no competir, ganarás. Cuando aprendas a rendirte, volarás. Cuando tengas el coraje de romperte, sabrás reconstruirte”, se puede leer en su libro, y suena genial, pero muchas personas creen que perder es de perdedores, rendirse de débiles y romperse de fracasados…
--Claro. Todos nos esforzamos para llegar a ser alguien. Me siento bien porque he logrado ser alguien en la empresa. Pero las culturas antiguas nos enseñan que cuanto menos somos, mejor vivimos. Lo ideal sería no ser nadie. Porque ser nadie es ser libre. No tienes que tener ninguna máscara ni cumplir con las expectativas de los demás. La filosofía zen indica que, si estás en un río, puedes nadar a contracorriente, pero, si lo haces, seguramente te hagas daño. En la vida sucede lo mismo. Aunque podamos oponernos de primeras a determinados acontecimientos, tenemos que fluir. Una de las mejores metáforas es la del boxeador.
--¿En qué consiste?
--Un buen boxeador tiene buenos puños y sabe soltar el brazo, pero también sabe recibir los golpes. Si llega el puño y el boxeador se opone, le romperá la mandíbula. El buen boxeador, cuando llega el puño y ya es tarde para esquivarlo, se rinde al movimiento y lo acompaña. Esta es la clave: hacer todo lo posible para solucionar las cosas que se pueden solucionar, pero no podemos evitar ciertos golpes.
--¿La gente prefiere escuchar pasivamente vídeos en TikTok o la última serie de Netflix a sus emociones activamente?
--Por supuesto. Hay un componente comprensible a nivel biológico. No queremos sufrir. Tampoco queremos ver a la gente sufrir. Evitamos el sufrimiento. Por otro lado, las redes sociales son grandes activadoras del ego, de la estructura que domina nuestro pensamiento. El ego funciona por referencias, por etiquetas. Siempre lo etiquetamos todo. Siempre preferimos. Entonces, cuando pasa algo que no preferimos, sufrimos. Y en las redes sociales siempre puedes pasar a otra cosa. Nunca estás obligado a mirar algo. Pero la vida no es así. En la vida no puedes pasar y preferir otra situación. Esto explica porque tantas personas hacen ghosting.
--¿Por qué la gente hace ghosting?
--En lugar de hacer scrolling para pasar a otra fotografía, pasan a otra situación y desaparecen. El ghosting es típico de nuestra época. Nos hemos acostumbrado a tener el poder, en 200 canales de televisión y en las redes sociales, a elegir entre lo que nos gusta y lo que no. Yo elijo. Y lo mismo hacemos en las relaciones humanas. ¿No me gusta lo que me has dicho? Te borro y me voy. Ya no nos enfrentamos a discusiones adultas y argumentadas. ¿Ya no te amo? Pues me voy. Huimos constantemente.
--"La cultura del consumo nos ha enseñado que podemos ser felices comprando"...
--Yo me esfuerzo por quitar la palabra felicidad de cualquier discurso. Prefiero hablar de serenidad, de ausencia de conflicto. Con la felicidad nos hemos equivocado durante años y años. Confundimos felicidad con satisfacción. Cuando me compro un coche nuevo no soy feliz, siento satisfacción. Y cuando pasen seis meses, te dará igual y querrás otro modelo. Ya no estarás satisfecho. Decimos que tenemos una vida feliz porque estamos satisfechos, o que tenemos una vida infeliz cuando es una vida de insatisfacción porque no puedo ir de vacaciones o comprarme un coche nuevo. La felicidad real surge del dar y del compartir, nunca de recibir.
--Estamos más conectados que nunca y más solos que nunca, y la soledad aterra a muchas personas…
--En una de las historias que cuento en el libro hablo de Antonio, un importante sumiller español que se fue a vivir a la India. Antonio me hizo un regalo el día de mi cumpleaños. Me dijo: ‘Te voy a llamar, pero no hablaremos’. Estuvimos quince minutos al teléfono en silencio. Al final, nos pusimos a reír y nos saludamos. Este fue su gran regalo de cumpleaños. Con su regalo me dijo: ‘Estoy, pero no vamos a rellenar el vacío de este silencio tan importante’. Necesitamos estos momentos. Necesitamos momentos de verdad, de estar contigo mismo, y darte cuenta de cómo te sientes y de lo que piensas, sin que nada externo interfiera. El silencio y una soledad buscada pueden ser muy útiles. En cambio, una soledad no deseada puede ser una tortura. Pensar que nadie piensa en ti es como estar muerto en vida. Volvemos a la importancia de las conexiones y relaciones personales.
--¿Cuáles serían los pasos a seguir durante el duelo?
--Al principio, una de las cosas más importantes es encontrar a alguien que ayude con los temas prácticos y burocráticos. Lo mejor es pedir ayuda. ¿Me puedes acompañar por correo? ¿Me haces compañía en casa sin hablar? ¿Puedes dormir conmigo en casa porque me siento solo? Lo práctico. Y luego hay que hacer un proceso delicado de aceptar el sufrimiento en la vida, que puede ocupar las 24 horas durante los primeros días: llorar, malos pensamientos, dolor generalizado. Cuando lloras, duele todo. A partir de ahí siempre recomiendo buscar ayuda externa. ¿Por qué? Porque hay cosas que no se tienen que contar a las personas que amamos. Lo que hace la terapia es salvar nuestras relaciones más importantes de amistad y familiares. Si no, es probable que se rompan estas relaciones. Si un amigo te llama cada semana para hablar de lo mal que está, a la tercera no le cogerás el teléfono.
--¿Es fácil superar un duelo agradeciendo, trabajando la respiración y meditando con mantra?
--No es fácil. No es fácil porque estamos muy alejados de estas prácticas. Pero, desde hace 3000 años, sabemos que estas prácticas ayudan a calmar la mente. La mente es maravillosa y es diabólica. Si yo ahora te digo: ‘Por favor, prométeme que no vas a pensar en un plátano azul’. ¡Zas! Ahí lo tienes. La mente es como un mono que va detrás de un plátano allí donde lo tires. La mente va. Por eso estos ejercicios nos ayudan a entender que la mente se puede educar. Esto no significa que no vayamos a sufrir. Esto significa que puedo reconocer que tengo pensamientos que activan emociones. Y si no tengo estos pensamientos, no voy a tener estas emociones. ¿Por qué vivir el momento presente? Porque cuando vives el presente la mente no hace nada. Pero si piensas en el pasado la mente se activa para recoger memorias. Cuando calmo la mente, respirando despacio, paseando por un parque, haciendo movimientos muy lentos, te sientes mejor. El mantra, que significa herramienta para ayudar al hombre.
--¿Y cuándo es el momento de pasar a la acción?
--Cuando tocamos fondo es cuando podemos coger impulso para saltar. Hay un punto en el que tocas fondo y empiezas a saltar. El problema es si tocas fondo y no te levantas. Puede suponer un estado de depresión profunda sin acciones para salir de ahí. Hay una voz interna que te dice: ‘Busca ayuda’. Piensa en el deporte. Imagina que juegas a tenis y te ofrecen diez clases con Nadal o Federer. Si las haces, jugarás mejor ¿no? Si tienes a alguien experto a tu lado, llegarás antes al siguiente nivel. Si busco a alguien que me entrene, saldré antes. El terapeuta es un entrenador que te prepara para lidiar con el sufrimiento arreglando las memorias del ayer y preparándote para el día a día. Lo que tiene que salir de uno mismo es ‘quiero estar mejor’.
--A veces, invertimos muchas horas en el trabajo, en el gimnasio y frente al televisor, y nos olvidamos de cultivar la mente.
--Y si añadimos dos, tres o cuatro horas en las redes sociales mirando tonterías… Esto afecta. Han demostrado que afecta como el porno. Modifica la estructura del pensamiento y es realmente dañino. Deberíamos hacer más trabajo interior, pero no se habla nunca de eso. Los que hacen un retiro espiritual, meditan y hacen prácticas, pero, en el día a día, ¿cuánta gente hace algo así? Muy poca. ¿Qué supone eso? Que la mente no está calmada, que está lista para saltar detrás de cualquier pensamiento. Durante el día, tenemos muchos pensamientos que no son nuestros y emociones relacionadas con estos pensamientos que tampoco lo son. ¿Cuánta gente sufre y se pasa el día llorando por la guerra de Ucrania, la invasión de Gaza y lo que ha pasado en Valencia? Mucha gente se ha deprimido ante este escenario. Es el poder de la evocación. Y es bonito ser empáticos, pero si entro en depresión porque veo imágenes de Ucrania y de los rusos seis horas al día es que algo no funciona bien.
--¿Qué tienen en común el consumo de pornografía y el de redes sociales?
--Ambos proporcionan una satisfacción inmediata. Las redes sociales fomentan el me quedo con lo que me satisface. Hacen que todo el tiempo busquemos la dopamina y esto nos vuelve adictos. En cuanto al porno, más de lo mismo. Tú no vas por la calle y te acoplas con cualquier hombre o mujer que te guste. No. Hay que conocer, seducir… Los procesos humanos son más largos. Los procesos de las redes sociales y del porno que vivimos desde hace unos años en el día a día son falsos, no son normales, y hacen que el cerebro no entienda lo que está pasando. Es como jugar en el casino o en las máquinas tragaperras. Si juegas bien, ganas 500 euros al momento y no tienes que trabajar. Lo quiero ya. No. Los tiempos de la naturaleza son mucho más lentos que los nuestros de ahora.
--¿Cómo se aprende a ser fuerte mentalmente? ¿Llorando, soltando, sintiendo, cayéndose y volviéndose a levantar?
--Tenemos que hacer las paces con la vida, porque es la vida la que nos tiene a nosotros. La vida seguirá cuando nosotros no estemos. Tenemos una experiencia de vida. Cuando enfermemos o un coche nos aplaste, mi experiencia dentro de la vida se acabará. La vida no es Disneyland, y eso que nosotros somos muy afortunados si nos comparamos con el día a día de otras poblaciones del planeta. Nosotros vivimos en un pequeño Disneyland. Hay problemas con el alquiler, sí, pero hay conflictos mucho más graves. La fuerza es salir de la vida y saber que implica bofetadas, muchas veces, y que siempre puede ir peor. Cuando asumo esto como una verdad, estoy preparado. ¿Cuándo necesitamos coraje? ¿Para beber un vaso de agua? No, porque no te da miedo. Pero te daría miedo pasear descalzo sobre unas brasas… Sí, te has de armar de coraje. Donde hay coraje, antes había miedo. Siempre. Una persona que tiene coraje ha tenido que pasar por muchos miedos, los ha transformado y ha hecho las paces con ellos. Los ha entendido y se ha armado de coraje. Cuando tenemos coraje, somos más fuertes. ¿Por qué? Porque estamos dispuestos a enfrentarnos a los miedos. Los opuestos se unen.
--“Mi hija vino a vivir con nosotros nueve años maravillosos. Yo me considero afortunado. Muy afortunado. Tenemos mil recuerdos de ella”, relata Luis Enrique, el entrenador del PSG, sobre el fallecimiento prematuro de su hija…
--Es un ejemplo maravilloso, pero esto no es lo que sucede al día siguiente. Es fruto de un trabajo interior muy profundo, de horas de reflexión sobre la vida y la muerte. Muchas veces hago la siguiente pregunta a las personas que están en terapia: ‘¿Volverías a tener a tu hijo aún sabiendo que moriría con 9 años?”. La respuesta siempre es sí, volvería. Volvería aún sabiendo todo lo que voy a sufrir. Cuando aceptas esto, cuando aceptas el sufrimiento, te gustará recordar el pasado con alegría. ¿Cómo? Educando la mente para saber que no voy a tener a mi hija en el futuro, pero que tengo toneladas de recuerdos maravillosos y quiero empaparme de esa felicidad que tuve. Siempre recordará que ha muerto, pero uno puede llegar a sentir que la persona perdida sigue viva dentro de sí. En realidad, la muerte es una pura ilusión. En este momento tú me estás viendo, pero mi imagen se da dentro de tu percepción interna. La percepción interna es el proceso que se da gracias a los sentidos. Cuando estás con tu pareja, en realidad, todo lo que procesas está pasando dentro de ti. Cuando la persona de fuera muere y el cuerpo muere, podemos asumir que será más complicado generar nuevas memorias, pero la persona seguirá viviendo en tu percepción interna, que es donde siempre ha estado. E incluso puedes seguir amándola, aunque ese alguien haya perdido el cuerpo. Ese es el lugar mágico, la percepción interna, donde se hace el trabajo de aceptación. Lo de fuera hace mucho daño. ¿Dónde puedo encontrar paz y serenidad? Dentro. ¿Qué hay dentro? Todo el mundo. Toda mi vida. Hay que buscar un equilibrio entre ambos mundos.