No son pocos los que sueñan con dejar la ajetreada vida urbana e irse a una casita en las montañas o en la playa de turno. ¿El motivo? Cada vez es más común buscar vivir rodeados de naturaleza. Y ya no fuera, también dentro de casa. ¿Cómo lograrlo? Lo cierto es que el método ya no es una utopía, es una manera consciente de diseñar nuestros hogares.
El diseño biofílico, la corriente que apuesta por plantas, materiales nobles y abundante luz natural para reformar las casa, ha dejado de ser tendencia para convertirse en un imprescindible en proyectos de interiorismo que buscan cuidar tanto de las personas como del planeta.
“Si quieres una cocina sana, ubica todos los electrodomésticos en una zona en lugar de tenerlos dispersos”
Para entender cómo aplicar esta filosofía en el día a día, la bióloga y experta en biohabitabilidad Elisabet Silvestre, también autora de Vivir sin tóxicos (RBA, 2022), ha explicado sus consejos más relevantes. Su trabajo demuestra que el diseño no solo embellece los espacios, sino que también tiene el poder de transformar nuestra salud y bienestar, partiendo de varias premisas como la importancia de eliminar los plásticos.
Qué es la biohabitabilidad
Más que una corriente decorativa, la biohabitabilidad es una disciplina que estudia cómo los factores ambientales (químicos, físicos y biológicos) influyen en nuestro cuerpo. Desde la calidad del aire hasta el tipo de pintura, todo cuenta. El objetivo está claro, se deben crear espacios que nos abracen, que nos calmen y que favorezcan una vida más saludable.
Se trata de medir, analizar y elegir lo que más se ajusta a nuestra biología. Luz natural que regula ritmos, materiales que respiran, ambientes libres de tóxicos… todo suma a favor de un hogar que potencia la salud física, mental y emocional, hasta el hecho de desconectar el wifi a la hora de irnos a dormir.
Diseño que inspira hábitos saludables
El entorno nos habla, nos condiciona. Un ejemplo: si al entrar en un edificio lo primero que vemos son las escaleras, será más fácil que las usemos; si el ascensor está en primera fila, terminamos dependiendo de él. Con pequeños gestos de diseño, se pueden promover hábitos activos y más saludables, como es el de preferir subir escaleras que apretar botones de ascensores.
Lo mismo ocurre con las plantas. No son solo un recurso estético: purifican el aire, regulan la humedad y reducen el ruido. Además, la ciencia ha demostrado que aumentan la productividad y reducen el estrés. En definitiva, son un aliado perfecto para un ambiente más sereno y feliz.
Dos estancias clave: dormitorio y cocina
Si hay dos lugares que merecen una atención especial, son estos:
El dormitorio, porque pasamos allí un tercio de nuestra vida. No se trata solo de dormir, sino de regenerar el organismo. Por eso, la iluminación, la calidad del aire, los materiales y el electro clima influyen directamente en la calidad del descanso. Un ejemplo claro es el hecho de que la temperatura no solo influye en el confort físico, también en cómo nos relacionamos.
Un estudio publicado en Science en 2008 mostró que sostener una bebida caliente hacía que las personas percibieran a los demás como más cercanos, mientras que una bebida fría generaba el efecto contrario.
Investigaciones posteriores confirman que el calor ambiental favorece la sensación de confianza y amabilidad. Aplicado al hogar, esto significa que un ambiente cálido no solo resulta acogedor en lo físico, sino que también puede fomentar interacciones más amables y un clima emocional más positivo. Mantener una temperatura agradable en casa es, en cierto modo, invertir en bienestar social y familiar.
La cocina, porque allí se preparan los alimentos que nos nutren. La forma en que está diseñada puede marcar la diferencia entre una rutina saludable o una fuente de estrés invisible.
Materiales que cuidan (y los que no)
Elisabet Silvestre lo resume así: “Elimina los plásticos y apuesta por materiales naturales”. Madera, vidrio, cerámica o acero inoxidable son las mejores opciones tanto para el mobiliario como para los utensilios de uso diario.
En cambio, materiales derivados del petróleo (PVC, vinilos, barnices sintéticos o tejidos antimanchas con PFAS) liberan sustancias nocivas que permanecen en el ambiente y en nuestro organismo. Incluso la pintura tiene un papel crucial: las de arcilla, cal o silicato no solo aportan un acabado cálido y natural, también ayudan a mantener el aire más limpio y a regular la humedad.
Cómo lograr una cocina saludable
Aplicar los criterios de la biohabitabilidad en la cocina puede ser más sencillo de lo que parece. Estas son las claves de la experta:
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Electrodomésticos agrupados: evita repartirlos por todo el espacio. Crear un “rincón tecnológico” reduce la exposición a radiaciones artificiales y libera otras zonas para trabajar con calma.
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Materiales nobles y seguros: encimeras de piedra, muebles de madera sin tratamientos agresivos, recipientes de vidrio o acero inoxidable. Cuanto más natural, mejor.
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Luz que acompaña el día: durante el día, busca la máxima entrada de luz natural. Por la tarde, apuesta por iluminación cálida, con tonos anaranjados, que envían al cerebro la señal de que llega la hora de relajarse.
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Utensilios sin tóxicos: olvida plásticos y teflones. Opta por menaje cerámico, de hierro, acero inoxidable o vidrio. Son más duraderos y saludables.
Un hogar que abraza
Diseñar una vivienda bajo los principios de la biohabitabilidad no es solo elegir muebles bonitos, es crear un ecosistema que nos protege y nos conecta con la naturaleza. Cada elección, desde el tipo de pintura hasta la ubicación de un electrodoméstico, puede convertirse en un gesto de autocuidado.
Como concluye la experta: “Una casa que respeta la naturaleza es un lugar que también cuida de nosotros. Y en ese equilibrio está la verdadera sensación de bienestar”, revela de esta nueva corriente que está revolucionando el mundo de las reformas, pero sobre todo nuestra salud.