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Qué son y cómo valorar las declaraciones de salud en los alimentos

Sobre el papel, las declaraciones saludables son afirmaciones legalmente reguladas que, presentes en el etiquetado o la publicidad de un alimento, trasladan ciertos beneficios en su consumo, pero es fácil creer que se está ante productos pesudomilagrosos

El consultor dietista-nutricionista Juan Revenga ofrece consejos sobre alimentación / FOTOMONTAJE CG
El consultor dietista-nutricionista Juan Revenga ofrece consejos sobre alimentación / FOTOMONTAJE CG

Las declaraciones de propiedades saludables, reguladas, todas, en el Reglamento Europeo 432/2012, reflejan la posibilidad intrínseca de un nutriente o de un alimento (en virtud de que este contenga ciertos nutrientes) para asegurar el funcionamiento normal de distintos sistemas fisiológicos y, llegado el caso, para reducir el riesgo de ciertas enfermedades. De esta forma, y a día de hoy, la normativa europea recoge tantas como 267 posibles declaraciones de salud permitidas. Esto quiere decir que no se podría hacer ninguna otra declaración que no esté expresamente aprobada por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA).

Las declaraciones de salud van de la mano de las declaraciones nutricionales (recientemente descritas en este medio) de forma que, para poder hacer las primeras, estas han de estar respaldadas en la presencia regulada de un determinado nutriente.

Nutrientes y funciones normales sí, milagros no

Tal y como puede imaginar todo el mundo, en los libros de nutrición se describen los pormenores de todos los nutrientes: su naturaleza química, las fuentes alimentarias donde se encuentra y, por su puesto, sus funciones. Así y, por ejemplo, sobre la vitamina D se sabe que participa en el mantenimiento de los huesos (entre docenas de otras funciones más); sobre la vitamina B6, que es necesaria en para una adecuada respuesta inmune (y tropecientas funciones más); y sobre el zinc, que contribuye en el mantenimiento del cabello (y otras chorrocientas funciones más que le son propias). De esta forma se podría seguir con infinidad de nutrientes en un larguísimo, casi eterno, etcétera. Pues bien, el RE 432/2012 lo que viene a resumir es que, si un alimento contiene este o aquel nutriente, y en base a lo que se sabe sobre fisiología, ese alimento contribuirá al NORMAL mantenimiento de la función descrita. Ni más, ni menos.

Siguiendo con los ejemplos descritos, que un alimento anuncie que contribuye al mantenimiento de la salud ósea, que ayude a las defensas o que favorece al cabello, no quiere decir, respectivamente, que los huesos de los consumidores se vayan a transformar en adamantium (material imaginario del universo Marvel que dota a Lobezno de una resistencia sobre natural), que se hagan inmunes a cualquier infección, o que adquieran, de nuevo, la cabellera del propio Lobezno. No.

Lo que verdaderamente se ha de entender al estar delante, a pie de supermercado, de cualquiera de estas declaraciones de salud, es que ese alimento, con esos nutrientes, en condiciones normales, en el marco de un estilo de vida saludable y sin tener en cuenta otros factores individuales (enfermedades particulares, edad, sexo, etcétera) contribuirán a que tu fisiología, metabolismo y salud sean todo lo humanamente normales que cabría esperar. Nadie se va a convertirlos en un superhéroe. Los huesos se podrán romper si se recibe un trauma suficientemente grande aun estando hasta las trancas de vitamina D, se podrá sucumbir a ciertas enfermedades infecciosas aun teniendo la B6 por las nubes y se seguirá igual de calvo (si es el caso) por mucho zinc que haya en la dieta.

Las declaraciones de salud son el brazo armado del “nutricionismo”

De nuevo se hace imprescindible remitir al contenido en el que se describieron las declaraciones nutricionales. De esta forma, y más allá de la lectura más o menos complaciente de que un alimento tenga mucho de esto o poco de aquello, las declaraciones de salud (apoyadas en las declaraciones nutricionales) en muchas ocasiones trasladan a los consumidores una falsa sensación de estar haciendo buenas o al menos mejores elecciones, frente a otras opciones que no las incluyan. Y es un grave error con el que, por cierto, una determinada industria alimentaria está encantada, ya que le sirve para mejorar su balance de cuentas. Vamos con un ejemplo, aunque podrían plantearse centenares:

¿Alguien ha visto alguna vez un plátano de Canarias que declare que ayuda al sistema inmune o que mejora las defensas? Es una pregunta retórica. Sé que nadie lo ha visto. Pero ese tipo de mensajes sí que le suena, seguro, a muchas personas en la publicidad y envase de ciertos productos lácteos bebibles que se presentan en microbotellas, ¿verdad? Pues bien, los fabricantes de esos bebedizos, le han puesto suficiente vitamina B6 como para poder hacer legalmente esa declaración. Sin embargo, una única pieza de plátano de Canarias contiene seis veces más vitamina B6 que la contenida en una de esas botellitas. Seis. No una ni dos ni tres, sino seis. A pesar de este dato, la declaración de salud “ayuda a tus defensas” está en las botellitas y sale a todas horas en la radio, en la tele... y en todas partes.

Más alimentos frescos y menos con declaraciones de salud

No busques declaraciones de salud en el mercado, no las vas a encontrar. No las tienen --pero podrían tenerlas con muchos más argumentos-- las lubinas, las berenjenas, los contramuslos de pollo, las manzanas... ni los plátanos. Sin embargo, sí que las encontrarás, a patadas, en infinidad de productos ultraprocesados del supermercado. Si no tienes demasiadas posibilidades de hacer la compra en un mercado, siempre podrás concentrar el grueso de tu compra en los productos frescos del supermercado que tampoco suelen incluir declaraciones nutricionales o de salud.

Cada vez está más claro que las elecciones alimentarias basadas en productos frescos que NO contienen declaraciones de salud tendrán un mucho mejor efecto sobre nuestra salud que aquellas otras que parezcan un General de Brigada a base de lucir “medallas” --nutricionales o de salud-- en su envase.

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