Adoptar un estilo de vida saludable mejora la salud, aunque no bajes de peso

Un reciente estudio ha puesto de relieve que mejorar los hábitos de vida a largo plazo puede traducirse en beneficios para la salud, incluso cuando no se pierde peso. ¿Por qué seguimos midiendo el éxito solo en kilos?

El consultor dietista-nutricionista Juan Revenga escribe sobre los postbióticos y lo que prometen / Fotomontaje CONSUMIDOR GLOBAL
El consultor dietista-nutricionista Juan Revenga escribe sobre los postbióticos y lo que prometen / Fotomontaje CONSUMIDOR GLOBAL

Durante muchos años, e incluso en la actualidad, hemos asumido con total normalidad el consejo médico de que para mejorar la salud cardiovascular había que perder peso. Un nuevo estudio llevado a cabo por la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard no es que haya negado la validez de este consejo, pero lo ha matizado de forma importante: aunque el peso apenas disminuya o incluso aumente, el cambio sostenido en los hábitos de vida siempre es beneficioso.

Pierde malos hábitos y gana salud

Aunque la obsesión por adelgazar haya colonizado nuestra forma de entender la salud, este trabajo —publicado en el European Journal of Preventive Cardiology— pone el foco en los hábitos. Una perspectiva que, aunque a menudo olvidada, tiene una larga tradición. Para ello, se analizaron los datos de más de 760 personas con obesidad abdominal que participaron en tres ensayos clínicos de larga duración (18 a 24 meses). Y su conclusión fue clara: aunque solo una parte de los participantes consiguió perder peso de forma significativa (36%), la inmensa mayoría mejoró en valores analíticos clave como el llamado “colesterol bueno” (HDL), la grasa hepática, la sensibilidad a la insulina o las cifras de la tensión arterial. Es decir, a pesar de que en algunos casos la báscula no se moviera mucho, el metabolismo de todos los participantes sí que respondía de forma positiva.

Del estereotipo de la imagen a la salud

Los resultados de este estudio invitan a que nos replanteemos la forma en que evaluamos el éxito de los programas de adelgazamiento, aunque a título personal, lo confieso, lo veo una utopía. Sea como fuere, ¿tiene sentido hablar de “fracaso” en las estrategias de mejora de los hábitos de vida cuando alguien no baja de peso, pero sí mejora su pronóstico de salud? La respuesta es un “no” rotundo, tal y como se ha puesto de relieve en este estudio. Todas las personas con sobrepeso u obesidad que adoptaron cambios de estilo de vida mejoraron sus indicadores de salud, independientemente de la pérdida de peso. El foco, como tantas veces se ha dicho, ha de ponerse en la salud, no en la talla de la falda o el pantalón.

Más allá de las implicaciones directas sobre los afectados, este cambio de perspectiva tiene otras importantes consecuencias. Por un lado, ayudaría a combatir el estigma que sufren quienes no logran adelgazar, muchas veces tratados como “perezosos” o “incapaces”. Por otro, refuerza el valor de las intervenciones basadas en hábitos sostenibles y no en soluciones milagrosas a corto plazo y con la única referencia de lo que indique la báscula.

¿Se pueden identificar las personas refractarias al adelgazamiento?

Ojo que no menciono el ser refractario a una (mala) dieta y a una (mala) planificación de la actividad física. A eso, me temo, todo el mundo es refractario. Me refiero al hecho contrastado de hacer las cosas bien, o al menos tan bien como otra persona, y no conseguir reducir los kilos en la báscula (y otras personas sí).

Este estudio, además, ofrece una perspectiva alentadora para explicar por qué a algunas personas les cuesta tanto adelgazar, pese a estar haciéndolo bien y, como ya se ha mencionado, obtener mejoras metabólicas.

Así, uno de los hallazgos más llamativos está en el campo de la epigenética. Tras analizar las muestras de sangre de los participantes, los investigadores identificaron 12 sitios concretos del ADN cuya metilación (una modificación química que influye en cómo se expresan los genes) parecía predecir si una persona iba a responder mejor o peor a los cambios de estilo de vida en términos de pérdida de peso. Aunque todavía es pronto para convertir este marcador en una herramienta clínica rutinaria, se abre una puerta hacia una medicina más personalizada. Tal vez en unos años podamos saber de antemano si una persona tiene más probabilidades de perder peso con la mejora de su alimentación y del patrón de actividad física, o si necesitará enfoques adicionales.

Mientras tanto, ya lo sabemos: más allá de lo que marque la báscula, hacer las cosas bien en lo que se refiere a los hábitos de vida es intrínsecamente positivo... y medible.