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"Comprad más patatas feas": el clamor de los agricultores españoles ante la competencia francesa

El tubérculo nacional destaca por ser “moreno, con impurezas y tierra”, unas características que no convencen a los consumidores pese a que este alimento es de mejor calidad que el extranjero

Unas manos sujetando un bol con varias patatas / FREEPIK
Unas manos sujetando un bol con varias patatas / FREEPIK

Cabe la posibilidad de que hoy estemos aquí gracias a que Colón trajera uno de los secretos mejor guardados en la recién descubierta América: la patata. Con permiso del arroz, este alimento se ha encargado de nutrir a buena parte de la población mundial en las muchas hambrunas que ha habido a lo largo de la historia. Gonzalo Jiménez de Quesada, conquistador español, se fijó en ella en el año 1537, no obstante, este tubérculo no pisó suelo español hasta 1560, con Pedro Cieza de León. Al llegar a la Casa de Contratación de Sevilla, los inspectores le reprocharon a León la inutilidad de este alimento e invalidaron de facto cualquier proyección comercial abandonándolo a su suerte. Pero León, decidió guardarse varios kilos con el objetivo de cultivarlas en la alquería de sus padres en Llerena (Badajoz). La patata quedó en el olvido y no fue hasta que llegaron los franceses cuando se popularizó.

Durante la guerra de los Siete Años, en el siglo XVIII, el país galo se encontraba en una alarmante escasez de trigo, así que Antoine Parmentier, farmacéutico e ingeniero agrónomo, propuso al Gobierno la patata como sustituto de este cereal. Esta idea no solo convenció a los franceses, sino que a partir de ese momento el alimento se popularizó en toda Europa. En España se llevaba tiempo consumiendo, pero fueron los franceses y Parmentier quienes se llevaron la medalla de salvar al continente de la hambruna. Y en la actualidad pasa algo similar. Parece que, en cuestión de patatas, los españoles nunca se han creído del todo su potencial, y a pesar de tener una sólida producción nacional, siempre han preferido comprarlas al país vecino. Aunque hoy el reinado galo está más cuestionado. En el momento de realizar la compra, cada vez más consumidores se decantan por productos de proximidad. No obstante, el sello “origen España” no garantiza del todo la procedencia del alimento. Así lo denunciaba una usuaria en Twitter que, pensando que adquiría unas nacionales, acabó comprando las del país vecino. ¿Pero si el consumidor no las quiere, por qué siguen llegando patatas francesas a los lineales del supermercado?
 

El porqué de la patata francesa

La siembra de la patata española arranca en primavera, y entre junio y septiembre se recoge. Hace unos años, durante los meses de invierno, el mercado nacional se quedaba sin patatas --había menos producción que demanda, y a partir de noviembre y hasta febrero, era casi imposible encontrar--. Entonces los supermercados tenían que recurrir al producto francés para suplir dicha escasez. 

Pero esta necesidad de comprar fuera de las fronteras nacionales ya no es inevitable. Ahora, la producción de estos tubérculos ya no se concentra en el centro y norte de España, como explica Alberto Duque, miembro de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), sino que “también se cultiva en Andalucía y Murcia”.  Y esta deslocalización de la producción de patatas palía la escasez de los meses de invierno, pues “en el sur la temporada es más temprana”. De hecho, entre enero y diciembre se cosecha, y en abril ya se puede recoger. 

“Más patatas feas”

Con el consumo de patatas francesas caló el ideal de que la patata tenía que ser blanca, de piel suave, sin tierra, ni imperfecciones. Un cliché que se aleja mucho de la apariencia de las nacionales. “Más feas, morenas, imperfectas”, como describe Duque.

Con este canon instalado en el imaginario colectivo, el consumidor empezó a repudiar las de origen español y los supermercados priorizaron comprar las de fuera antes que las nacionales. “Tenemos que quitarnos de la cabeza que las patatas son bonitas. Las buenas tienen tierra y se rompen cuando las tiras en el suelo, mientras que las francesas botan como una pelota”, insiste Duque, quien añade que “la estética no debe sobrepasar la calidad del producto y es lo que está pasando”.

Aldi se disculpa 

El consumidor es cada vez más consciente de ello y en el supermercado busca productos de proximidad, el denominado kilómetro 0. No obstante, reducir la huella ecológica no es una tarea simple y, aunque haya sellos que garanticen la producción nacional no siempre son fiables. “He ido a comprar patatas y en la red pone patatas España y en el etiquetado pone origen Francia. ¿Aldi me lo podéis explicar?”, denuncia en Twitter @anarrous.

Aldi ha explicado a Consumidor Global que utilizan “mallas diferentes para las patatas en función de su origen para indicar la procedencia del producto. En este caso, se ha envasado por error y, en cuanto se ha detectado, el proveedor ha realizado inmediatamente las gestiones oportunas para subsanar la incidencia”. Además, Aldi asegura haber retirado todos los productos afectados. Aun así, desde el sector desconfían de las grandes cadenas de distribución, que siempre que pueden compran al país galo. “Tienen contratos ventajosos y nosotros no tenemos medios para cambiar el estigma que sufre la patata nacional, solo podemos confiar en que los consumidores poco a poco se planten ante estas situaciones abusivas”, concluye Duque.

 

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