No lo sabías: por qué ahora nos gustan las tendencias que antes nos daban vergüenza

De los Backstreet Boys a los pantalones cargo, pasando por las comedias románticas de los 2000. Las modas del pasado que antes ocultábamos, hoy se celebran con orgullo

Las tendencias que antes nos daban vergüenza / PEXELS
Las tendencias que antes nos daban vergüenza / PEXELS

En los últimos años, hemos asistido a un fenómeno curioso y aparentemente contradictorio: muchas de las modas, estilos musicales y productos culturales que solían avergonzarnos —aquellos que relegábamos al cajón de los “placeres culpables”han vuelto con fuerza, esta vez con la cabeza bien alta.

Desde canciones pop de los años 2000 hasta películas adolescentes de trama predecible, pasando por estilismos considerados pasados de moda, las tendencias que antes generaban rechazo son ahora fuente de nostalgia y orgullo colectivo. Pero, ¿a qué se debe este giro cultural?

Música: del "placer culpable" al himno generacional

¿Quién no cantó en secreto As Long As You Love Me de los Backstreet Boys o bailado con Oops!... I Did It Again de Britney Spears, mientras aseguraba que era más de rock alternativo o indie? Lo que antes se consideraba poco sofisticado o 'comercial', hoy se reivindica como patrimonio emocional de una generación entera.

Britney Spears en los 2000 / Instagram
Britney Spears en los 2000 / Instagram

El fenómeno no es exclusivo del pop adolescente. Bandas como Evanescence o Tokio Hotel, que fueron blanco de burlas en su momento, han regresado al circuito de festivales y giras, amparadas por una oleada de nostalgia millennial y generación Z. Incluso canciones de reguetón de principios de los 2000, como Gasolina de Daddy Yankee, gozan de un estatus casi mítico.

Esta reivindicación se ve impulsada por plataformas como TikTok, donde usuarios jóvenes rescatan hits del pasado y los dotan de nuevos significados. En este contexto, la vergüenza se diluye: la música ya no se consume solo por su “valor artístico”, sino también por su carga emocional, por lo que representa en términos de identidad generacional.

Cine: el regreso de las comedias románticas y los teen dramas

Durante años, el cine romántico —especialmente el dirigido al público femenino— fue menospreciado por la crítica. Películas como Chicas Malas, Legalmente Rubia o El diario de una princesa eran vistas como triviales o excesivamente femeninas. Hoy, sin embargo, se revalorizan como objetos de culto y se celebran en redes sociales con memes, análisis y homenajes.

Lo mismo ocurre con sagas como Crepúsculo, que pasó de ser ridiculizada a convertirse en un fenómeno revisitado con ojos irónicos y cariño. La reapropiación de estos productos culturales responde a un deseo colectivo de reconciliarnos con nuestros gustos adolescentes, sin el filtro de la vergüenza o la validación externa.

Película Mean Girls / Instagram
Película Mean Girls / Instagram

Este fenómeno también ha generado una relectura feminista: lo que antes se tachaba de “superficial” por ser consumido principalmente por mujeres jóvenes, ahora se examina con perspectiva de género, desmontando el prejuicio de que solo lo masculino es digno de prestigio cultural.

Moda: lo que fue criticado, ahora es tendencia

En el terreno de la moda, el fenómeno es incluso más evidente. Pantalones cargo, gafas deportivas de espejo, chándales de terciopelo al estilo Juicy Couture, camisetas de tirantes con lentejuelas o incluso los polémicos zuecos Crocs… todos han resurgido con fuerza gracias a la lógica cíclica de las tendencias y el impulso nostálgico de las nuevas generaciones.

Gigi Vives usando las famosas gafas de los 2000 / Instagram
Gigi Vives usando las famosas gafas de los 2000 / Instagram

Las redes sociales, especialmente Instagram y TikTok, han jugado un papel crucial en esta revalorización estética. Influencers y celebridades como Bella Hadid, Rosalía o incluso Pedro Pascal han contribuido a que estilos antes denostados se conviertan en símbolo de autenticidad y estilo personal.

¿Por qué nos gustan ahora las cosas que antes nos avergonzaban?

Este fenómeno tiene raíces profundas. Por un lado, está el poder de la nostalgia: en tiempos de incertidumbre, revisitar el pasado nos brinda consuelo y una sensación de seguridad. Recordar los gustos de la adolescencia es, en cierto modo, reconectar con una versión de nosotros mismos más ingenua, sin filtros.

Por otro lado, vivimos en una era donde la ironía y la autoreferencialidad predominan. Reivindicar algo “cringe” es una forma de apropiación irónica, pero también de empoderamiento. Lo que antes era motivo de burla, ahora es bandera de autenticidad.

Además, el auge del posmodernismo cultural ha diluido las barreras entre “alta” y “baja” cultura. Ya no es necesario elegir entre Radiohead y las Spice Girls: podemos disfrutar ambos sin pedir permiso. La mezcla de géneros, estilos y referentes es parte del nuevo lenguaje cultural.

Finalmente, la aceptación de la vulnerabilidad y la expresión emocional sin filtros (amplificada por las redes) ha hecho que mostremos con orgullo aquello que nos conmueve o nos marcó, aunque no cumpla con los cánones tradicionales de “buen gusto”.

Lo que viene: autenticidad sin vergüenza

Esta reivindicación del pasado no es una moda pasajera, sino una señal de un cambio más profundo en la forma en que consumimos cultura. En lugar de ocultar nuestros gustos, ahora los celebramos, los compartimos y los resignificamos.

En un mundo saturado de estímulos y apariencias, la autenticidad se ha convertido en un valor en alza. Y a veces, ser auténtico significa admitir que sí, una vez bailaste con furia al ritmo de Aqua o que te emocionaste con A Walk to Remember.

Porque, al final, lo que nos gustaba antes no era vergonzoso: solo necesitábamos el tiempo y la perspectiva para entender por qué nos importaba tanto.